Sociedad

El muelle de Arguineguín o la improvisación como política migratoria

No existe en las islas una red estable de acogida ni un plan de actuación en materia migratoria, por lo que impera la improvisación.

Muelle de Arguineguín. EDUARDO ROBAINA

No hace mucho, el nombre de Arguineguín se daba a conocer entre la población más futbolera. De este pequeño pueblo costero de Gran Canaria salieron futbolistas de talla mundial como Juan Carlos Valerón y David Silva. Ahora, este lugar se le conoce por albergar uno de los mayores horrores humanitarios de este año.

La situación que se vive en el muelle del puerto de Arguineguín hace tiempo que llegó a su límite. Basta con pasearse por los alrededores para comprobarlo. En estos momentos, no existe en las islas una red estable de acogida ni un plan de actuación en materia migratoria, por lo que impera la improvisación política día a día.

El último ejemplo de la evidente descoordinación entre administraciones tuvo lugar el martes 17 de noviembre, cuando 227 personas fueron expulsadas del muelle por la policía. Fue entonces cuando pasaron a situación de calle, sin nada más que su pseudolibertad. Finalmente, cuando se acercaba la medianoche, fueron realojados en un hotel. Nadie sabe -o quiere decir- quién dio la orden de echarlos.

El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska ha anunciado que ya ha ordenado una investigación sobre dicha expulsión. «Se tomarán las medidas necesarias y si se observa que ha habido descoordinación, no tendré inconveniente en reconocerlo», ha asegurado.

Otra situación surrealista fue la que se vivió en la tarde del miércoles 18. Cerca de 200 personas, en su mayoría marroquíes, se desplazaron en barco desde Gran Canaria a Tenerife. Una vez allí, su intención era coger otro barco hasta Huelva. Sin embargo, se les impidió viajar porque carecían de documentación, afirman desde la Delegación del Gobierno en Canarias. Es decir: pudieron viajar sin ningún impedimento entre ambas islas, pero no así a la Península. La mayor parte del grupo acabó siendo realojada en un hotel, aunque muchos seguirán intentándolo hasta conseguirlo.

Ese mismo día, Interior activó el primer traslado desde el muelle hasta la capital grancanaria, donde se ubica el nuevo Centro de Atención Temporal a Extranjeros (CATE), situado en terreno militar cedido por Defensa, gestionado por Interior y custodiado por Unidades de Intervención Policial. En total, se llevaron a más de 200 personas, a las que van sumando nuevos grupos cada día con el fin de aliviar las aglomeraciones del muelle.

La prensa ha sido obligada a alejarse 10 metros más del lugar desde donde se les permitía informar desde que se desató la crisis en el muelle de Arguineguín. EDUARDO ROBAINA

El muelle no baja del millar de personas

El jueves, el conocido ya como campamento de la vergüenza, amanecía tranquilo, algo poco habitual en los últimos días, aunque con una novedad importante para la prensa. A diferencia de jornadas atrás, la zona donde periodistas, fotógrafos y cámaras desarrollaban su trabajo ha pasado a estar 10 metros más alejada. Ahora, la primera zona, donde se ubica el punto de control policial, está habilitada únicamente para los abogados y abogadas de oficio. Este no es el primer caso de intento de dificultar el trabajo de la prensa. Semanas atrás, se impidió a los medios poder estar siquiera en la zona del muelle, aunque acabaron rectificando.

Actualmente, la zona del muelle alberga a más de 1.334 personas, cifra que rara vez se mantiene actualizada más allá de unas horas. Días atrás, ese mismo lugar reunía su pico máximo, con más de 2.600 personas hacinadas en apenas unos metros. Una situación que hacía que no hubiese espacio físico para más gente, realidad que ha podido comprobar en la jornada de hoy Iñigo Vila, responsable de la Unidad de Emergencias de Cruz Roja Española.

Vila confirma que existe una evidente «dificultad» en cuanto al espacio físico y la operativa. Ante esta situación, se vieron obligados a desmontar las tiendas de duchas que tenían para que se pudieran asear los migrantes a su desembarco.

La anterior vez que Vila estuvo en el muelle fue hace dos semanas. Desde entonces, las condiciones no han dejado de ir a peor: «Hace 15 días todavía teníamos la oportunidad de entrar con un furgón hasta el final del muelle para agilizar el reparto de comida», se queja. Todos estos condicionantes hacen que el cansancio haga aún más mella en el personal de Cruz Roja, apunta Íñigo Vila, que hace hincapié en que «no es una cuestión de carga de trabajo, sino que el espacio no reúne las condiciones para poder atender de forma básica a las personas».

Para hacerse una idea de la gravedad de lo que está sucediendo en Canarias, en España, en Europa, basta con comparar dos datos. El Instituto Nacional de Estadística (INE) registraba en 2019 un total de 2.309 habitantes en Arguineguín. En varias ocasiones en los últimos días, en el pequeño espacio que conforma el muelle del puerto de Arguineguín -con una superficie de aproximada de 3.500m²-, ha habido allí hacinadas más personas que las que viven en todo el pueblo.  

Sin una red de acogida estable

El muelle de Arguineguín es el primer terreno firme que ven las personas tras ser rescatadas en alta mar por Salvamento Marítimo. Una vez son desembarcadas, la primera atención humanitaria la realiza Cruz Roja. Durante este proceso, explica Iñigo Vila, se les toma temperatura, se les realiza una auscultación básica y se les entrega un juego de ropa e higiene, así como algo de comida. Una vez superado este momento, quedan en custodia policial a las órdenes del Ministerio de Interior, máxima autoridad en el lugar.

En la teoría, el plazo máximo legal que pueden estar retenidas es de 72 horas. Sin embargo, rara vez se cumple. Luego, pasan al sistema de acogida, donde se evidencia nuevamente la falta de coordinación y planificación. En la actualidad, es el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones el encargado de dar alojamiento a todas estas personas. Ante la falta de espacios, el Gobierno ha echado mano de alojamientos turísticos cerrados por la crisis derivada de la pandemia.

Según el Ministerio que dirige José Luis Escrivá, en estos momentos tienen contrato con 17 hoteles en distintas islas que dan cobijo a unas 6.000 personas. Al igual que el muelle de Arguineguín, esta iba ser una solución provisional, lo que ha hecho que la patronal del sector exija que sean desalojados los hoteles y apartamentos para volver a su uso turístico.

Sylvanus Kamara a las puertas del alojamiento turístico que ejerce de centro de acogida. EDUARDO ROBAINA

Una de las personas que está en uno de esos alojamientos turísticos es Sylvanus Kamara, de 22 años y natural de Sierra Leona. Llegó al muelle de Arguineguín el 17 de octubre, y allí pasó ocho días, cinco más del máximo que según Marlaska no se sobrepasa. Luego, ha estado en distintos alojamientos turísticos. 

El joven africano huyó de su país como lo hacen todos los que deciden jugarse la vida en el mar: por un futuro mejor, aunque eso suponga estar lejos de su familia, de su calles, de sus costumbres, de la vida que conocen. Está sentado en un muro cercano a donde, ahora por fin, duerme bajo techo y en una cama. Lleva una camiseta, de la Unión Deportiva Las Palmas, un histórico del fútbol español. No es un gesto casual. Ya conocía al conjunto amarillo, del que es fan y veía por la tele desde su casa. Ama el fútbol, y añora volver a ponerse las botas, como hacía cuando jugaba en las categorías inferiores de la selección nacional de su país. A diferencia de la mayoría de las personas que arriban a las islas, que desean continuar su viaje por la península y Europa, él quería venir hasta aquí: «Ahora quiero quedarme en la isla«. Dice que «es una gran tierra que le recuerda a África».

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