Opinión

La inocencia de las imágenes sensibilizadoras

El periodista Youssef M. Ouled critica el tratamiento mediático de las imágenes sobre personas migrantes que suelen aparecer en los medios de comunicación: "Siempre enfocados como víctimas, sin prestar demasiada atención a sus verdugos"

Playa del Tarajal (Ceuta). YOUSEFF M. OULED

Llevamos años viendo en los medios de comunicación imágenes de migrantes africanos flotando en el agua al hundirse sus barcazas en el Mediterráneo, ser disparados por la Guardia Civil, viendo cómo las concertinas desgarran su piel. ¿Sirven esas fotografías para sensibilizar y concienciar? ¿Han generado una alarma social que impulse cambios políticos? ¿Contribuyen los periodistas a informar o comunican las consecuencias de unas lógicas políticas y económicas sin atender las causas e intereses que las generan?

Son preguntas que surgen cada vez que los medios nos inyectan a la hora de la comida y de la cena una sobredosis de imágenes de cuerpos no blancos violentados con el fin de ‘sensibilizar y concienciar’. Y estos días, ante la numerosa llegada de migrantes a Canarias a través de una de las rutas más mortíferas que les queda a quienes huyen del hambre y las guerras que otros provocaron, han ocupado nuestras pantallas para afectar a nuestras emociones, al menos durante unos segundos. “¿Hay alguna imagen que hayamos visto más en nuestra vida que las de personas negras sufriendo, muriendo y ya muertas?”, se pregunta en Twitter el periodista Moha Gerehou. Más que sensibilizar, se nos ha insensibilizado.

El doctor en Lingüística Mohamed El Madkouri señala que “el papel de los medios de comunicación en la configuración de imágenes y de la representación del objetivo de la noticia es insuperable por cualquier otro, por su prontitud y alcance”. El discurso, entendido como un proceso comunicativo que usa el lenguaje escrito, visual o verbal, juega un papel fundamental en la conformación de ideas, prejuicios y estereotipos. No solo hablamos de formas de interacción, transmiten significados que influyen en los valores y creencias que tenemos sobre Nosotros y el mundo que nos rodea.

Los medios son una fuente primaria de conocimiento. La sociedad en general alude a la televisión o al periódico para reafirmar y justificar sus opiniones. “La repercusión de los medios obliga en muchas ocasiones a tomar decisiones políticas”, continúa El Madkouri. Sin embargo, esto no sucede en la política migratoria, independientemente del color del gobierno, lo que nos lleva a replantearnos la manera en la que se informa. Cuestionar el sensacionalismo de las imágenes para que no acaben sirviendo a otros intereses y normalizando la violencia que describen.

Con frecuencia, los medios nos hablan de ese Otro (no occidental), como un grupo ajeno a Nosotros (occidentales), enfatizando las diferencias de apariencia o de cultura, en un proceso que solo nos permite ver a través de la lente de la desigualdad y borra toda similitud, toda empatía. En general, ese Otro (migrante y racializado) es construido, primero como un sujeto pasivo, sin voz ni agencia política, al que hay que salvar, y segundo, como un sujeto asociado con todo lo negativo: el hambre, la guerra, la violencia, el crimen, la muerte, etc. Lo más positivo que encontramos en el tratamiento mediático es una postura paternalista en la representación. Siempre enfocados como víctimas, sin prestar demasiada atención a sus verdugos.

A lo largo de estas últimas décadas, las imágenes de esos cuerpos han servido para reforzar su deshumanización. “Un inmigrante salva a un hombre”, titulaba Antena 3 en su informativo. Tiempo después, utiliza una ilustración que señala un foco de contagio por COVID-19 en Cartagena, los datos que lo acompañan son: “9 inmigrantes y 70 personas”. “El 1,5% de los inmigrantes que llega en patera a la costa andaluza, positivo en COVID”, titulaba la semana pasada El Mundo.

Esta mirada sensacionalista, estereotipada y paternalista, moldea el imaginario social y altera la percepción que se tiene en la sociedad. Se suele pensar que la vía principal de acceso de la migración es a través de pateras; sin embargo, la mayoría de las entradas anuales en península son de personas latinoamericanas, en un porcentaje muy superior al de africanos. Esto permite sostener el relato de la Industria del Control Migratorio, que genera pingües beneficios a las grandes multinacionales de este país. Sucede lo mismo cuando se habla de islam, la sobreexposición informativa e iconográfica lleva a la sociedad española a creer que hay un número de población musulmana muy por encima del real. La criminalización hace el resto.

“A nosotros/as, los/as que hemos pasado por esto, nos vuelve a remover y no conseguimos terminar con el duelo. Respetad nuestras sensibilidades y sobre todo, la dignidad de esas personas y sus familiares”, apunta también en sus redes sociales Sani Ladan, africanista de origen camerunés y especialista en migraciones. Apunta a quienes difunden esas imágenes sin preservar la identidad de los afectados, rostros de menores, de hombres y mujeres extenuados, heridos, con graves problemas de salud debido a la travesía o directamente, cuerpos sin vida. La autocensura a la hora de publicar imágenes de europeos blancos en situaciones que atentan contra su dignidad humana “para no herir sensibilidades”, se compensa con la sobreexposición de los rostros de las personas no blancas. “Las imágenes no son inocentes y condicionan nuestra manera de ver el mundo y de aceptar las reglas del juego sin necesidad de entenderlas”, explica el politólogo y filósofo Saiba Bayo, en un texto donde desgrana “la colonialidad de la imagen”.

Acostumbradas a asociar África y el resto del Sur global con esos cuerpos famélicos, sin vida, desvestidos, polvorientos… conformamos una imagen que justifica la subordinación misma de esos países frente a una Europa que conserva una imagen de vitalidad y bonanza. “Llevamos años pidiendo, en vano, que os enfoquéis en las causas reales y estructurales de la inmigración para incidir en vuestros respectivos países”, reitera Ladan. Las muertes en el Mediterráneo –Aylan, Lampedusa, Lesbos, las imágenes de los CIE, de las redadas policiales, los vuelos de deportación…– son consecuencias. Las migraciones no son “movimientos naturales” ni azarosos como se suele repetir, son unidireccionales, del Sur al Norte Global, resultantes de procesos imperialistas, coloniales y extractivistas que vienen desarrollándose desde hace siglos. La población africana o latinoamericana no reside en este país por una cuestión arbitraria.

El sentimiento de pena y lástima que nos generan esas imágenes impide pensar en toda causalidad, el sensacionalismo y el morbo de la imagen violenta priman por encima de la función fundamental del periodismo: hacernos pensar. No obstante, no debemos dejarnos llevar a engaños, como señala Bayo, “las imágenes no son inocentes y el uso que se hace de ellas determina las relaciones de poder”. Los migrantes ponemos el cuerpo, y nuestra muerte, evitable por ser consecuencia de políticas de los estados, es la única a la que se ponen cámaras y focos. Una muerte que se ha convertido, exclusivamente, en un espectáculo de consumo cotidiano para miradas inocentes que las observan mientras se sientan a la mesa.

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Comentarios
  1. Verdad, más que sensibilizar se nos ha insensibilizado.
    El poder para cambiar el mundo está en la ciudadanía consciente y responsable, pero ésta, entre los 7.700 millones que poblamos el Planeta, es una pequeñísima minoría.
    Nosotros no deberíamos permitir a nuestros respectivos gobiernos que inviertan un céntimo en armas, no deberíamos permitir la alianza con la mundial organización terrorista OTAN, deberíamos exigir que, en lugar de invadir so falsos pretextos y saquear países, se invierta en proyectos de desarrollo así como en educación, salud, ect.
    También a lxs emigrantes les pediría que luchen por su país, con la ayuda internacional, para hacerlo más justo y pacífico.
    Según el filósofo francés Serge Latouche, en Africa la juventud ha abandonado la ilusión por llevar a cabo proyectos de desarrollo por la ilusión de vivir como en los países capitalistas. El mal ejemplo otra lacra más de la dictadura capitalista.

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