Opinión

Lecturas de piscina

Mario Crespo reflexiona sobre el sector editorial a partir de su observación directa el pasado verano, principalmente en las piscinas.

Foto: Pixabay

1. Las piscinas

Las editoriales les deben mucho a las piscinas. En las piscinas hay más gente leyendo que jugando con el móvil. Se lee más en las piscinas que en el metro. De hecho, en los últimos años han proliferado las bibliopiscinas. Algunas son un simple carrito con libros. Otras se nutren de los fondos de las bibliotecas municipales, que además gestionan estos puntos de lectura veraniegos. Si el verano durase seis meses, los índices de lectura se dispararían.

Este verano atípico de 2020, este verano pandémico y frugal, he observado, como si fuera un voyeur o un narrador omnisciente, el comportamiento de los lectores en las piscinas a las que he acudido, pues este ha sido un verano de piscinas: municipales, privadas, de urbanización. No importa el tipo de piscina, lo relevante es que son muchas y muchos los que leen en estos espacios de remojo y ocio.

A continuación, un análisis basado en la observación sistemática del comportamiento lector de los usuarios de las piscinas:

-Tipo de soporte: abunda el soporte digital. Sobre todo, quizá paradójicamente, entre la gente de más edad. 

-Tipo de lector: mayormente mujeres de entre 35 y 80 años. 

-Género: quienes leen en papel suelen leer best sellers de industria (novela histórica, policíaca) que, por defecto, son tochos de entre seiscientas y ochocientas páginas. De vez en cuando se ve algún título de editoriales independientes. Pero solo de vez en cuando. Por lo que he podido extraer preguntando, entre los usuarios de Kindles también destacan los best sellers

-Tiempo de lectura: desde un espacio corto entre baño y baño hasta horas a la sombra de un castaño de indias. Lo normal: unos treinta minutos por lector. 

-Adquisición: los libros en papel suelen ser usados; ejemplares de segunda mano, prestados o sacados de la biblioteca. Pocas novedades. Poco gasto familiar en libros. 

Tenemos, en definitiva, el siguiente perfil lector: mujer de mediana edad que lee en Kindle y que no ha pagado por el título que está leyendo. Así las cosas, el libro electrónico se impone entre los lectores de obras comerciales y el libro en papel destaca entre los lectores literarios. La principal diferencia entre ambos, de cara a la industria, es que el primero sale más barato para el usuario (en muchos casos gratis) y deja menor margen de beneficio. Vamos a centrarnos en él. 

2. Los datos

Ahora sí, pasemos a los datos. Objetivos. Crudos. Fidedignos. Fríos como la horchata: 

De acuerdo con el Informe sobre el sector editorial español del año 2018, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España, la lectura de piscina tiene su explicación: un 62,2% de la población mayor de 14 años lee libros en su tiempo libre. De hecho, un 50% de la población lee libros en su tiempo libre al menos una vez a la semana.

Por otro lado, según el informe anual de Libranda, la principal distribuidora de contenido digital editorial en lengua española, en 2019 el crecimiento del libro digital en España fue del 12%. El informe de Libranda refleja también que el libro electrónico representa el 5% de la facturación total. 

Veamos más cifras:

-El mercado del libro electrónico en lengua española alcanzó los 84,3 millones de euros en 2019, de los cuales el 62,4% correspondían al mercado español.

-En el 2019 la cuota del libro digital sobre el mercado total del libro en España era del 5,2%. 

-Ahora bien, si nos fijamos en su cuota en el ámbito de las novedades y grandes lanzamientos, esta oscila entre el 15% y el 25%, en función del título.

No obstante, los datos más recientes esconden una pequeña gran trampa, un condicionante histórico, la COVID:

-La venta de ebooks durante las semanas de confinamiento de marzo y abril 2020 subió un 50%. Creció también el préstamo bibliotecario digital y aumentó un 30% el tiempo de los lectores y lectoras en plataformas de suscripción de libros digitales.

Los datos, por lo tanto, son alentadores y tienden a consolidarse: en 2016, según el mencionado informe del Gremio de Editores, el libro electrónico solo creció un 1,5% respecto al año anterior, lo que representaba un 5% del mercado. 

Lo que tampoco ha variado mucho desde 2016 son los canales de venta, pues el peso del mercado recae en las plataformas internacionales: Amazon, Apple, Google, etc. con una cuota de mercado del 78,9%. Aunque su crecimiento conjunto sigue siendo progresivo cada año, en 2019 fue de un 12,9%. Es decir, apenas queda un 20% para la venta a través de las plataformas editoriales o de cadenas de librerías como La Casa del Libro, que en 2016 sumaba un 7,2% de las ventas. 

3. La realidad

Estamos asistiendo a una mutación progresiva, aunque ni mucho menos irreversible, del mercado editorial. Una mutación hacia la coexistencia de dos soportes. Una mutación que llega con retraso, al menos para los vaticinios de los oráculos de la industria, que la preconizaron mucho antes. 

Volviendo al año 2016, para tener un poco de perspectiva, la cuota de mercado de los ebooks en Reino Unido y Estados Unidos era del 25% del total. Pero en España no terminaba de calar la idea de leer en un trozo de pantalla con tinta. Las observaciones de piscina tienen, sin embargo, un respaldo en los datos, que afianzan ese crecimiento del libro digital; la lectura de contenido digital ha crecido de un 47,8% en 2010 al 79,7% en la actualidad y prácticamente todos los lectores digitales son lectores frecuentes, un 77,7%.

Pero en el mercado español, por desgracia, y a diferencia del de países anglosajones, todo esto tiene un “pero”, un “pero” enorme: la piratería es un hecho asumido y aceptado por los lectores. En mis entrevistas de piscina, charlando, preguntando o simplemente fijándome o escuchando, pude comprobar que es muy poca gente la que paga los ebooks: personas que se intercambian USB con más de dos mil títulos pirateados; familiares de autores de ficción que leen compulsivamente ebooks y que sin embargo solo han pagado por el de su hijo; copias en pdf y formato epub que circulan por las redes antes de que los libros se publiquen en papel y un sinfín de actos delictivos que no solo no se persiguen, sino que se admiten como parte de un carácter, de la picaresca nacional entendida como patrimonio, y que desembocan, a la postre, en la debilidad de una industria que no solo sufre por falta de lectores o por la influencia sobre los precios de los grandes grupos que domina el sector, sino por la piratería.

Y semejante aserto no es una opinión: en el año 2018, según el Informe del Gremio de Editores de España, el 26,7% de los libros leídos durante ese año se leyeron en formato digital. Sin embargo, el 76% se obtuvieron de forma gratuita. Es una labor de todos, una labor ciudadana, empujar hacia la concienciación de que los contenidos de descarga no son necesariamente gratuitos. 

Las particularidades del mercado español se deben también a que, si se excluye el libro de texto, la cuota de mercado de los dos grandes grupos editoriales, Planeta y Penguin Random House, alcanza prácticamente la mitad del total (en 2017 era del 40,5 %). Traigo este dato a colación porque, a la postre, las editoriales pequeñas son las que ofrecen precios más cercanos a lo que debería ser un ebook: entre 3 y 7 euros, y, sin embargo, los ebooks de los sellos que pertenecen a las grandes editoriales suelen sobrepasar los 10 euros para que el margen de beneficio sea mayor, lo que espanta a muchos compradores potenciales que, no obstante, no quieren ya libros en papel porque no tienen espacio en sus estanterías o por su elevado precio. No debemos olvidar que, durante el confinamiento, el Consejo de Ministros aprobó la reducción del IVA al 4% (anteriormente era del 21%) para los libros electrónicos, algo que no se ha traducido en una bajada de los precios de los ebooks

4. La conclusión

Así pues, la lectura como actividad educativa y de ocio no posee un horizonte tan oscuro como pensamos. El problema, a la hora de facturar y de hacer la industria de la lectura más sostenible es, por un lado, la influencia de los dos grandes grupos editoriales y su tendencia a mantener precios altos en ambos formatos (resulta evidente que en formato digital se pueden reducir los precios, al no llevar estos costes de edición), y, por otro, la responsabilidad de muchos lectores, que han de asumir, de una vez por todas que piratear contenidos culturales no solo no es ético, sino que tampoco es legal, aunque apenas se persiga.

*Mario Crespo es socio cooperativista de La Marea.

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