Sociedad
Diagnósticos con perspectiva de género: la ignorada relación entre violencia machista y salud mental
La pérdida de autoestima, la ansiedad, la desesperación o los pensamientos de suicidio son habituales entre mujeres que han sufrido violencia machista. A menudo, el ámbito de la Salud Pública omite esta correlación sobre la que ya existen datos oficiales.
El 25 de mayo de 2019, Verónica se suicidó en su casa de Alcalá de Henares después de que se difundieran varios vídeos sexuales –en los que aparecía– entre la plantilla de la empresa en la que trabajaba: Iveco. Su caso fue uno de esos tan mediáticos que llevan a agitar al movimiento feminista y a avivar algunas reflexiones que ya no deberían dar lugar a debates. En esta ocasión, sobre la culpabilización sexual hacia las mujeres, la libertad y la intimidad. El discurso del terror sexual, en definitiva. Cuestiones que volvieron a aflorar justo un año después, cuando el Juzgado de Instrucción nº 5 de Alcalá de Henares archivó la investigación por «falta de autor conocido».
Historias como la de Verónica plantean, además, hasta qué punto la violencia contra las mujeres –¿la difusión de un vídeo sexual tiene las mismas consecuencias para un hombre?– repercute en su vida y en su salud. No solo la violencia psicológica que se ejerce de manera directa genera un impacto emocional. Cualquier tipo de violencia machista –y compartir imágenes sexuales sin consentimiento lo es– puede tener efectos en la salud mental de las mujeres.
Hasta hace poco, apenas existían datos oficiales que lo respaldasen. Sin embargo, la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 que el Ministerio de Igualdad presentó hace una semana ya arroja las primeras cifras sobre las consecuencias psicológicas de la violencia en España. Por ejemplo, este amplio estudio dice que las mujeres que han sufrido violencia física o sexual de alguna pareja a lo largo de sus vidas tienen cinco veces más riesgo de tener pensamientos de suicidio que las mujeres que nunca han sufrido violencia de sus parejas.
Pérdida de autoestima, ansiedad, desesperación y problemas de sueño o alimentación
Según esta macroencuesta, el 48,2% de las mujeres que han vivido episodios de violencia machista por parte de sus parejas actuales afirman que les han producido alguna consecuencia psicológica, porcentaje que asciende al 74,7% entre quienes sufrieron la violencia de parejas pasadas. El 62% y el 81% de las que han sufrido violencia física o sexual de su pareja actual o de parejas pasadas, respectivamente, sufre alguna secuela.
Entre las mujeres que respondieron a este estudio, la más citada es la pérdida de autoestima: la mencionan el 61% de las mujeres que han sufrido violencia física o sexual y el 55% de las que sufrió cualquier forma de violencia de parejas pasadas. No es extraño: «Las descalificaciones, humillaciones, críticas o reproches del maltratador provocan que el auto concepto de la mujer se vaya debilitando hasta que ella llega a pensar que no sirve para nada, que nadie la va a querer, que depende de él para seguir adelante», explica la psicóloga experta en intervención con víctimas de violencia machista Bárbara Zorrilla.
Los mecanismos que los agresores ponen en marcha, «desde la desvalorización, el aislamiento, hasta la intimidación y la violencia física o la distorsión de la realidad subjetiva de la mujer, generan un impacto muy negativo en su salud mental», añade Zorrilla. No solo interfieren en su autoestima, socavan de la misma forma su autonomía, su dignidad e incluso su identidad.
Según los datos del Ministerio de Igualdad, las mujeres también mencionan, como consecuencias de la violencia, la depresión, la desesperación, problemas de sueño, de alimentación y pensamientos o intentos de suicidio –estos en el 12,3% de los casos–.
Para Victoria Ferrer, catedrática en Psicología Social de Género de la Universidad de las Islas Baleares, todas estas estrategias se resumen en el control que se ejerce sobre las mujeres a través de la violencia. «Por eso, entre las intervenciones más adecuadas está ayudarlas a que recuperen el control sobre sus vidas», señala.
Un factor de riesgo olvidado
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el maltrato es la causa del 25% de los intentos de suicidio de las mujeres. A pesar de las evidencias, el Informe sobre el estado de los derechos humanos de las personas con trastorno mental en España de 2018 y 2019 de la Confederación española de Salud Mental evidencia que el ámbito de la Salud Pública todavía ignora la relación entre violencia de género y salud mental.
«Comparto totalmente esta percepción porque lo veo en consulta a diario», dice Bárbara Zorrilla. «A nivel individual, el primer paso a dar para salir de la espiral del maltrato es ayudarlas a reconocer los indicadores de violencia en su pareja, la intencionalidad del maltrato y relacionarlo con la sintomatología que presentan. Pero a nivel social, a pesar de que el tratamiento que los medios de comunicación dan a los casos de violencia de género ha ido mejorando paulatinamente, aún tenemos mucho camino por recorrer», explica.
De hecho, en la presentación de la citada macroencuesta, la ministra de Igualdad, Irene Montero, se refería a la violencia machista como «un problema de salud pública».
Para Ferrer, «cada vez hay más profesionales que tienen la formación suficiente al respecto: conocimientos sobre lo que significa la violencia contra las mujeres para la salud física, mental y social; las consecuencias a corto, medio y largo plazo. Pero, lamentablemente, aún hay profesionales que no conocen lo suficiente», argumenta. En esta línea, para la experta, el trabajo pasaría por formar a todos los profesionales de la salud en unos mínimos, así como «dotar todos los servicios asistenciales de al menos una persona de referencia».
Otras repercusiones: consumo de sustancias y absentismo laboral
Entre esas consecuencias a corto, medio y largo plazo que menciona Ferrer está «el abuso de sustancias como forma –no saludable– de intentar afrontar la violencia». Lo corrobora la macroencuesta del Ministerio: es una salida a la que han recurrido una de cada cuatro mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por parte de sus parejas.
Además, el 21% de las mujeres que han sufrido violencia física o sexual de alguna pareja o expareja estuvieron una época sin poder acudir a su lugar de trabajo o estudio como consecuencia de esa situación.
Para Zorrilla, son muchos los elementos que deben tenerse en cuenta a la hora de abordar la salud mental de las mujeres: la socialización diferencial, los roles de género, la sobrecarga de trabajo de cuidados, la brecha salarial o la dependencia económica. «Es fundamental entender que tanto la enfermedad mental como el bienestar no responden solo a elementos biológicos, sino que existen factores socioculturales que determinan la aparición de determinada sintomatología y malestares en las mujeres», explica.
Y concluye: «Si se tienen en cuenta a la hora de prevenir, educar, diagnosticar y abordar problemas como el suicidio, no vamos a poder realizar una buena intervención ni a generar cambios que se sostengan y resulten eficaces. Nos estamos quedando en la superficie, estamos viendo solo una parte muy pequeña de la realidad, en lugar de intervenir sobre todas las causas que originan estos problemas».
Ya estamos con lo de «los hombres también». A lo mejor los hombres se suicidan en los procesos de divorcio porque ya no tienen a quién putear, porque no saben cuidarse solos, porque no aguantan haber perdido su «poder» sobre las mujeres, darse cuenta que toda su vida de «macho» ha sido un fiasco. ¿Conoces alguna mujer que se haya suicidado por algo de esto?
Tambien hay centenares de hombres que se suicidan mientras están en procesos de divorcio que silencian las estadísticas