Opinión

Hablemos de los silencios

La serie de podcast 'De eso no se habla' "tiene que ver con ese ágora pública llena de silencios colectivos que nos lastran y con la potencia de esa alquimia que es la palabra compartida", escribe Patricia Simón.

La primera vez que vi cantar a Silvia Pérez Cruz lloré durante buena parte de las dos horas de concierto. No era la única. Miraba alrededor y en cada butaca había un volcán de emociones abiertas en flor. Era un llanto liberador, compartido y colectivo, protegido por la  intimidad de la oscuridad del teatro. Así imagino siempre el ágora ideal: el espacio que se concibe como tan común que no puede ser más propio. 

La amiga que me acompañaba aquella noche de 2014 en el barcelonés Palau de la Música, en la que la cantante de Calella de Parafrugell presentaba su puesta de largo tras su éxito con Las Migas, me dijo que aquel estado de a flor de piel era porque la voz de Pérez Cruz producía los efectos físicos de la percusión: sacudía por dentro. Yo pensé que, en realidad, era porque ese disco dedicado a su padre, el músico Castor Pérez Diz, fallecido un 11 de noviembre, como se llamaba el álbum, reproducía la función de los sepelios: llorar todos los duelos pendientes, poner palabras a todos los silencios impuestos. La seguí yendo a escuchar en diferentes conciertos con diferentes registros, y el efecto seguía siendo el mismo: hay una fuerza atávica en su forma de masticar las notas, de jugar con las sílabas, de modular la emoción de las palabras cuando sonríe con la boca o con los ojos.

Algo parecido me ocurre con la serie de podcasts ‘De eso no se habla’, dedicados, como escribe su directora, la escritora y documentalista sonora Isabel Cadenas, a “unir los puntos entre los silencios personales y los silencios colectivos”. 

En los cuatro capítulos que han publicado hasta el momento nos muestran cómo se va deshaciendo el pellizco con el que asfixia cada uno de los silencios de los que hablan. Un nudo que se deshace con la escucha de lo que tienen que contarnos sus protagonistas, con su voz clara, sus preguntas verbalizadas en voz alta por primera vez, el tanteo de las primeras respuestas… Y en medio de todo ello, de nuevo los silencios: qué importante los silencios, qué belleza cómo los respetan, los recrean, los alargan, el equipo que acompaña a Cadenas en este proyecto: la poeta y periodista Laura Casielles, la documentalista y periodista Vanessa Rousselot y la música y periodista Paula Morais. 

Siendo el silencio el hilo conductor y teniendo en cuenta mi gusto por adentrarme en las creaciones artísticas sin saber apenas nada sobre su contenido, no les adelantaré de qué tratan. Porque, además, me atrevería a decir que los temas en sí son lo de menos, como en toda obra de arte: que lo genuino es la mirada, el enfoque, lo que sugieren, lo que nos remueven y, sobre todo, el por qué nos atrapan. Tiene que ver con ese ágora pública llena de silencios colectivos que nos lastran y con la potencia de esa alquimia que es la palabra compartida. 

Si «de eso no se habla», hablemos de los silencios.

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