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El penúltimo acto de Donald Trump: guerra total a la democracia
Pronto podremos ver si el discurso de Trump ha sido una exhibición de fuegos artificiales para definir su rol de ganador que ha perdido injustamente o la antesala de un movimiento antidemocrático con la intención de perpetuarse en el poder.
Jueves 5 de noviembre de 2020, seis y media de la tarde, en la Casa Blanca. Donald Trump ha convocado a la prensa para ofrecer su segundo discurso después de la jornada electoral del martes. En el primero se proclamó vencedor a pesar de que el recuento no se había completado y de que ni siquiera los datos provisionales mostraban una victoria del actual presidente. Cuando Trump está a punto de comparecer ante los periodistas, Joe Biden tiene asegurados 253 votos electorales y él, 213.
Para ganar las elecciones presidenciales en Estados Unidos se necesitan 270 votos electorales. Momentos antes del discurso del presidente, Biden lidera los recuentos de Arizona y Nevada, resultado que, en caso de confirmarse, le daría los 17 votos que le faltan para ganar la contienda electoral. Trump, por su parte, encabeza los recuentos de Carolina del Norte, Georgia y Pensilvania, pero la suma paulatina de los votos por correo empieza a reducir su margen de victoria en los últimos dos Estados.
Trump ha dedicado buena parte de su campaña electoral a denunciar el fraude que, según él, iba a tener lugar mediante el voto por correo. De hecho, este método de participación electoral ha sido despreciado sistemáticamente por el presidente, mientras que Biden ha apostado por fomentarlo con el fin de ganar el apoyo de aquellos votantes del Partido Demócrata que, debido a la pandemia, preferían no acercarse a los colegios electorales. Esta disparidad de estrategias respecto al voto por correo explica que los sobres postales incluyan en la mayoría de condados mucho más apoyo para el candidato Biden que para el presidente Trump.
A medida que se iban conociendo los resultados de una parte del voto por correo, los especialistas en datos empezaban a hablar abiertamente de la probable victoria de Biden en Pensilvania -cuyos 20 votos electorales supondrían la presidencia sin necesidad de ganar ningún otro Estado*- y de un recuento muy igualado en Georgia.
Trump se ha convencido a sí mismo de que los nuevos datos del recuento forman parte de una conspiración contra él y quiere convencer a los estadounidenses que siguen su comparecencia en directo de que todo marcha tan mal como él ya había predicho. Las primeras palabras de su discurso quedarán para la Historia:
Buenas tardes. Quiero facilitar a los americanos una actualización sobre nuestros esfuerzos para proteger la integridad de estas elecciones 2020 tan importantes. Si cuentan los votos legales, yo gano fácilmente. Si cuentan los votos ilegales, ellos pueden intentar robarnos las elecciones.
Votos ‘ilegales’
Las habituales mentiras y estridencias presidenciales de los últimos cuatro años no pueden equipararse a lo que acaba de suceder. El presidente de los Estados Unidos habla abiertamente de «votos ilegales» y acusa sin medias tintas a las autoridades encargadas del recuento, con especial mención para las de Pensilvania y Michigan, de fraude electoral. Lo hace sin prueba alguna, tan solo con una larga lista de supuestas irregularidades, la mayoría de las cuales son objetivamente falsas o meras insinuaciones. «Ha habido muchos chanchullos y no podemos tolerar esto en nuestro país. Muchas gracias», añade para concluir su discurso, antes de salir de la sala de prensa sin responder a las preguntas de los reporteros.
Las palabras de Donald Trump alarman pero no sorprenden. En las horas previas a un discurso históricamente vergonzoso, el presidente había publicado en Twitter mensajes en mayúsculas con los eslóganes «STOP THE COUNT!» («¡Paren el recuento!») o «STOP THE FRAUD!» («¡Paren el fraude!»). Después de su discurso, continúa defendiendo la teoría del fraude en su red social favorita con mensajes como «¿Dónde están los votos perdidos de los militares en Georgia? ¿Qué ha pasado con ellos?».
I WON THIS ELECTION, BY A LOT!
Este sábado, 7 de noviembre, ante la confirmación de que el recuento en Pensilvania daba la presidencia a Joe Biden, Trump ha insistido con otro mensaje: «I WON THIS ELECTION, BY A LOT!» («He ganado estas elecciones. ¡De mucho!»). Además, ha publicado un comunicado en el que acusa a Biden de «correr para hacerse pasar falsamente por el ganador». Según Trump, Biden y «sus medios aliados (…) no quieren que la verdad vea la luz». En este texto avanza que desde el lunes iniciará una campaña en los juzgados para impugnar el resultado de las elecciones y advierte que no descansará «hasta que los estadounidenses tengan el recuento de votos honesto que merecen y que la democracia exige».
La campaña en Twitter a favor de una narrativa de apariencia revolucionaria y de defensa de la democracia con el fin último de no reconocer los resultados de una votación cuenta con otros altavoces de importancia. Estos últimos días, ha destacado el papel del hijo del presidente, Donald Trump Jr, que pocos minutos antes del referido discurso de su padre publicaba: «Lo mejor para el futuro de Estados Unidos es que Donald Trump vaya a la guerra total por estas elecciones para destapar todo el fraude, engaño, votantes muertos o no residentes, que han ocurrido por demasiado tiempo. Es el momento de parar este caos y dejar de parecer una república bananera».
Los mensajes que apoyan la teoría de los Trump y que aportan supuestas pruebas de fraude se cuentan por decenas de miles en las redes. Se trata, más allá de cualquier legítima denuncia que pueda presentarse ante las autoridades judiciales, de afirmar categóricamente que las elecciones han sido manipuladas, solo -eso sí- en los Estados en los que Trump ha perdido. Ante tal atropello electoral, según la perspectiva del presidente, la «guerra total» propuesta por su hijo parece la única vía posible para -paradójicamente- salvaguardar la democracia.
Nueva estrategia
Desde este jueves, la estrategia del equipo de campaña de Trump se centra en tres ámbitos: bombardear las redes sociales con decenas de supuestas pruebas de fraude que refuerzan el relato del presidente, iniciar acciones legales para que los tribunales invaliden los votos que considera ilegales y movilizar a sus seguidores en la calle, en lo que se presenta como un movimiento de defensa civil contra el fraude electoral.
Como ha comprobado sobre el terreno la periodista de La Marea Patricia Simón, no son excepción los seguidores de Trump que están saliendo a la calle armados con pistolas y fusiles, como ya pasó durante las protestas por la muerte de George Floyd y el movimiento Black Lives Matter. En sentido contrario, está surgiendo un movimiento de protesta ante los planteamientos de Trump, bajo el lema Every Vote Count, Count Every Vote («Todos los votos cuentan, cuenten todos los votos»).
La reacción de Donald Trump ante su más que probable derrota es causa de dos potenciales peligros: el conflicto civil en las ciudades y pueblos en los que supuestamente ha tenido lugar el fraude electoral y los intentos de perpetuación en el poder por parte del presidente. Si bien ambos peligros están estrechamente ligados, en el terreno de lo material, la primera amenaza parece ahora la más real e inminente.
No obstante, en el terreno de lo teórico, la segunda amenaza es la que puede tener mayores consecuencias a medio y largo plazo. Son notorias las voces que advierten de la peligrosa deriva de Trump. El senador demócrata Bernie Sanders, por ejemplo, ha tildado al presidente de «demagogo» que quiere «destruir nuestra fe en la democracia y llevarnos hacia el autoritarismo».
En las próximas semanas, podremos ver si el discurso de Trump ha sido una mera exhibición de fuegos artificiales para definir su rol de ganador que ha perdido injustamente o la antesala de un movimiento antidemocrático con la intención de perpetuarse en el poder. No obstante, lo que ya es evidente es que su reacción es una nueva lección y herencia para las ultraderechas europeas. Desde su victoriosa campaña electoral de 2016, el discurso del líder estadounidense se ha convertido en referente para los partidos de extrema derecha en Europa, Vox entre ellos.
La facilidad con la que Trump ha convencido a millones de personas, sin necesidad de pruebas, de la existencia de un fraude electoral -que curiosamente ya había anunciado antes de que ocurriera- puede ser su último legado para aquellas organizaciones políticas europeas que flirtean con ideas autoritarias. Gane quien gane las elecciones en Estados Unidos, gobierne quien gobierne el país a partir del mes de enero, la influencia de la manera de hacer política de Trump en el impulso y la normalización de partidos con propuestas antidemocráticas en Europa es, desde 2016, evidente y, ahora, se ve reforzada con un argumento aún más reaccionario.
En clave española, los discursos de Santiago Abascal durante la última moción de censura al presidente del gobierno en el Congreso de Diputados fueron un ejemplo más del éxito de este movimiento político internacional que violenta los pilares del sistema democrático con propuestas y estrategias contrarias a los derechos fundamentales.
En este sentido, el penúltimo acto de Donald Trump debe leerse también en clave europea.
*A primera hora de la tarde del 7 de noviembre -hora española- se confirmaba la victoria del Partido Demócrata en Pensilvania y Biden se declaraba presidente electo de EE.UU.