Cultura

Nathy Peluso | Decirse sí a sí misma

"La Peluso sabía, intuitivamente, que la civilización se desmoronaba. Y que la única salida musical a este descalabro era dejarse llevar por todo lo que llevamos dentro de una manera absolutamente libre y sin filtros".

Calambre
Nathy Peluso
Sony Music, 2020

Se acerca el fin del año y, casi por momentos, pareciera también que se aproxima el fin del mundo. Hubo personas que se dieron cuenta, mucho antes que nosotras, de que había algo que no estaba bien, que algo se desmoronaba mientras seguíamos contratando hipotecas y comprando en el Mercadona. La artista que nos ocupa es una de esas personas de mente preclara que decidieron volverse locas antes de que todos lo hicieran.

Casi de un modo reivindicativo y empoderado. Reivindicando una fealdad radicalizada, cantándole himnos a la pizza bajo melodías de pop edulcorado. Diciéndole “no” al autotune. Diciéndole “sí” a sí misma, a su cuerpo, a su personalidad creativa, que una ya no sabe si parte de una broma o de la más absoluta seriedad.

Nathy Peluso es una vacilona de campeonato. Vacila a las marcas que la aúpan en vídeos de Instagram en los que auto-parodia sus propias poses en los pasillos del metro donde se cuelgan las campañas en las que aparece. Enseña su pelo sucio en sus redes sociales. Posa mal. A veces enseña cacho. Otras te coge un tango y lo convierte en trap sin que este pierda ni pizca de su esencia trágica y atormentada. Lo que se le pase por la cabeza, sin censura, sin que parezca importarle. Y todo eso sin perder de vista una especie de manifiesto contra el FMI que aparece cada vez que le entra en las letras, de la forma que sea: “Y si el FMI me la toca, van a comer de mi sopa”.

Calambre era un disco esperado, dado que supone la primera incursión de la argentina en el terreno largo (LP) tras sus dos EP Esmeralda Sandunguera, apodo que la llevó a la fama. Una fama que ella parecía haber estado esperando desde que empezó a colocarse debajo de los focos, anticipada por una actitud divina y absolutamente trap. En este largo, esa actitud se mantiene y se acrecienta. Volvemos a encontrarnos con su peculiar manera de rapear frases, como atragantadas. También nos reencontramos con los ritmos clásicos (tango, ritmos latinos) fusionados con el rap y el trap y una estética pegada y sabrosona. Temas compuestos y cantados por ella misma, que incluso en ocasiones se permite aportar en la producción.

La Peluso sabía, intuitivamente, que la civilización se desmoronaba. Y que la única salida musical a este descalabro era dejarse llevar por todo lo que llevamos dentro de una manera absolutamente libre y sin filtros. Remover todas las referencias que guardamos en una mesa de mezclas que tomaba como referencia su voz y su presencia, y gritar lo absurdo del mundo a través de un vacile tan constante como adictivo. Con su música, una empieza a sentir ese flotar que antecede a una buena borrachera, paladea la pizza de peperonni bien picante, siente rodar el sudor por la nuca y huele a desodorante barato, ese que usan los matones en la playa. Algo kitsch con toques de mala leche que da el calor. Y se olvida de pensar en referencias, en “gente que se parezca a ella”. Porque no hay nadie como ella. Por eso mola tanto. Porque sabía antes que nosotras que la única salida era la libertad.

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Comentarios
  1. Un alma libre, para mí que se nace, cargada de talento y original al máximo, no necesita copiar a nadie, ella es el modelo, que la copien otros si quieren. Lo políticamente correcto se lo llevó el viento, que tengo que cantar trap o hip hop, con ese vozarrón que las diosas le han dado, pues canto trap y hip hop, de paso me burlo un rato, porque claramente se burla. Una bocanada de aire fresco que te permite respirar aire puro y de calidad, reír sin freno, recordarte que naciste libre. Imposible encasillarla, a las genias se les caen las etiquetas.

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