Sociedad
Odiar al patriarcado
Medios de comunicación y sectores conservadores han desplegado una polémica en Francia contra la activista y concejala Alice Coffin y su libro 'Le génie lesbien', a la que acusan de odiar a los hombres.
«Me he pasado la vida amando películas que a veces me odiaban». Lo dijo la guionista y directora de cine Céline Sciamma en una entrevista a propósito de su película Retrato de una mujer en llamas. No demasiados hombres han verbalizado de manera explícita y pública su odio contra las mujeres –con estas exactas palabras–. Otros sí; pero no ha hecho falta. No solo lo han expresado a través de múltiples obras misóginas sino también con su forma de tratar a compañeras, profesionales y parejas afectivas en un mundo en el que prácticamente han dominado cada rincón.
A las mujeres les está prohibido generalizar y exagerar –o lo que sea que se considere exagerar cuando de lo que se trata es de señalar al sistema patriarcal–. Lo recuerda Alice Coffin en su recién publicado libro, Le génie lesbien (Grasset, 2020), por el cual en las últimas semanas se ha desplegado la polémica en Francia. Coffin es activista lesbiana y ha trabajado como periodista en varios medios. Desde este verano, también es concejala en el Consejo de París con el grupo ecologista París en Común – Ecología para París.
El motivo de los ataques contra la autora no es otro que, precisamente, haber señalado al sistema patriarcal y explicar las consecuencias de la masculinización del poder cultural y político, no solo en Francia. Esta semana, en España, el Ministerio de Cultura y Deporte presentó un avance del I Informe sobre la aplicación de la Ley de Igualdad en el ámbito de la cultura en España y los datos son pésimos en cuanto a presencia y representación de las mujeres. Los hombres ocupan el 82% de las direcciones artísticas y gerenciales, mientras que las mujeres suponen solo el 18% de estas. A esto le suman barreras internas y otras discriminaciones hacia las mujeres, como la brecha salarial.
Es de esto, del dominio masculino, de lo que Coffin habla en su libro. Sin embargo, de Le génie lesbien ha trascendido lo justo para acusar a la activista de odiar a los hombres. Coffin cuenta que no lee libros escritos por hombres, ni ve sus películas ni tampoco escucha su música. O, al menos, lo intenta desde hace un tiempo. A través de lo que parece una decisión política, propone, de hecho, borrar a los hombres de nuestra mente, de nuestras imágenes, de nuestra representación –porque ella, dice en su libro, sí va a generalizar–. «Lejos de privarse de decir las mujeres, los hombres se autorizan incluso, sin vergüenza, a decir con frecuencia la mujer, así que yo diré los hombres«, argumenta.
Sus palabras no han sentado especialmente bien a sectores más conservadores: el Instituto Católico de París la cesó como docente para el curso vigente por considerar que su nueva actividad activista va en contra de los valores de esta Universidad. La periodista Sonia Mabrouk le planteó en su programa de radio en Europe1 si no es esto «una forma de totalitarismo» y «oscurantismo» y la ex ministra Marlène Schiappa la acusó de defender «un apartheid«.
Según Coffin, «lo que los hombres producen es la extensión de un sistema de dominación. […] El arte es una extensión del imaginario masculino. Ellos ya han invadido mi mente. Yo me cuido evitándolos». Una idea que ya había desarrollado en entrevistas anteriores y que consiste en renegar de la mirada de los hombres porque «a menudo nos fija en un rol, una imagen, que no hemos elegido», decía hace un año en un «especial mujeres» de National Geographic. Esa mirada ha sido durante mucho tiempo –y todavía lo es en ciertos espacios– la universal. Los hombres representan lo neutro, decía Simone de Beavoir y Coffin lo replica; pero eso también significa que las mujeres son «el otro».
Más allá de estas conclusiones, las más llamativas de su libro, y que, por ende, han desatado los ataques –Coffin también ha sufrido acoso en redes sociales–, la autora desgrana una estrategia de desprestigio, ninguneo y violencia que, según ella, constituye una guerra de los hombres contra las mujeres. La activista, que ha formado parte del grupo de acción feminista La Barbe, reconoce al mismo tiempo que no le gusta utilizar un vocabulario bélico pero que lo hace con un claro objetivo: visibilizar lo que considera una situación grave de desigualdad.
Los feminicidios «son un Bataclán por año»
Como presagio a las críticas, Coffin reproduce en Le génie lesbien una frase de la socióloga francesa Christine Delphy, confundadora del Movimiento de Liberación de las Mujeres: «Cuando una feminista es acusada de exagerar es porque está en la buena dirección». No es desde la exageración desde donde la activista escribe, sino más bien desde el enfado: el hartazgo que relata en su libro a través de experiencias propias y cercanas. Por ejemplo, de los asesinatos machistas dice que «son un Bataclán por año» y se pregunta por qué por ellos no se declara un estado de emergencia.
Coffin es confundadora de la Conferencia europea de lesbianas y de la Asociación de periodistas LGTB en Francia; militancias que le han llevado a participar en numerosos debates sobre la PMA –siglas de procreación médicamente asistida, una práctica legal de la que el Gobierno francés todavía excluye a las parejas de mujeres que deseen ser madres y a las mujeres solas–. Para la activista, este es otro ejemplo de cómo el poder político limita cualquier experiencia de la que se excluya a los hombres. Este verano, la Asamblea Nacional francesa acordó revisar el proyecto de ley de bioética por el que se permitiría la PMA a todas las mujeres y no solo a las que tengan una relación con un hombre.
La prensa ha tardado poco en comparar a Coffin con Virginie Despentes y su Teoría King Kong. Es lo que tiene escribir desde el enfado –cuando para las mujeres está condenado enfadarse– tras haber sufrido y presenciado cómo el sistema patriarcal –masculino, blanco, heterosexual– castiga cualquier manifestación que salga un mínimo de sus normas impuestas.