Los socios/as escriben

La mala gente ataca

“No me meto en la conciencia de nadie, allá cada uno con su conciencia”, reflexiona el autor.

Pablo Iglesias, en el Congreso. REUTERS / SUSANA VERA

Como manifesté en un artículo reciente, cuando hablo de mala gente, me refiero, naturalmente, a la derecha. Mala gente en el plano objetivo, no entro en el plano subjetivo. Puede haber gente de derechas que mantiene esta opción con la mejor voluntad del mundo; eso es lo que le enseñaron desde su niñez, y no ha sido capaz de ver otra cosa. No me meto en la conciencia de nadie, allá cada uno con su conciencia.

Pero a los dirigentes políticos de los partidos de derechas creo que no se les puede conceder esa duda, entran claramente dentro de la mala gente. Porque no se trata sólo de que defiendan una economía criminal, una economía que, en palabras del Papa Francisco, mata. Es que, en su lucha frenética por alcanzar el poder, recurren sin el menor rubor a la mentira más descarada y difamación más desvergonzada.

Esto se ha puesto de manifiesto de la manera más clara en el feroz ataque a Podemos con motivo de la acusación que el exabogado de este partido ha realizado sobre las finanzas de la organización. Para clarificarnos sobre este conflicto conviene, en primer lugar,  fijarnos en la acusación y el acusador. El acusador, el abogado José Manuel Calvente, que en su autobiografía afirma: “En 2014, indignado por la crisis y la corrupción que castigaba a nuestro país, decidí unirme a Podemos para aportar mi trabajo y mi experiencia jurídica en la lucha contra la corrupción”. A partir de entonces empieza a trabajar, al parecer sin problemas, de tal manera que cuatro años más tarde se presenta a las primarias para el Congreso y el Senado por la circunscripción de Tarragona. Aunque no figura como elegido sigue trabajando para el partido.

Dos años más tarde es despedido, según dice la dirección de Podemos, por acoso a una compañera. La causa contra él por acoso es archivada, y no hay referencia a ninguna posible demanda suya por despido injustificado. Lo que sí presenta es la jaleada acusación contra Podemos por distintos delitos de índole económica. Ante el escándalo provocado por su acusación, Calvente clama en un tuit: “Me insultan, me acosan, me amenazan en Twitter. Tergiversan mi declaración judicial en sus medios afines, recortándola hasta el infinito”.

Pues para que no nos acuse de examinar la acusación y su declaración judicial con la mirada de los medios afines, veamos lo que dice sobre ella el diario La Vanguardia –no creo que Calvente considere a este periódico un “medio afín” a Podemos. Pertenece al Grupo Godó, propiedad de una familia de grandes empresario catalanes. El padre del actual presidente fue procurador en cortes, por designación del general Franco, y presidente de la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País. Vamos, socialistas puros–.  

En La Vanguardia podemos leer: “Todo lo que en la denuncia eran certezas sobre contratos simulados, sobresueldos, comisiones ilegales, autocontratos y caja B se ha convertido en la prueba testifical en ‘cosas raras’ que alguien le contó a alguien, que le contó a otro hasta que llegó a oídos de José Manuel Calvente. ‘Rumorología’ define él mismo sus sospechas, ante juez, Fiscalía y defensa.

La primera pregunta del juez es si Calvente se ratifica en la denuncia y él responde que sí, sin dudarlo. Pero cuando el togado empieza el menudeo, el exabogado de Podemos mengua. ‘Dice que son contratos simulados…’, comienza el juez. Calvente interrumpe: ‘Que podrían ser simulados. Tampoco es que lo afirme categóricamente’. Acaba de empezar la declaración pero esta será la tónica de las tres horas venideras”.

O sea, que cuando se trata de concretar la acusación todo se queda en sospechas, suposiciones, rumores y murmuraciones. ¿Puede ser eso algo suficiente para que una persona que, según sus propias palabras, pretendía “dar la vuelta a la situación económica, social y política de este país y restituir la dignidad, la justicia social y el respeto a la gente”, le entregue a la derecha un cuchillo envenenado para atacar lo que él llamaba “un proyecto nacido directamente del pueblo, en una iniciativa política que nos ha devuelto la ilusión y el convencimiento de que es posible un cambio real”? El tuit de Calvente al que me referí antes, termina diciendo: “No me conocen, seguiré hasta el final. Y la verdad se sabrá”. Pues sí, es cierto, no le conocemos ni le comprendemos, y nos gustaría mucho saber la verdad, la razón última de su acción.

Una cosa sí ha salido a la luz, y es muy interesante: en Podemos existe una caja, que algunos denominan caja B, pero que en realidad es una caja de solidaridad que se nutre del 15% de lo que cobran los cargos públicos del partido, y se destina a diversas obras sociales. Justo el polo opuesto a la caja B del Partido Popular, que se nutre de las comisiones ilegales pagadas por muchas empresas y se destinan a gastos del partido y sobresueldos.

Pero como la verdad más bien le estorba a la mala gente del PP, aprovechan la ocasión para lanzarse en tromba contra Podemos recordando el viejo refrán: Calumnia, calumnia, que algo queda.

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