Política
Albert Solà: “Felipe tiene todo mi apoyo”
Albert Solà afirma ser el hijo primogénito del rey Juan Carlos y asegura que su vida quedó marcada por el silencio en torno al monarca.
Albert Solà nació en Barcelona en 1956, el mismo año en que Juan Carlos I disparó y mató por accidente a su hermano menor Alfonso de Borbón. El entonces príncipe Juan Carlos tenía 18 años y todavía faltaban 20 más para que ocupara la jefatura del Estado por deseo expreso de Franco. Durante décadas, los medios de comunicación españoles guardaron silencio ante cualquier asunto que pudiera manchar la imagen del monarca, incluidos sus supuestos líos amorosos y escándalos de corrupción. Solà se siente víctima de ese silencio: asegura ser el hijo primogénito del rey Juan Carlos. Durante la entrevista que concede el pasado septiembre a La Marea, dibuja su vida como un camino marcado por las mentiras, las incógnitas y, sobre todo, el silencio. “Felipe tiene todo mi apoyo”, deja claro Solà.
Esta semana, el diputado de Bildu Jon Inarritu denunció en público que la Mesa del Congreso está poniendo trabas a la tramitación de una pregunta parlamentaria en la que pide al Gobierno que confirme o desmienta si Solà es hijo del rey emérito, tal y como revela la supuesta prueba de ADN publicada a finales de 2019 por el laboratorio Neodiagnostica, y realizada en 2007 a partir de una muestra que, según la versión de Solà, pertenece al rey Juan Carlos, y que habría sido obtenida a partir de una copa. Bildu también pregunta qué pasaría de confirmarse que Solà es el primer hijo de Juan Carlos, ya que la Constitución señala que la corona es hereditaria y ha de recaer en el primogénito varón del rey. Recientemente, Bélgica vivió un episodio similar: a principios de 2020, la Justicia belga reconoció a una hija que el rey Alberto II tuvo fuera de su matrimonio y le otorgó el título de princesa y el derecho a usar el apellido real.
Solà es un hombre cercano y accesible a cualquiera que se interese por su historia. Vive en La Bisbal de l’Empurdà (Girona), donde sirve copas y cañas en un bar llamado El Drac. Goza del respeto y cariño de los vecinos y vecinas, que le conocen por su apodo, el Monarca. De ahí el título de su libro autobiográfico, El monarca de La Bisbal (Penguin Random House). Todavía –afirma– se sorprende de recibir más llamadas de periodistas extranjeros que nacionales.
Al otro lado del teléfono, Solà repasa su historia con la firmeza de quien lleva años atando cabos. «Mi padre, a su manera, me ha protegido», explica. En su tono y su forma acelerada de expresarse hay numerosos matices. El entrevistado habla con una mezcla de seguridad y temor, bastante frecuente en algunas personas de origen humilde que, ante un atropello o una injusticia, saben discernir lo correcto de lo inaceptable; pero, al mismo tiempo, son conscientes de su posición de desventaja en lo más bajo de la pirámide.
Según el relato de Solà, su madre biológica es la aristócrata catalana Anna Maria Bach Ramon, con quien Juan Carlos de Borbón habría tenido un romance. Solà denuncia que, tras el parto, unas enfermeras le quitaron el niño a la joven y se lo llevaron a Ibiza. Le dijeron –sostiene– que su hijo había nacido enfermo e iba a morir. El único asidero legal que ahora tiene Solà para que se esclarezca su historia es la nueva ley de bebés robados durante el franquismo, que fue admitida a trámite en junio de este año por el Congreso con el voto favorable de todos los partidos, excepto Vox. “Eso podría obligar al rey Juan Carlos a hacerse la prueba de sangre, porque cuando yo nací el rey no era inviolable, solo un joven tutelado por Franco”, explica.
Albert Solà pasó sus cinco primeros años de vida en Ibiza. En 1961 le trasladaron al Palacio Real de Pedralbes, en Barcelona, donde le tuvieron “escondido” hasta que cumplió los ocho años, según cuenta. El entrevistado dice que recuerda los interiores del palacio, sus jardines, incluso a la profesora que le impartía clase a él solo. De esa época mantiene la incógnita sobre quién era una mujer alta, rubia, de pelo acanalado y bien vestida, siempre con chaqueta y falda, beige y amarillo: “Me traía juguetes, me daba abrazos y estaba mucho tiempo conmigo”.
En 1964, con ocho años de edad, Solà cuenta que fue dado en adopción a una familia humilde de Sant Climent de Peralta, a 30 kilómetros de Girona. Los padres adoptivos cuidaban una masía propiedad de un conocido oftalmólogo catalán, Jaime Vilahur. Cuenta el supuesto primogénito del rey Juan Carlos que una de las hijas de Narciso de Carreras, abogado y empresario franquista (llegó a ser presidente del Barça y acuñó el lema ‘més que un club’), lo visitó en su bar y le contó que había encontrado cinco cartas firmadas por Narciso de Carreras (su padre) y Carmen Polo, esposa de Franco. En ellas, supuestamente, daba la orden de cuidar y proteger al niño y se explicaba que iba a ser dado en adopción a una familia de Sant Climent Peralta. “Franco intervino en mi caso”, asegura Solà.
Pasó su infancia y juventud con unos padres que le quisieron, pero nunca le explicaron el runrún de movimientos extraños a su alrededor. Cada tres meses desfilaban por su casa el sacerdote, el alcalde, algún militar y otros representantes de las fuerzas vivas para ver cómo estaba. También ellos guardaban silencio. Sus padres adoptivos eran pobres, pero a veces le hacían regalos que no se correspondían con su poder adquisitivo. En casa nunca tuvieron coche, pero desde joven Solà tuvo moto y otros pequeños lujos.
Fue en el servicio militar donde empezó a descubrir sus supuestos orígenes. Corría el año 1978, Solà empezaba la ‘mili’, en España se aprobaba la Constitución y su supuesto padre biológico se consolidaba como rey modélico. Solà no tuvo una ‘mili’ cualquiera. Desde el principio fue asignado en puestos y lugares en los que era raro ver reclutas sin experiencia. Asegura que fue sometido a todo tipo de exámenes médicos, a diferencia de sus compañeros.
Cuenta Solà que un día, estando destinado en el Regimiento Saboya de Leganés, en la División Acorazada de Madrid, durante unas maniobras en Los Monegros (Zaragoza) bajo las órdenes de Milán del Bosch, un soldado le condujo hasta un helicóptero en el que le esperaban varios oficiales de alto rango. A su llegada, se hizo de nuevo el silencio. Solà no entendía de qué iba aquello y se puso nervioso, tanto, que un general de división le notó incómodo y le mandó de vuelta a casa a bordo de un Jeep del Ejército con escolta. Recuerda que uno de los soldados que le acompañaban en el trayecto le preguntó que quién era. “¿Yo? Nadie”, respondió Solà.
“Jamás lo busqué ni como rey ni como padre”, asegura. Solà pasó por un complejo proceso personal hasta que decidió investigar más sobre sus padres biológicos, empezando por su madre. En 1982 acudió al director general de la Maternidad de Barcelona en la que ingresó tras su nacimiento como hijo expósito de padres desconocidos. “Chaval, no hay nada”, le dijo. Pero Solà insistió, y, según cuenta, el director general empezó a titubear. Finalmente, según sostiene, le reconoció que habían recibido órdenes desde altas instancias sobre él y le confirmó que era un Bach Ramon.
Solà migró a México, formó familia y tuvo dos hijas, más una tercera al margen de su matrimonio. Las tres siguen viviendo allí. A lo largo de 20 años tuvo ocasión de echar raíces y hacer amistades en ese país, incluidas algunas personas de la embajada española. Solà era feliz en la capital mexicana, pero todo se desbarató.
Un día de 1999 –explica Solà–, el canciller de la embajada le contó la comidilla del momento en el mundillo diplomático: se rumoreaba que él era pariente de un miembro de la Casa Real. Sin más detalles. Solà volvió a sentir el peso del silencio. Al año siguiente, recibió dos visitas en México de un misterioso hombre que se presentaba como Francisco Javier Utande Ramiro, vestía ropa elegante, y decía dedicarse a leer periódicos y pasar informe. Utande le pidió insistentemente que volviera a España para un asunto relacionado con su madre biológica, asegura Solà. Finalmente, el 8 de agosto de 2000, tomó un vuelo de regreso a Madrid. Tenía pensado quedarse solo unas semanas, pero no regresó nunca más a México.
Utande hizo las presentaciones entre Solà y otros hombres cuyo rol nunca estaba del todo claro. Uno de ellos se apellidaba Pastrana, otro, Pasca, recuerda este camarero. Se reunían en Guadalajara. A veces le pedían llamar a un determinado número desde una cabina pública antes de marcar el encuentro. También estas personas le dijeron que era hijo del rey. Solà se sintió pequeño, observado e inseguro en cada uno de esos encuentros, hasta que un día sintió que no podía más y regresó a Girona, donde le acogió un amigo. “Lo que más me jodió es que me hicieran volver de México”, dice el entrevistado. Es el único momento de la entrevista en que expresa enfado.
En 2001, Solà dio un paso adelante e interpuso una demanda contra la Maternidad de Barcelona. “Yo sabía que había un poder detrás, pero no sabía bien”, recuerda. Su abogada, Carmen Cano, le pidió que se reuniera con el magistrado Jorge Maza Domingo, del juzgado familiar número 14 de Barcelona. Fue él quien por primera vez rompió el silencio y le dijo abiertamente que su padre era el rey Juan Carlos, en presencia de otras cinco personas, según explica el entrevistado. Solà mantiene vivos los apellidos de adopción y los de su madre biológica. En su DNI figura como Alberto Solà Jiménez, mientras que en el registro civil figura como Alberto Fernando Augusto Bach Ramón. “Mi doble identidad es un caso único en España”, explica.
El juez entregó a Solà una montaña de documentos y el fax personal del rey. Acto seguido, Solà empezó a mandar cartas al rey. Rápidamente recibió la primera llamada de Zarzuela, según explica. “Aquel día me asusté tanto que se me cayó el teléfono, hasta le pedí a un amigo que respondiera por mí”, recuerda. Desde entonces dice haber recibido 11 llamadas de Zarzuela. “Me preguntaban si estaba bien, si todo estaba correcto, fríos pero educados”, asegura. La única respuesta por escrito que ha recibido, según su relato, llegó tras una misiva que mandó pidiendo ayuda para su madre adoptiva: “La respuesta venía firmada por María Sáenz de Heredia, por entonces jefa de la Secretaría de Despacho de Zarzuela, y señalaba que la Casa Real había emprendido acciones para echarme una mano siguiendo las instrucciones del Jefe de esta Casa”.
En los años siguientes, Solà conoció a Antonio Rodríguez, un exagente del CNI que investigó sobre su pasado. Según explica, este le tendió una mano para averiguar si realmente Juan Carlos I era su padre. Rodríguez (el entrevistado comparte una foto del sujeto) aseguraba tener al tanto de todo al director general del CNI en Catalunya. Algunas personas ligadas a la inteligencia española se referían a Solà como “el Principito”.
Solà afirma que Rodríguez movió hilos con sus compañeros del servicio secreto en Madrid y consiguió una copa que había usado el monarca. Las pruebas para comparar sus muestras de ADN se realizaron en un laboratorio de Lleida. Los resultados indicaban que había una probabilidad del 99,9% de que Solà fuera hijo del rey Juan Carlos. Siempre según la versión de Solà, el CNI conserva una copia completa de los resultados, pero a él solo le entregaron un resultado parcial. Cuenta que recientemente se ha sometido a una nueva prueba de ADN en un prestigioso laboratorio de París, y cuyos gastos sufragó el genetista francés Gerard Lucotte, pero que aún no puede dar más detalles.
La historia del supuesto hijo ilegítimo del rey ha aparecido en un amplio número de medios extranjeros, entre ellos The New York Times, Le Monde y la BBC. Solà conoce a otros siete posibles hermanos e hijos ilegítimos del monarca, incluida la belga Ingrid Sartiau, cuyas pruebas de ADN coinciden con las del camarero de La Bisbal.
En España, su historia sigue siendo bastante desconocida, igual que muchos episodios en torno a la familia real. Algunos diarios sí publicaron su caso y se hicieron eco de la denuncia que interpuso junto a Sartiau en 2012 para reclamar una prueba de paternidad, pero todavía no se ha realizado ninguna investigación periodística al respecto. Sobre el silencio mediático en torno al rey Juan Carlos y a su propia historia, Solà piensa que “si hubiera salido en aquel momento”, posiblemente le hubiera cambiado la vida.
Solà tiene 12 años más que el rey Felipe VI, a quien considera su hermano. “Nunca le he escrito”, asegura. Afirma que su reino es su gente y su bar, que jamás aspiró a arrebatarle el trono. “Felipe tiene todo mi apoyo”, añade, pero opina que quien tiene que hacer un gesto es el actual rey de España.
Este camarero de La Bisbal está cansado del silencio. Se muestra disgustado con los últimos acontecimientos que salpican al emérito y su marcha al extranjero. Concluye la entrevista con un mensaje para Juan Carlos y Felipe de Borbón, con quienes nunca ha tenido ocasión de hablar: “Él no tiene que tener miedo ni temor de nada conmigo, ni mi padre ni menos aún Felipe, que no me ha hecho daño. Yo tengo disponibilidad, puede llamarme cuando quiera. Hace años le dije a mi padre que el silencio mesurado puede ser bueno, pero que el silencio prolongado va en contra de uno mismo. Eso ahora le está pasando a Felipe, y eso no beneficia a la Casa Real”.
La Marea se puso en contacto con la Casa Real y el CNI para recoger su postura y contrastar las afirmaciones expresadas por Albert Solà. Ambas instituciones guardan silencio al respecto.
Qué disgusto se van a llevar algunos del gobierno como descubran que han jurado lealtad a un rey ilegítimo.
Yo espero que la tercera republica no sea criminal y comunista, me bastaría con que se fuera el rey, los fachas y los rojos para crear una sociedad abierta y de pensamiento no único. No crees Miguel?
Medio Planeta Tierra lleva el ADN del borbón ; aunque ya no hay reino que reclamar porque » los titulares del cargo ( por encargo de un genocida criminal)» ; se zumbaron la nefasta herencia ( para el resto) en menos de 40 penosos e ignorantes años ( para el resto) .
Soy monárquico siempre y cuando el/la candidata pasen antes por el mecanismo de » madame Guillotine » ( solo para comprobar si es verdad que sangran de color azul todo este tipo de gentuza).
Salud y muy,muy próxima 3ª República de Repúblicas de España.
«Solà conoce a otros siete posibles hermanos e hijos ilegítimos del monarca, incluida la belga Ingrid Sartiau, cuyas pruebas de ADN coinciden con las del camarero de La Bisbal».
Menudo semental el padre de Solá.
Esposo y padre ejemplar, espejo donde mirarse los españoles.