Cultura
Murió Quino, Mafalda sigue viva
El dibujante argentino, creador de un icono contestatario inmortal, falleció este miércoles a los 88 años.
Las obras que se imponen al paso del tiempo y que hablan con la misma fuerza ayer que hoy son lo que comúnmente llamamos obras maestras. La obra maestra del humorista gráfico Joaquín Salvador Lavado, Quino, fue sin duda Mafalda. El creador de este icono contestatario murió este miércoles, a los 88 años, en su localidad natal, Mendoza (Argentina).
La última tira de Mafalda se publicó el 25 de junio de 1973, pero su presencia en las librerías y su influencia (en el cómic, en la educación, en la política) nunca ha decaído. “A veces me sorprende cómo algunas de esas tiras dibujadas hace más de cuarenta años todavía pueden aplicarse a cuestiones de hoy”, explicaba en 2014, cuando el festival de cómic de Angoulême (donde incluso tiene una calle) le rindió un homenaje por el 50º aniversario de su obra más conocida.
Entre otros muchos reconocimientos, Quino recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y la medalla de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.
Lo más curioso de todo es que, como le ocurrió a Arthur Conan Doyle con Sherlock Holmes, Quino mantenía con aquella niña preguntona una relación de amor-odio. Siempre pensó que lo había estancado como dibujante. Incluso que lo “echó a perder”. Y después de aquella última tira solo publicaría algún tomo esporádico con material inédito y participaría en algunas adaptaciones de dibujos animados. “En mis inicios, los dibujantes que tenían un personaje fijo me aconsejaban no tenerlo porque es una esclavitud, y es cierto. El hecho de dibujar siempre al mismo personaje, siempre con las mismas medidas determinadas, arruina el dibujo de uno. Limita mucho”, explicaba.
Todo lo relacionado con Mafalda tiene algo de serendípico. Quino la creó en 1962 como maniobra promocional para una empresa de electrodomésticos. Se trataba de colarla en los periódicos como publicidad encubierta. Cuando se descubrió el pastel, el autor abrazó el personaje con libertad y comenzó a publicar sus historietas en Primera plana, El Mundo y Siete Días Ilustrados, entre 1964 y 1973. Los libros que se han venido publicando hasta hoy (en España por la editorial Lumen) son en buena medida antologías de aquellas tiras.
La vocación de artista le vino también por la vía publicitaria. Cuando era niño y sus padres (andaluces de Fuengirola) salían de casa, dejaban a Quino y a sus hermanos al cuidado de su tío, que trabajaba en publicidad y que entretenía a los niños con su habilidad para el dibujo. “Me quedé maravillado y aquello fue una cosa extraña, porque a diferencia de la mayoría de los niños, yo no tenía una inclinación especial por el dibujo”, contaba a Joaquín Soler Serrano en el programa A fondo (1977).
Tras pasar por la escuela de Bellas Artes, el servicio militar y multitud de pensiones bonaerenses tratando de encontrar trabajo como dibujante, Quino empezó a publicar regularmente en la prensa a partir de 1954. Entre los historietistas que más le influyeron hasta encontrar su estilo definitivo estaban Chaval, Sempé (creador de El Pequeño Nicolás) y sobre todo Charles M. Schulz (el padre de Snoopy y Charlie Brown).
Una personalidad compleja
Tras el contratiempo que supuso el fracaso de aquella inicial campaña de marketing, la niña que nació para vender frigoríficos fue adquiriendo complejidad. Y si el propio Quino estaba personalmente más cerca del temperamento tímido, angustiado y caviloso de Charlie Brown, dotó a Mafalda de un espíritu rebelde y crítico, más decidido que el suyo mismo. Poco a poco se fueron sumando otros personajes para darle la réplica a la chiquilla filósofa: el soñador Felipe, el industrioso y capitalista Manolito, la conservadora Susanita, el pequeño Guille… En 1966, el primer volumen que recogía las tiras de Mafalda tiró 5.000 ejemplares y se agotaron en dos días. Había nacido una estrella.
“Mafalda vive con sus padres en un departamento ni rico ni pobre, en un barrio ni rico ni pobre de la ciudad de Buenos Aires. Tiene libros de cuentos, una radio para escuchar a los Beatles y los noticiarios, un globo terráqueo, una tortuga… Mafalda es una niña como otra cualquiera que odia la sopa y las injusticias”, según la describía su propio creador. Pero era (es) más que eso. Mafalda era la representante de la lucidez pasmosa que a menudo alumbra a la infancia (básicamente el no entender por qué el mundo es como es; y tienen razón). Y era niña, un detalle que no es menor.
La literatura había contado ya con numerosos niños que cuestionaban la autoridad (Huckleberry Finn, Tom Sawyer o Guillermo Brown, entre otros muchos), pero tampoco es que hubiera muchas niñas. De hecho, en los cuentos clásicos, si las niñas decidían tomar un camino alternativo al dictado por sus mayores (léase el poder) solían ser castigadas. Personajes como Mafalda, en su fórmula más intelectual, o Pippi Langstrump, en su versión más punk, no abundaban. Seguramente no fue la intención de Quino convertir a su personaje en un símbolo político y feminista, pero así ocurrió.
El dibujante argentino siguió en activo muchas décadas después de jubilar a su personaje más celebrado, creando viñetas geniales que, habitualmente a partir de estampas de la vida cotidiana, incidían en temas profundos, como la fragilidad del ser humano o la tiranía de los grandes poderes políticos y empresariales.
A su muerte, los mensajes de condolencia se han multiplicado entre sus fans, las instituciones y las personalidades de la política y la cultura.
La genialidad, la lucidez, la inteligencia, todo eso y más era Quino pic.twitter.com/DnEkb4PcS1
— andrea (@AndreaAvalle) September 30, 2020
Quino, que llevaba varios años sufriendo problemas de salud y que se veía obligado a moverse en silla de ruedas, murió ayer. Su obra sigue viva y vigente en las librerías.