Cultura

Un hombre y un cowboy

"Es un libro fronterizo en cuanto al género. Donde, además, el protagonista de los cuentos, se parece al propio autor, un ingeniero de minas", señala Aroa Moreno Durán

Basilisco
Jon Bilbao
Páginas: 320 
Impedimenta. Madrid, 2020

Me sumergí en el libro de Jon Bilbao (Ribadesella, Asturias, 1972) con el juicio previo, es decir, con el prejuicio, de que era nada más, y nada menos, que un libro de relatos del Oeste. En esta casa hubo un tiempo en que se leyó mucho western. Me gustaba del western clásico su desquicie de moral, ese precio bajo de la vida, el monumental paisaje sin más ley que la de la naturaleza y el hombre solitario a la conquista de algo, a veces, de sí mismo. Pero uno avanza entre los dos territorios de sus páginas, entre sus dos tiempos y acaba con una sensación de que Basilisco va más allá de capítulos autoconclusivos, de relato, de un cuento detrás de otro. No solamente porque Bilbao narra pasajes de la vida de esos dos hombres que vuelven a aparecer repetidamente en los distintos capítulos, sino porque aunque también todo el libro parece un pasaje de algo mayor, al cerrarlo te queda entre las manos un hilo, un mecanismo infalible que se ha ido tensando. La literatura está ahí y lo demás era esa necesidad nuestra de etiquetarlo todo. 

Basilisco, editado por Impedimenta, es un libro fronterizo en cuanto al género. Donde, además, el protagonista de los cuentos que se narran en la época actual se parece al propio autor, un ingeniero de minas de Ribadesella que vive en Euskadi. Pero también ese terreno lo dinamita la escritura. Da igual que Bilbao preste a uno de los personajes rasgos de su propia vida, que yo misma desconocía hasta leer después su biografía, o que haya querido que sea un trasunto de sí mismo, lo que sea que haya de él al lector no le importa, aparece sumergido, absorbido por la trama y el ritmo de la ficción e insertado en el pacto que uno hace casi involuntariamente cuando comienza a leer. 

Son varios los vasos comunicantes que se tienden entre los dos tiempos literarios y sus protagonistas, John Dumbar, veterano de la Guerra de Secesión y pistolero, un perfil duro, y ese narrador de hoy, el ingeniero escritor ensimismado en su búsqueda, y entre los cuatro relatos que transcurren entre el lejano oeste del siglo XIX y los que forman parte de la trama actual. Pero el tema que se me impone en la lectura es esa épica perdida y a veces necesaria que devuelve a la vida su peso exacto, lo que lleva al lector a cuestionarse asuntos tan actuales como la masculinidad y la frustración que a veces sujeta la búsqueda de la esencia de lo que es y será uno mismo, en este caso, unos hombres. Y con estas preguntas, surgen las dudas sobre otras convenciones que importaron antes y ahora: la familia, las relaciones que uno tiende con quienes le rodean, la descendencia y esos interrogantes que son graves porque sus respuestas son a veces inesperadas como el disparo rápido de un Colt. 

En uno de los relatos más angustiantes, el escritor se lleva a su hija y su sobrina al mar durante una estancia en una isla. Naufragan y pasan la noche flotando bajo la luna. El esfuerzo para no perder a ninguna de las niñas sobrepasa un límite y el hombre pierde a su sobrina en la oscuridad. En otro, los hermanos Dumbar, desentierran el cadáver de su propia madre para arrancarle un anillo. En Protagonista, una madre arroja a su hijo en una página final inesperada una serie de verdades que lo tumban. “¿Estaba oyendo llorar a mi padre?”, se pregunta el escritor. En Basilisco, Dumbar aprieta el gatillo y dispara sobre el pecho y sobre la cabeza de una prostituta. Escribe Bilbao en otro de los cuentos: “Su enfado, la fatiga y el asco venían causados por sentirse, desde hacía demasiado tiempo, instrumento de quienes lo rodeaban, y también de antes, invisibles y desconocidos, pero de influencia innegable”. Hombres enfadados y algo hartos de sí mismos y sus decisiones, hombres frustrados frente a su propio carácter y fragilidad. 

En el último relato, Hacia el nido de la araña, el escritor excava en una cueva que hay en la casa familiar. No busca metales preciosos, pero encuentra algo primigenio y esencial, algo que será radicalmente transformador, pero los lectores solo podremos intuir cuál era la pregunta que se hacía antes del descubrimiento y cuál será la respuesta. Bilbao, con una prosa sutil y precisa, solo iluminará el techo de esa cueva y volverá después a apagar la luz y a dejarnos a oscuras.

Crítica publicada en #LaMarea68. Puedes conseguirla aquí o suscribiéndote a la revista.

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