Medio ambiente
La regla contra el cambio climático: el coste ecológico de los productos menstruales de un solo uso
Los avances en el discurso público sobre la regla evidencian la importancia de señalar los costes ambientales de los productos menstruales de un solo uso y ofrecer alternativas.
Escocia es, desde hace una semana, el primer país del mundo que ofrece gratis tampones y compresas. Ya lo hacía en las escuelas y las universidades pero la nueva legislación amplía ahora la norma y estos productos estarán también disponibles en centros comunitarios, clubes juveniles o farmacias. La llamada ‘Ley de Productos de Época’ está enfocada a acabar con la pobreza menstrual –según una investigación de 2018, en Escocia una de cada cinco mujeres no puede pagar los productos que necesita durante su regla– y no hay duda de que influye en el discurso público sobre la menstruación cuando muchos países todavía mantienen impuestos altos que convierten estos artículos en productos de lujo. Esta medida, no obstante, también plantea la necesidad de ir más allá.
Cuestiones como las regulaciones sobre residuos, cada vez más estrictas en muchos territorios, y la importancia de valorar el coste ecológico que provocan los productos de un solo uso han hecho que algunas activistas ambientales señalen lo insuficiente de la ley escocesa: se prioriza el uso de tampones y compresas por encima de otros artículos reutilizables, como la copa menstrual o las compresas de tela, que no serán gratuitos. De esta forma, se obvia que «los desechos tienen un gran impacto ambiental», dice Catherine Bozec, de Zero Waste Scotland, al medio EURACTIV.
El problema, como recuerdan organizaciones como la de Bozec, no solo es el plástico –principal componente de tampones y compresas, casi en un 90%–: estos productos de un solo uso están, en su mayoría, fabricados con combustibles fósiles como el petróleo crudo. Además de las consecuencias climáticas –la quema de combustibles fósiles genera emisiones de CO2 que contribuyen al calentamiento global–, los químicos que contienen pueden suponer un riesgo para la salud.
En cuanto a la economía de las propias mujeres, según un informe de Zero Waste Europe realizado en el ámbito europeo, estas utilizan una media de 12.000 productos menstruales a lo largo de su vida, lo que les supone un gasto total que va de los 1.500 a los 7.500 euros según el país. En contraposición, los costes de las alternativas reutilizables, tal y como estima el mismo estudio, rondan los 100 euros en los países de la UE.
Un estudio pionero en Baleares
«Es una pena que en Escocia no se haya aprovechado la oportunidad para incentivar los productos menstruales que no sean de un solo uso», lamenta Roser Badia, ambientóloga y coordinadora de la Fundació Rezero en las Islas Baleares. Esta organización ha publicado esta semana un estudio pionero sobre los residuos que generan los productos de higiene menstrual con una subvención de la Dirección general de Residuos y Educación Ambiental que este área del Gobierno balear destina a proyectos de educación ambiental.
La guía resultante de este informe explica y recomienda la utilización de copas menstruales, ropa interior para este uso, compresas de tela, esponjas marinas o, como otra opción, el sangrado libre –del que especifican que requiere práctica y un control del cuerpo que es mejor ensayar en casa–. Lo hace a la par que cuestiona la repercusión que tienen los productos de un solo uso no solo desde un punto de vista ambienta, sino también social y económico.
Los datos más impactantes, eso sí, son los referentes a las grandes cantidades de residuos que provienen de productos menstruales de un solo uso: unos 180 kg por persona menstruante y durante toda su vida fértil. El estudio se basa en estimaciones a nivel europeo ya que «los fabricantes no publican los datos de sus ventas», explica Badia, quien también señala la responsabilidad de las empresas multinacionales en este sentido. «Deben tener la obligación de asumir los costes que realmente tiene la gestión de sus productos, como, por ejemplo, la limpieza marina. Esto es algo que los fabricantes no asumen y que se debería incorporar al propio producto, no puede ser que sea tan barato contaminar», continúa la ambientóloga.
En este sentido, el informe detalla que el valor del mercado global de los productos de higiene menstrual fue de 26 millones de dólares en 2019 y se espera que alcance los 37 mil millones en 2025, lo que supone una tasa anual de crecimiento del 6,2%. En Europa son tres las multinacionales que dominan el sector: Procter & Gamble, Edgewell Personal Care y Kimberly-Clark. Las dos primeras son propietarias de Tampax, Eva y Ausonia, que controlan el sector en el ámbito español.
Consecuencias para el clima
Según esta guía, la huella de carbono asociada a los productos menstruales de un solo uso que utiliza una persona a lo largo de un año –se estima que, de media, cada persona utiliza 32 por periodo– alcanza los 5,3 kg de CO2. Por el contrario, la misma estimación para la copa menstrual es de 0,04 kg de CO2 equivalente por año. Según el análisis de vida de los productos reutilizables, una persona menstruante –el informe utiliza este término para incluir, además de a mujeres, a hombres trans y personas no binarias–, puede evitar 26,1 kg de CO2 equivalente cada cinco años si sustituye los tampones por una copa menstrual.
El estudio recuerda también que la obtención de algunos componentes de los productos menstruales de un solo uso contribuye a la deforestación, como es el caso de la pulpa de madera, presente en tampones y compresas y que actúa como material absorbente. Además de los materiales, Badia señala como uno de los grandes impactos ambientales «dónde acaban estos productos». «La mayoría de las veces en vertederos o en el mar», explica.
Esto último se debe a que muchas veces se tiran por el inodoro. «Cuando el sistema de filtración y drenaje del agua residual colapsa –cuando hay riadas, por ejemplo–, los productos menstruales pasan a ser uno de los principales residuos marinos flotantes«.
Para esta ambientóloga, todavía hay algo de «estigma» hacia la menstruación: «Se considera a la regla algo sucio, es un bagaje que llevamos a nivel cultural». La consecuencia, dice Badia, es el desconocimiento y la desinformación. «No se da valor a ahondar en el conocimiento sobre los ciclos menstruales ni a nivel educativo ni social», insiste. Algo que atribuye, entre otros factores, a unos intereses económicos: «Los productos reutilizables no tienen la influencia mediática que tienen las empresas multinacionales de productos de un solo uso», explica. Ahí reside la importancia de datos como los de este informe porque, tal y como recuerda la ambientóloga, «un producto como la copa menstrual puede salir más caro en el momento pero lo cierto es que a larga es mucho más barato».