Cultura
#UnaMareaDeLibros | En la Luna las lágrimas caen despacio, como nieve
Esther López Barceló nos trae esta semana a Heather Christle y su obra 'El libro de las lágrimas' (Tránsito), donde reivindica el derecho humano a dejarse llevar por el llanto.
#UnaMareaDeLibros es una sección compartida por Esther López Barceló y José Ovejero. Textos, vídeos y ‘podcasts’ para hablar de libros y, por supuesto, de la realidad. Cada sábado, en lamarea.com
«Las lágrimas son una señal de impotencia,
un ‘arma de mujer’.
Ha sido una guerra muy larga».
H. C.
Heather Christle ha escrito algo osado. Escribir siendo mujer para profundizar sobre un hecho íntimo, fisiológico y emocional es un ejercicio peligroso. La poeta corría el riesgo de que su obra fuera automáticamente relegada al subsuelo del canon literario androcéntrico. Ella era consciente de ello y es ahí donde radica su valentía. Pero no solamente lo es por la elección del tema sino también por su estructura.
El libro de las lágrimas tiene vocación fragmentaria. Christle va cosiendo retales que, a pesar de su variedad cromática, desembocan en un collage armónico y elegante. Su lectura fluye hacia adelante como un llanto sosegado y tenaz que nos va revelando a su autora a través de la exposición pública de su salvaje vulnerabilidad. Pero no es únicamente una obra autobiográfica o confesional sino también un ensayo con todo el rigor que del término se presupone. Ciento noventa y ocho notas al pie dan fe de la veracidad de cada historia, hecho científico, anécdota y cita literaria que componen esta poliédrica investigación.
Las lágrimas como concepto, como hecho biológico, como sujeto cultural, como arma arrojadiza y patriarcal, como necesidad vital sin más función que la de emerger. La poeta reivindica el derecho humano a dejarse llevar por el llanto. Derecho a llorar porque sí, porque estamos vivos y nos sabemos mortales, porque sufrimos y amamos, porque la belleza nos hiere, porque sabemos de otras que lloran.
«No puedo seguir cavando. Lloro desconsoladamente.
Me creía una investigadora, y resulta que soy un sujeto de estudio».
La idea de escribir esta obra, situada en un espacio límbico entre el ensayo y el ejercicio lírico, surgió hace unos cinco años, cuando se preguntó cómo sería dibujar el mapa de los lugares en los que había llorado. A partir de ese sencillo pensamiento, Christle comenzó el proceso de recopilación de toda aquella información concerniente al llanto que pasaba por sus manos. Al mismo tiempo, en su vida y en su cuerpo, se iniciaban cambios profundos y permanentes.
El libro de las lágrimas es también una suerte de diario que recoge las luces y sombras de los procesos vitales del embarazo, del parto y la crianza. Los desencuentros consigo misma y con su entorno. Pero además, también son las cartas a un amigo que ya no existe. Porque Bill aparece y desaparece de forma intermitente a lo largo del ensayo. Es el eterno ausente al que Christle habla de forma irremediable. ¿Cómo escribir sobre las lágrimas sin llorar por el amigo muerto? Son momentos íntimos que se cuelan por las rendijas de la narración. Paréntesis en los que el llanto se transmuta en palabra escrita.
«Conservo muchos mensajes de Bill y a veces vuelvo a ellos para ver quiénes éramos».
Christle también se atreve a imaginar conceptos nuevos como es el caso de las «lágrimas blancas». La autora las define como aquellas que vierte «una persona blanca que de pronto es consciente del racismo sistémico o de su propia implicación en el supremacismo blanco». Esta explicación se halla en el texto junto a la historia del primer científico que las estudió, el cual tuvo que consultar al mismísimo sociólogo y activista por los derechos civiles, W.E.B. Du Bois, si los negros lloraban lágrimas.
Christle desprende un compromiso militante que atraviesa toda la obra. El ejemplo anterior es una muestra de cómo no se distancia de lo que estudia sino que lo contempla desde una posición crítica y gracias a ello comprobaremos cómo la historia de la ciencia está plagada de sesgos patriarcales y racistas. Y seremos así partícipes de sus dudas, cuestionamientos y decepciones, pero también de sus hallazgos.
En el campo literario, Christle, también deja que vuele su pensamiento impulsado por lo que otras escribieron antes y relacionándolo con momentos esenciales de su vida. Anne Carson, Joan Didion, Sylvia Plath y Charlotte Perkins Gildman son algunas de las referentes literarias de la autora cuyas palabras germinan en el libro como fértiles semillas que contribuyen al florecimiento de ideas nuevas.
Nuestro movimiento más primigenio. Como dice Homero, el ser humano nace cayendo entre las piernas de su madre. Al suelo. Y volvemos a caer al final: lo que empieza en el suelo acabará penetrando eternamente en él».
Anne Carson
Una lectura amena, estimulante y onírica que nos acerca Sol Salama, la editora de Tránsito, en su libro número doce. El contenido se halla cubierto por una portada blanca en la que un rostro antiguo de mujer es atravesado por el dibujo arqueológico de una fortaleza surcada por un río que nace de un ojo. Una potente y bella ilustración de Donna Salama que nos invita a adentrarnos en la lectura, para la cual ha sido necesario el cuidadoso trabajo de traducción al castellano de Magdalena Palmer.
No obstante, esto no es todo. El libro de las lágrimas encierra en sus páginas muchas otras historias a las que merece la pena asomarse: la existencia de «salas para llorar» en las iglesias, la leyenda ancestral de La llorona, la alumna que inventó un arma congeladora del llanto, el descubrimiento del miembro fantasma en los mutilados, la imagen de una ventana con barrotes que se grabó en la retina de un fallecido, los elefantes que lloran a sus muertos, la constatación empírica de que las lágrimas psicogénicas siempre son bilaterales y el lírico descubrimiento de que en la Luna las lágrimas caen despacio, como nieve.