Opinión | Política

¿Por qué lo llaman libertad cuando quieren decir privilegio?

"Cuando dicen “libertad” de lo que hablan siempre es de “libertad de elegir”, por ejemplo, colegios a los que no van inmigrantes ni gente de pocos recursos", escribe José Ovejero

Protesta en Toulouse, Francia. HANS LUCAS / REUTERS

No hace mucho volví a ver la película Matar un ruiseñor, que ya había visto hace muchos años además de haber leído la novela de Harper Lee en la que se basa. Y creo que por primera vez me llamó la atención que ese prodigio de humanidad y bondad que es Atticus Finch, dispuesto en una sociedad racista a defender a un negro en un caso de supuesta violación, adalid de la presunción de inocencia independientemente del color de la piel, siente un profundo desprecio disfrazado de compasión por los blancos pobres de su ciudad. También me llamó la atención que todos ellos son retratados como brutales, ignorantes, sucios. Y me llama la atención que no me haya llamado la atención antes.

Hay relatos que están ahí para hacerte mirar en una dirección y que olvides el resto del panorama. Igual que las luchas por la libertad en numerosos momentos de la historia no eran tan loables ni tan justas como nos han hecho creee. Venga, José, me digo: que eres licenciado en Historia. ¿En serio te habías creído, por ejemplo, que la revolución de la que surgieron los Estados Unidos fue igualitaria, que lucharon con los mismos intereses los ricos y los pobres, los terratenientes y la mano de obra que mantenían en condiciones de esclavitud? No, no del todo; también sabía que las tribus indígenas fueron utilizadas en la guerra de los blancos y después abandonadas, o peor, masacradas; y que los principales beneficiarios de toda revolución burguesa son, lógicamente, los burgueses. Pero sí era permeable a cierta épica de la rebelión contra la monarquía colonial británica. Ricos y pobres alzándose juntos contra diferentes variantes de la opresión.

Leyendo White Trash, Los ignorados 400 años de historia de las clases sociales estadounidenses, de Nancy Isenberg (Capitán Swing, trad. Tomás Fernández Aúz), un ensayo imponente sobre la vida de las clases miserables de Estados Unidos, eso que se ha dado en llamar “escoria blanca” desde el inicio mismo de la colonia, descubro los detalles de la explotación brutal de la mano de obra pobre, del desprecio de los ricos hacia aquellos inmigrantes que llegaron al continente americano huyendo de la miseria o de la cárcel, en la que muchos acababan precisamente por la imposibilidad de salir de la pobreza más absoluta.

En el prólogo de White Trash me encuentro con una reflexión parecida a la mía sobre Matar un ruiseñor. Y pienso que el desprecio que destila la película hacia la escoria blanca quizá no sea tan distinto del mío y del de quienes tenemos una idea estereotipada de los votantes pobres de Trump y también de nuestra propia “escoria europea” que, sin nada que ganar de nuestro sistema supuestamente democrático, se siente atraída por el populismo de derechas, que no, no los va a sacar de la pobreza, pero halaga su sentido de orgullo nacional, de defensa de los valores tradicionales, de rebelión contra ese fantasmagórico orden mundial neoliberal que pone sus vidas patas arriba y se ocupa de ellos aún menos que en el pasado. 

Cuando los burgueses de Estados Unidos enarbolaban la bandera de la libertad no pensaban en extenderla a sus oprimidos, que eran precisamente la base de su riqueza. Tendrían que llegar otras revoluciones –o la amenaza de revolución– para que muchos de los derechos conquistados por las clases pudientes se extendiesen a todos los ciudadanos –hombres blancos primero, más tarde mujeres y miembros de las minorías étnicas–. Cuando Trump anima a los estadounidenses a sacudirse el yugo de científicos, políticos y medios de comunicación, incluso de grandes magnates empresariales –con un cinismo digno de estudio–, no hace más que explotar el justificado resentimiento de millones de personas que apenas se han beneficiado del crecimiento económico de su país.

Hace pocos días resonaban en el Parlamento español gritos clamando «libertad». También en las calles y en las tertulias de ultraderecha se oyen voces contra la dictadura socialcomunista. Políticos que piden más policía y que defienden la ley mordaza se rasgan las vestiduras por la pérdida de libertades. Nos llaman a defendernos del Estado represor los mismos que ven bien convertir en delito de opinión la que atente contra sus convicciones y maniobran para retorcer la ley de forma que perjudique a sus contrincantes. 

Pero ya sabemos que cuando los privilegiados y sus voceros piden libertad, aunque a veces logren arrastrar a las masas, su preocupación es la de quien quiere ser libre para mantener sus privilegios, y eso siempre ocurre a costa de otros. Porque cuando dicen “libertad” de lo que hablan siempre es de “libertad de elegir”, por ejemplo, colegios a los que no van inmigrantes ni gente de pocos recursos, y también la del empresario que quiere hacer negocio con la educación concertada. Y precisamente quienes no pueden permitirse elegir, quienes no cuentan con los recursos para ello, deben financiar tal elección.

“Para la libertad, sangro, lucho, pervivo”, escribió Miguel Hernández, pero él no hablaba de la libertad de elegir, ni de la libertad de mercado, ese otro eufemismo que permite a los ciudadanos y países más poderosos adueñarse de los recursos ajenos; no hablaba de la libre competencia ni de la libertad de no pagar impuestos; él usaba una palabra que, sonando igual, significaba algo muy distinto de lo que quieren decir nuestros anarcoliberales patrios y con la que engatusan a los descontentos: la libertad de acceder a recursos materiales e intelectuales que permitan llevar una vida digna y decidir, ahí sí, lo que piensas, lo que sientes, lo que eres, y poder decirlo.

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Comentarios
  1. Enhorabuena Ovejero, un artículo muy oportuno -como siempre- y emocionante porque haces mención a algo que llevamos discutiendo mucho tiempo en casa «nuestro sistema supuestamente democrático» .
    En general todos los medios de información nos mencionan continuamente de nuestra democracia con una frivolidad increible, e incluso se atreven a cuantificarla como mas o menos democracia como si eso fuera posible.
    En mi opinión sería muy oportuno abrir un debate sobre que es la democracia.
    ¿ la democracia es sufragio universal?.

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