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No violencia es más que paz y se ejerce manifestándose

Desde el año 2007, cada 2 de octubre, la Asamblea General de Naciones Unidas conmemora el Día Internacional de la No Violencia.

Una manifestación feminista. EDUARDO ROBAINA

KARLOS CASTILLA* | Desde junio de 2007, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció que el 2 de octubre de cada año debía recordarse como el Día Internacional de la No Violencia. Hoy que vivimos momentos de gran incertidumbre en muchos ámbitos con motivo de la pandemia global, de regresión de derechos, de crecimiento de las brechas de desigualdad, de ira y división por medio de redes sociales, de hartazgo ante la ineficacia de gobiernos e instituciones, entre otras complejidades que en lo individual puede tener nuestro día a día, recordar lo que significa la no violencia es importante.

La no violencia es tolerancia, mas no conformismo o sumisión. La no violencia es comprensión, mas no uniformidad. La no violencia es vivir en democracia, que es mucho más que tener elecciones periódicas. La no violencia es desarrollo sin destrucción de hábitats y consumismo irracional. La no violencia es el entendimiento mutuo que permite diálogos francos. La no violencia es el respeto a la diversidad sin olvidar que como seres humanos tenemos los mismos derechos. La no violencia es que se respeten todos los derechos humanos y libertades fundamentales de todos y todas. La no violencia es paz, justicia, no discriminación, equidad. La no violencia es querer transformar el mundo, nuestro país, nuestra ciudad y alcanzar todo lo anterior sobre la base del rechazo al uso de la violencia física o moral.

El medio natural para ejercer la no violencia es por medio del derecho de manifestación, que es aquel que se reconoce a toda persona para expresarse colectivamente y participar en la configuración de sus sociedades. Un derecho que en prácticamente todos los tratados de derechos humanos se garantiza y protege solo si se ejerce de manera pacífica. Por lo que sin duda esa es la forma de ejercer la no violencia.

Hay muchas formas de manifestarse, pero las que suelen identificarse con la no violencia son la protesta y la persuasión: marchas y conmemoraciones, la no-cooperación, las intervenciones no violentas como los bloqueos y ocupaciones, la desobediencia civil colectiva o las campañas de acción directa. Aunque cualquier otra forma de manifestación, incluidas por supuesto las que se hagan en medios electrónicos y redes sociales, puede ser vehículo de esa expresión colectiva que pretenda ser transformadora, disruptiva, reivindicativa y/o de salvaguarda de dignidad y derechos, siempre que no sea violenta. Derecho de manifestación que, por cierto, también está en riesgo, no solo hoy por la pandemia y las restricciones que se han establecido para manifestarse, sino también por leyes, sentencias y políticas que buscan silenciar las diversas reivindicaciones sociales alrededor del mundo.

Ante los niveles actuales de división y polarización respecto a casi cualquier tema público, de frustración y hartazgo por todos los años en que muchos derechos solo han sido letras en papel; ante la impotencia de ver que la violencia de género no disminuye y que el racismo sigue muy presente en nuestras ciudades. Cuando ya nada se tiene que perder ante la ampliación de las brechas de desigualdad que generan ira y cuando la confianza en las instituciones –gobiernos, tribunales, parlamentos– se sigue perdiendo al dar muestras de que solo sirven a los intereses políticos del momento, a las élites económicas y sociales sin dar respuestas a todos los demás sectores de la sociedad, pedir más tolerancia, comprensión y tranquilidad no parece ser lo más congruente si queremos que algo cambie

Sin embargo, se debe insistir en que la no violencia no significa pasividad o sumisión, por el contrario, es un rechazo a ello. La no violencia no significa esperar inmóvil a que las cosas cambien. Ni un intento por prevenir o ignorar el conflicto. Se trata de enfrentar los problemas, protestar, manifestarse abierta y públicamente para exigir las transformaciones que como sociedades necesitamos para que todas y todos gocemos de derechos y libertades, pero siempre sin violencia física o moral, sin uso de la fuerza, armas o elementos que causen daños, aunque se hable de luchas, revoluciones y batallas por determinados fines.

En estos momentos extraños que vivimos a causa de la pandemia global que padecemos de diferentes formas e intensidades en todas las regiones del mundo, apelar a la no violencia, con todo lo que significa, debe ser una guía de ruta a seguir como barrio, ciudad, país, región y mundo. Una vía para exigir, impulsar y hacer que verdaderamente se puedan transformar nuestras realidades cotidianas para vivir en paz, con justicia, dignidad, libertad e igualdad.

*Karlos Castilla es doctor en Derecho y responsable de investigación del Institut de Drets Humans de Catalunya.

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