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Munir ha elegido su bandera

El delantero hispano-marroquí del Sevilla exhibió la enseña bereber tras la conquista de la Europa League, un gesto que tiene su importancia política

Munir El Haddadi, tras la victoria del Sevilla en la Europa League. REUTERS/WOLFGANG RATTAY

El futbolista Munir El Haddadi nació hace 24 años en San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Fue descubierto por el Atlético de Madrid y completó su formación en la cantera del Barça. Tenía 18 años cuando debutó, con éxito, en el club azulgrana, lo que le abrió las puertas de la selección española y le cerró las de la marroquí. Desde 2014 no ha vuelto a jugar con España y se le ha negado jugar con Marruecos, cosa que ha reclamado para no ver estancada su carrera internacional. Su padre es de Alhucemas (epicentro de la efímera República del Rif en la década de 1920 y que formó parte del protectorado español hasta 1956) y su madre de Melilla, con lo que su vinculación con ambos países, por nacimiento y por raíces, está fuera de toda duda. El pasado viernes, tras ganar la final de la Europa League en Colonia (Alemania) contra el Inter de Milán, exhibió una bandera que no pertenece a ningún estado pero sí a un pueblo: la bandera bereber.

El detalle tiene su importancia política. El escritor argelino Kateb Yacine fue una de las voces que se alzaron durante el pasado siglo para denunciar el borrado de la identidad autóctona bereber. A su juicio, los argelinos (como el resto de norteafricanos, desde Marruecos hasta Egipto) no eran árabes stricto sensu. Los árabes viven en Arabia. Ellos eran bereberes, pero la conquista islámica del siglo VII trajo consigo una cultura y una lengua sagrada, la lengua del Corán, que se impuso a todas las demás. Las lenguas bereberes, sin embargo, nunca desaparecieron ni de Argelia (donde hubo que esperar hasta 2002 para que se convirtieran, constitucionalmente, en lenguas cooficiales del país) ni de Marruecos (que oficializó su estatus en 2011). A pesar de su normalización, la controversia en torno a la identidad bereber sigue siendo un tema espinoso.

El año pasado, en plena efervescencia de la Hirak (el movimiento de contestación al régimen de Abdelaziz Bouteflika, que llevaba dos décadas en el poder) se encarceló a decenas personas por portar en las manifestaciones la bandera bereber, la misma que Munir exhibió el pasado viernes en Colonia. El ejército comandado entonces por el general Ahmed Gaïd Salah prohibió la enseña por considerarla antiargelina. Un tribunal llegó a pedir 10 años de cárcel para un manifestante que no obedeció la orden militar. Para sortearla de alguna manera, los estudiantes respondieron pintándose en la frente la ? (la letra yaz, el equivalente a nuestra zeta en el alfabeto tifinagh). Esa ? representa al «hombre libre» y es un símbolo para el 25% de los argelinos que tienen alguno de los idiomas bereberes como lengua materna. Además, preside, en color rojo, el centro de la discutida bandera, compuesta al fondo por tres franjas: la superior en azul, que representa el mar; la del centro en verde, que evoca los bosques y las montañas, y la inferior en amarillo, el color del desierto.

Del lado marroquí, hay que recordar al Movimiento Popular del Rif que se desató tras la muerte en 2016 de un pescadero, Mouhcine Fikri, al que se le requisó la mercancía y que fue aplastado dentro de un camión de la basura durante su protesta. Ocurrió en Alhucemas, histórico bastión de la resistencia rifeña. Los líderes de aquellas manifestaciones, presididas siempre por la bandera bereber, fueron condenados a 20 años de cárcel. El rey está actualmente negociando los indultos para poner fin a una tensión que, en su momento más álgido, provocó una represión gubernamental brutal. En una situación similar, su padre, Hassan II (el hermano mayor de Juan Carlos I), fue incluso más expeditivo. En 1984 la subida de precios de los alimentos provocó huelgas y manifestaciones que, desde el Rif, se extendieron por todo el país. El ejército desplegó tropas, tanques y helicópteros y disparó fuego real contra la población. El gobierno reconoció haber abatido a 29 personas: 16 en Nador, nueve en Tetuán y cuatro en Alhucemas. En un discurso televisado llamó a los rifeños «canallas» y «parados que viven del contrabando y del robo».

Históricamente, el Rif ha sido un territorio bereber con un fuerte sentimiento identitario que primero fue sometido a sangre y fuego por los militares africanistas españoles y luego, tras la independencia, por el gobierno marroquí, que sofocó la revuelta de 1958 poniendo miles de muertos sobre la mesa (la cifra oficial es de 3.000). A aquella masacre le siguieron cuarenta años de abandono, a modo de castigo por parte de las autoridades. El desfase económico y social, provocado por aquella calculada negligencia, respecto del resto del país es algo que aún no se ha revertido. A pesar del anuncio de Mohamed VI de hacer grandes inversiones en la zona y de sus promesas de perdón a los líderes encarcelados (es de suponer que tras firmar el prescriptivo arrepentimiento), las reivindicaciones rifeñas continúan inalterables.

Munir, con dos pasaportes en su bolsillo, no juega con España ni puede hacerlo con Marruecos. Pero sus afectos, al margen de las selecciones nacionales, sí tienen una bandera. Una significación realmente extraña en el acomodado gremio de los futbolistas.

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Comentarios
  1. Es normal. Si los españoles y otros sin venir a cuento sacan su bandera a todas horas porqué no un bereber que se considera reprimido…en cuanto a lo que hizo el imperio español en Africa, tb nomal robar minerales saquear poblaciones enteras etc. O sea lo mismo que en sudamerica y en cualquier parte: robar esclavizar violar etc.

  2. La conquista española del Rif en el primer cuarto del siglo XX me parece uno de los episodios más vergonzantes de nuestra historia. No solo hubo sangre y fuego de forma indiscriminada contra la población civil, sino también uso de armas químicas y degradación de los contrarios de una forma salvaje (p.e. pasear las cabezas de los combatientes rifeños abatidos por las localidades y hacer mofa con éstas).
    De esta guerra se nutrió de jefes militares el golpe de estado del 1936- También es verdad que la mentalidad colonialista estaba instaurada en el gobierno republicano.
    Recomiendo un libro de Joseba Sarrionandia (Somos como moros en la niebla), que está en euskera, castellano y catalán, para conocer mejor esta historia y profundizar en lo que supone el moro en el imaginario occidental.

  3. Gracias por este artículo, que descubre el simbolismo de una reivindicación histórica, en el contexto del triunfo europeo del Sevilla FC.

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