Análisis | Opinión
Manual de uso de pueblo y la naturaleza para turistas de grandes urbes
La periodista asturiana recopila con humor una serie de recomendaciones para el "turista SUGRANU (Subpajariano de Grande Urbe)".
Yo asumo que cuando fui la primera vez a Madrid era Paco Martínez Soria saliendo del pueblo con una boina y una maleta atada con cuerdas. Aún hoy, si voy a cualquier ciudad (dependiendo del momento del ciclo menstrual en que me encuentre me vale hasta ir a Gijón), y veo mucha gente, me digo: «Uyuyuy, qué de gente hay aquí. Seguro que alguno me quiere robar o echar droga en la cerveza». Respiro tres veces seguidas y disimulo como que estoy a gusto. Para adecuarme al medio urbano cuando me fui a la Villa y Corte me hubiera venido bien que me advirtieran cosas. Como por ejemplo:
-No hace falta saludar a todos los conductores de bus cuando accedes al transporte público.
-En las pescaderías de Madrid no existen los “hombrinos”, ni los “pixines”. Y es más, debes aprender que la utilización de ciertos diminutivos, tales como «bajina», pueden sonar mal.
-No es necesario preguntar cada mañana qué tiempo va a hacer ese día.
-No necesitas una chaqueta «por si refresca» porque no refresca y la vas a perder.
Y así, un largo etcétera.
Sí, señores, me hubieran venido muy bien a mi unas «Normas de uso de la ciudad para gente de pueblu«.
Pero tuve que aprender a pelo.
Para que no ocurra lo mismo, y asumiendo que este verano estamos viendo en Asturias una multitud mutitudinariamente tumultuosa de turistas que proceden de grandes urbes que no saben andar por el monte , por los pueblos, por les caleyes o, como diz Fonso, el mi vecín, «Tan alloriados que no saben ni donde acampen«, vamos a poner en marcha un Manual de Uso del Pueblo y la Naturaleza para turistas subpajarianos procedentes de grandes urbes. Y con el subtítulo: «Y no acostumbrados al veraneo norteño». Porque tenemos que reconocer que en este momento hay mucho subpajariano asiduo al Norte que tiene la misma cara de incredulidad que tenemos los aborígenes viendo a la mutltitud multitudinariamente tumultuosa moverse entre árboles, ríos y demás localizaciones de nuestro entorno.
Así pues este Manual, que iremos actualizando en los próximos días, va dedicado al conocido como Turista SUBGRANU (Subpajariano de Grande Urbe), subcategoría: «No asiduo al veraneo norteño». En el día de hoy: «Animales y naturaleza».
Dedicado a ti, ocaP zenitraM airoS (Paco Martínez Soria, pero al revés):
1) El 99,9 por ciento de los gatos que ves en un pueblo tienen dueño. A ti te parece que vagan a su libre albedrío por la susodicha aldea y, efectivamente, lo hacen. Son los putos jefes del pueblo. No se les escapa ni una. Y sí, tienen dueño. No dueño en plan que duerma con ellos en la cama. No. Dueño de pueblo con el que tienen un contrato no verbal: Tú me mantienes la casa libre de ratones y otras bestias, y yo te doy de comer un poco de leche con pan. No hace falta que nos toquemos.
El 0,01 por ciento de gatos que ves y no tienen una puerta delante de la que estar ni un tuper viejo lleno de migas de pan y leche que comer son los gatos punkis del pueblo, que habelos, haylos. Suelen estar mediobizcos, cojos y llenos de heridas, posiblemente sarna y seguramente tiña. Procura no tocarlos por dos razones:
A) La sarna y la tiña pueden hace más pupita que el COVID.
B) Prefieren vivir en Cabrales que en Malasaña.
2) El 100 por cien de los perros mastines que te encuentras en los montes de Asturias no solo tienen dueño, además, tienen una labor en esta vida, que ye, fundamentalmente, proteger al rebaño de ovejas, vacas o caballos que ves a su alrededor. No es que sean perros trans o de sexo binario que se crean una oveya en lugar de perro. No. Es que tan ahí para cuidarlas. No los toques. No les des de comer. No los molestes. Sí, son monérrimos y parece que te sonrían los cabrones. Pero trabajan duramente en verano como si fueran camareros de Llanes, y después ya se pasan el resto del año llambiéndose sus partes íntimas con profusión y alevosía. Son queridos y respetados. El ganadero para el que trabajan suele tratarlos bien porque le interesa tener un perro en condiciones para que les cuide el ganao. Cierto: Siempre hay gilipollas entre los ganaderos. Pero eso también lo sabemos en el pueblo.Creedme, lo sabemos bien. Vivimos con ellos.
3) Los «bebés» de oveyas, cabras, vacas y caballos no se tocan, no se cogen para hacer fotos, no se molestan. Y sí, son moníiiiisimos. Por cierto: no son bebés. Son corderos, cabritos, terneres y/o potrinos. Pa que vayáis ampliando vocabulario.
4) Defecar en la naturaleza se puede. Es más, es un placer hacerlo. Pero dejar papeles tirados en el susodicho monte no se puede. Para evitarlo tienes varias opciones:
A) Cagar a la vera de un río y usar el agua como en un bidé. Para lavarte tus cositas.
B) Usar hojas y yerbas para limpiar tu hojaldre (ojo, esta opción puede causar leves daños o molestias o manchas si no se tiene depurada la técnica).
C) Usar papel para limpiarte y, después, lo metes en una bolsa de plástico y, después, lo metes en tu mochila y, después, cuando encuentres una, lo tiras a la papelera. Sí, estarás todo el día sabiendo que caminas con restos de tus heces en la espalda, pero colaborarás a que el mundo esté más limpio y, sobre todo, a que el dueño de la finca donde has decidido dejar tu pino, no se acuerde de toda tu familia cuando encuentre tus mierdas -que no son precisamente las que expulsas de tu cuerpo de una manera natural-.
5) Miccionar en la naturaleza se puede. Y lo de los papelitos para limpiarse, véase punto 4.
6) Si todo lo demás resulta confuso e incluso complicado de entender, quédate con esto: la clave es que tu paso por la naturaleza deje el menor rastro posible. A poder ser, Rastro Cero.
Seguiremos ampliando información.
Redondo. Espero ansioso la próxima entrega. Como yo también soy de pueblo (y asiduo revisitante), entiendo a la perfección el sentido didáctico de ese «Manual» y sus innegables bondades. Gracias, Aitana. Me uno.
Pues sí, este manual lo necesita más de un subgranu.
Y te has olvidado de advertirles que las plantas no son asfalto, que arden, y que una colilla mal apagada puede arruinar su uso de pueblo, el pueblo y la naturaleza de medio Asturias.