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No sea que alguien se moleste

Fabiola lleva meses intentando recuperar la casa por la que pagó una entrada en febrero y que durante el confinamiento fue usurpada.

Fabiola y Gerard hablan con los Mossos en la puerta de la vivienda. LA MAREA

Este artículo está escrito por Fabiola Llanos. Puedes leer su historia en la serie sobre okupación que publicamos en agosto: Costes económicos de sufrir la usurpación de tu vivienda (3), por Dani Domínguez.

Íbamos a comprar una casa. Íbamos a ser felices. Íbamos a ser una familia tranquila. Íbamos a ahorrar. Iba a continuar mi vida mejor, porque esta ciudad con alma de pueblo era amable. Iba a caminar por sus calles pacificadas con tranquilidad. Iba a disfrutar de hacer teletrabajo. Íbamos. Iba.

No se me malentienda. No me quejo por todo. Me quejo por lo que se me ha dicho que me corresponde y no tengo, aun si me esfuerzo como la que más, si hago cosas con sentido, por vocación, por empatía, si vivo de acuerdo a mis principios e intento no hacer daño a nadie.

Si hacía todo eso iba a tener mi recompensa, o al menos la tranquilidad que se basa en la conciencia de clase, de origen, de edad, de género. De sexo.

He luchado desde siempre por los derechos de todas, pese a ser hija de una dictadura cruel, inoculadora de ignorancia y egoísmo, desde antes de autodefinirme como “feminista”.

Nada de esto me ha eximido de haber padecido y padecer violencias machistas. He tenido que tragarme el orgullo cuando una exdespechada (no es mi ex, pero la padezco), víctima del desamor romántico, intenta boicotearnos la vida usando a una persona pequeña como arma. No es lo típico, ya lo sé. La excepción a la norma. Lo sé. Pero lo vivo desde hace 6 años. Me ha tocado, me jodo, lo asimilo, me aguanto y lo llevo lo mejor que puedo. Y convivo con esta dicotomía lo mejor que puedo.

He luchado toda la vida por los derechos de todas las personas, de todos los animales. Soy vegetariana desde hace décadas. He trabajado con colectivos y personas diversas a las que el sistema ha convertido en lo que denominamos “vulnerables”. He sido parte de movimientos, en primera, segunda o décima línea, cámara o letra en mano, siempre atenta a lo que podía aportar, usualmente desde el anonimato de “lo colectivo”.

Me he ganado la tranquilidad de la consecuencia. La lucha es contra el sistema.

Pese a esto, soy consciente de que no merezco que, siendo partidaria de la “okupación” de viviendas vacías de especuladores (bancos, fondos buitres, grandes propietarios), unos delincuentes “ocupen” una casa que intentamos comprar a una familia (porque es más barato comprar que alquilar) y se nos exijan 5.000 euros por salir de ella. ¿Se podrían haber pagado esos 5.000 euros? No los tengo, pero supongo que sí. ¿Somos personas de recursos? No. ¿Tengo una familia que me avale económicamente? No y nunca la he tenido. ¿Habría pagado avalando este comportamiento delictivo para perpetuar la estafa con otras familias? Jamás. Me niego. ¿Necesito comentarios fascistas diciendo que me merezco que me usurpen la casa, y con ella el futuro, un proyecto de vida, porque creo que las viviendas vacías de bancos y fondos buitres ya la hemos pagado y con creces la ciudadanía y que corresponde que se destinen a vivienda social? Sinceramente, son comentarios enfermos, pero no sabéis el daño que hacen cuando tampoco tienes la defensa de quienes, como tú, creen en los derechos fundamentales de las personas. ¿Llegará la justicia de la que tanto se habla que soluciona estos casos flagrantes de manera brevísima? Lo dudo. Antes, nos arruinaremos la vida por su inacción. Y no le importará a nadie.

Aun sabiendo que todo está en nuestra contra y que nadie, y –hasta ahora– casi ningún colectivo nos ha acompañado y apoyado, estuvimos batallando con las pocas herramientas que tenemos: presión vecinal, de amistades, de una plataforma local por la vivienda digna. Aun así, se ve que tengo demasiados privilegios, que he de morder el polvo antes de que alguien me tienda una mano. He de palpar la miseria y el abandono absoluto, estar en el fondo más oscuro para ser digna de ayuda, de consideración.

Soy consciente de que podría perder la compra de la casa, perder dinero invertido en un proyecto de obras, en tasación, en informe de arquitecto, etc. Pero pagar a quienes intentan cobrar un “rescate” por algo que es tuyo, eso, que lo hagan los gobiernos con los bancos extorsionadores. Esa práctica no es mía, porque soy decente y porque creía en lo que me vendieron de que “la justicia es igual para todas las personas”.

Soy víctima de las violencias sistémicas de todo lo que me rodea. No es lo mismo ser mujer de casi 50 años en pandemia, comprando una casa que ocupan para extorsionar o revender, y que intenta teletrabajar con un niño de 4 años sin escuela, y con una pareja al borde de una crisis de nervios por las injusticias que también padece, que no serlo.

Tengo prohibido ser débil. Debo aguantar estoica todo lo que me cae. “Las mujeres estáis hechas de otra pasta, sois fuertes. Lo aguantáis todo”.

Tengo prohibido perder los papeles, gritar, pelearme en las calles pacificadas de la ciudad, donde circulan coches a todas horas y aparcan sin temor utilizando los espacios de todas, porque son más grandes, más fuertes, porque te tiran carrocería encima y porque hay muchos huevos en nuestra sociedad. 

Y debes callarte, no sea que se molesten y al final te salga más caro. “No molestes a los ‘ocupas’, cuando te encuentres con ellos comprando en el súper lo que tú no te puedes comprar, después de haberse ido 15 días de vacaciones, habiendo puesto una alarma de Securitas Direct, no vaya a ser que después no se quieran ir y antes de hacerlo, destrocen la casa o te la vengan a destrozar después, que ya saben donde vivirás, en qué cabeza cabe exigirles que se vayan si te los encuentras en el súper, qué importa si te han dicho que se iban hace dos días, tú debes respetarlos, porque claro, y si te denuncian, ¿qué?”.

Tengo prohibido llorar, gritar, sentirme mal y fracasada ante el sistema violento con mi carne y mis huesos, con mis sentimientos, con mis principios, proyectos y sueños. Con mi bienestar y felicidad.

No sea que alguien se moleste.

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Comentarios
  1. No entiendo, he leido en otros medios (también independientes como El salto o Ctxt) que cuando existe usurpación, es decir, una vivienda de propiedad privada, la expulsión de los ocupas es casi instantánea por lo tanto deducía, que era un problema (uno más) creado por los poderosos Para distraer, pero siendo así como explica Fabiola, está claro que si es un problema. No se si es una excepción o q? En todo caso, mucha suerte compañera.

  2. … pese a ser hija de una dictadura cruel, inoculadora de ignorancia y egoísmo.
    Que certera tu definición, Fabiola.
    Tu situación y problemas, como los de otras muchas personas, creo que son el resultado de la combinación del franquismo aún no superado en la mentalidad española y de la dictadura del capital que no es menos letal ni menos inoculadora de ignorancia y egoísmo.
    Te deseo que se haga justicia, la persistencia y la paciencia, que a veces nos cuesta tanto mantener, suelen ser el camino.

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