Cultura
Le Carré, el espía con conciencia
El maestro de la novela de espionaje falleció a los 89 años dejando una obra repleta de ‘best-sellers’ con trasfondo moral.
John le Carré, siguiendo la estela de Graham Greene, se dedicó a desmitificar la figura del agente secreto. Si en las novelas de Greene los espías eran hombrecillos grises sin más ambición que la de sacar un poco de dinero extra (en Nuestro hombre en La Habana el protagonista es un vendedor de aspiradoras que empieza a trabajar para el servicio secreto británico casi por casualidad), le Carré, aunque no rechazó esta vertiente irónica (como demostró en El sastre de Panamá), se inclinó más por el lado burocrático y oficinesco de una profesión que conocía bien.
David Cornwell (nombre verdadero de John le Carré) falleció el pasado sábado a los 89 años a causa de una neumonía. Antes de convertirse en escritor best-seller trabajó para la inteligencia británica. Lo hizo desde 1950 hasta 1964, cuando fue expuesto por el agente doble del KGB Kim Philby. Era la época en la que 007, la calenturienta creación de Ian Fleming, arrasaba en las taquillas de medio mundo. Los protagonistas de Le Carré, inspirados en su propia experiencia personal, no podían ser más diferentes de aquel vividor con licencia para matar.
Su gran creación, el oficial de inteligencia George Smiley, es bajo, calvo y con sobrepeso, además de estar dotado con un sentido moral totalmente opuesto al de James Bond. Smiley es un filósofo de despacho, un escrutador de la condición humana metido a jefe de espías. Esta visión del thriller de espionaje como una mezcla de ensayo psicológico y tratado de geopolítica no tuvo menos éxito que los delirios de Fleming. Le Carré vendió más de 60 millones de ejemplares en todo el mundo.
“Yo no soy un espía que se convirtió en escritor. Soy un escritor que fue, brevemente, espía. Mi verdadera vocación no era el espionaje, era la escritura”, confesaba el autor en una entrevista en L’Express. Esa, como tantas otras cosas, era una verdad a medias. Aún era funcionario del servicio secreto cuando su jefe, John Bingham (autor asimismo de novelas de espionaje) le animó a escribir su primera historia: Llamada para el muerto (1961). “Soy un mentiroso, nacido en la mentira, educado en la mentira, entrenado en la mentira por un servicio cuyo propósito principal es la mentira y curtido en la mentira por mi oficio de escritor”, reconocía en sus memorias Volar en círculos (2016).
Espíritu humanitario
Con el tiempo, su literatura, centrada inicialmente en el tema de la traición y la conspiración (“Jesucristo solo tenía doce discípulos, y ya había uno que era agente doble”, decía con ironía), se fue haciendo más política. El autor que saltó a la fama durante la Guerra Fría con títulos como El espía que surgió del frío (1963) o El topo (1974) optó por teñir sus thrillers con denuncia social en novelas como El jardinero fiel (2001) o El hombre más buscado (2008). Por obras como estas, Stephen King considera al escritor británico “un gigante de las letras y un espíritu humanitario”.
La intriga de El jardinero fiel giraba alrededor de los desmanes de la industria farmacéutica en África. La historia estaba inspirada en hechos reales: un ensayo clínico de Pfizer que mató a 11 niños en Nigeria en 1996. En El hombre más buscado arremetía contra la política de la Administración Bush en su “guerra contra el terror”. Contaba la tragedia de un joven checheno que reside legalmente en Alemania y que es retenido para ser interrogado por el MI6. Le Carré, aquí, tomó prestada la historia auténtica de Murat Kurnaz, un ciudadano alemán de origen turco que fue secuestrado por la CIA y trasladado a Pakistán y Guantánamo, donde fue torturado, según denunció tras su puesta en libertad en 2006.
El autor llegó a hacer buena amistad con Kurnaz, a quien conoció para documentarse y dar veracidad a la historia. Según le reveló a su amigo Philippe Sands, la Guerra Fría o, en este caso, el islam solo eran coartadas para “profundizar en una historia personal”. En ese sentido, le Carré no mentía: siempre fue más escritor que espía. Philip Roth llegó a decir que Un espía perfecto (1986) era “la mejor novela inglesa desde la guerra”.
En sus últimos años, el gran maestro del relato de espionaje se convirtió en un vehemente opositor al Brexit, hasta el punto de calificarlo como “la mayor idiotez perpetrada por el Reino Unido”. En su último libro, Un hombre decente (2019), hace un retrato tragicómico de su país, al que ve gobernado por un gabinete tory de cuarta categoría y que cuenta con un ministro de Exteriores que es un “cerdo ignorante”. Ese ministro, en la realidad, llegaría hasta el número 10 de Downing Street. Se llama Boris Johnson.