Internacional | Opinión
Un país como el de Sara Socas
"El 12 de octubre siempre ha sonado a un pasado rancio, pero con música como esta parece que entra por la ventana, tímidamente, algo de futuro", reflexiona Laura Casielles en su #Mirada semanal.
Hay que tener cuidado con los anuncios, porque su trabajo es vendernos algo distinto de lo que estamos comprando. Pero es verdad también que a veces el pulso del tiempo llega por caminos raros. La semana pasada, un anuncio de Correos se volvió polémico. Eso ya podría ser, en sí mismo, una de esas cosas que a un viajero del tiempo lo dejaran un poco perplejo si aterrizara en este 2020 de no entender nada, pero así fue.
En el minuto que dura un vídeo que se hizo rápidamente viral, la rapera Sara Socas canta: “Solo aquello diferente puede generar unión / No aquellos que dividen ni la gentrificación”. En realidad, el anuncio lanza una campaña de comercio local, pero eso es lo de menos: la cosa es que una institución nacional icónica propone, con motivo de la fiesta nacional, un tema que, sobre imágenes de riders, agricultores y artesanas, dice: “Ser patriota no es izar una bandera / ni pisar al que lucha por llenarse la nevera”.
(Un momento, perdona. He dicho “fiesta nacional”. Feliz festivo, espero que estés pudiendo descansar. Aunque en estos tiempos, ya se sabe… ¿Cómo estás? ¿Tienes libre? ¿Tienes salud? ¿Estás más o menos en calma?)
Aunque la publicidad tenga sus cosas, decía, lo insólito es que un anuncio del 12 de octubre se articule en torno a estos valores. Es verdad que las grandes empresas andan un poco en esto: nos roban las palabras. Ahí tenemos a una de seguros alardeando de ser “activista de la salud”, por si no fuera bastante con las eléctricas que dicen que nos cuidan. Pero aparte de todo, estos discursos también son síntomas. Y olas que surfear. Y esta canción, además de pegársenos en la cabeza, nos dice una cosa: que la disputa en torno a la idea de país está viva.
Durante mucho tiempo, no fue así. Esta nación se fabricó con exclusiones desde su mismo origen, y fue renovándolas siglo tras siglo con el andamiaje de un centralismo que se llevó por delante a unas periferias que no tuvieron más opción que construirse a la contra. Luego, la dictadura cogió lo peor de todo ello, lo exacerbó, y dejó tierra quemada sobre las banderas y los himnos.
Denostar al poder pasó a ser un poco sinónimo de denostar al país.
Y, sin embargo, para renunciar a un país también hay que poder permitírselo. Que les digan que se puede renunciar a la idea de país a los refugiados, a las apátridas. Quien está en un CIE no puede abdicar de la idea de país. No pueden renunciar a un país ni las generaciones que “no sueñan más allá del mañana” ni las que no han resuelto un ayer que les truncó las vidas.
La pandemia también nos está dejando, por si queremos verlas, algunas pistas sobre todo esto encima de la mesa. ¿Qué le pides a un país? ¿Qué necesitas que te dé? ¿Cuándo te sirve, cuándo te falla? ¿Qué bienes son de todos? ¿Qué podemos hacer?
La palabra “país”, que no nos mientan, es una cosa de comunidad, de cohesión. A todas nos sorprendió en algún momento, cuando charlamos de adolescentes por primera vez con personas que venían, por ejemplo, de países latinoamericanos, entender qué cosa tan distinta significaba para ellos y ellas decir de dónde eran. Empezamos quizá ahí a preguntarnos el porqué de esta tristeza de memorias que acarrea en este lado del mar la palabra “patria”.
Yo he encontrado mi país últimamente en muchos sitios. En lo que canta Sara Socas, sí, y también en las niñas que hacen poesía a su modo en la Panza de burro de Andrea Abreu. En esas otras niñas a las que les enseñaron a no cantar –como a todas— en la película de Pilar Palomero. Lo encontré en el 15-M, en el 8-M y al otro lado de la M-30. En las conversaciones de balcón, en la fuerza común de los barrios ateridos.
Pero no se vale tampoco quedarse en lo naif ni en la autocomplacencia. Un país es orgullo, pero también es rabia. Porque el país son los surcos en la tierra y en las manos del vídeo de Correos, pero el país también es el rey que huye y los “vivas” que lo defienden. El país también es el saqueo y la vergüenza, la desigualdad y la derrota. El país también es lo que perdimos, todas las veces que perdimos.
Está en disputa. Lo ha estado siempre.
Pero lo que no podemos es renunciar.
Hay una sutil pero firme diferencia entre levantarnos hoy cantando ese clásico de que la música militar nunca nos hizo salir de la cama, y contraponer al ruido de desfiles los versos de una rapera de veintitrés años. Porque aunque todavía falte tiempo para que se nos pase del todo la alergia que da en este país la palabra “patria”, late algo en que una institución como Correos entienda que la fiesta nacional necesita relatos nuevos. Y que quien tiene la legitimidad para ponerlos en juego es quien sepa rimar “país” con “nuestro”.
El 12 de octubre siempre ha sonado a un pasado rancio, pero con música como esta parece que entra por la ventana, tímidamente, algo de futuro.
Pensamos que otra España es posible, una España organizada en estados soberanos pero coaligados y unidos en aquellas cuestiones y tareas que consideren que deben ser compartidas bajo las mismas instituciones confederales.
https://vientosur.info/confederacion-de-republicas-ibericas/
La típica España, que se resiste a morir, la que muestra en sus balcones la bandera monarcofranquista, esa España manipulada, desinformada, dormida, sin un gesto de utilidad y de agradecimiento al territorio que la recibió al nacer, que la sostiene y la sustenta, que fué la cuna de sus padres, de sus abuelos…