Cultura
El sexo de los extraterrestres
"Quizá lo monstruoso o lo aberrante está en este presente hecho de hierro y no en su alteración", defiende José Ovejero
Artículo publicado en #LaMarea77. Puedes conseguirla aquí.
El presente es terrorífico porque es irreversible y está hecho de hierro”, se dice en una escena de Lemy contra Alphaville, de Godard. Y en otro momento: “Para nuestra desgracia, el mundo es real”. En ese mundo real y terrible desaparecen palabras cada día, porque se prohíben, y aparecen otras nuevas para expresar lo que es obligatorio decir. Allí los poetas no se multiplican como hongos igual que en nuestro mundo, sino que tienden a suicidarse tras ser enviados a los barrios periféricos porque dicen cosas incomprensibles.
Si me fascina esa película de Godard, sin ser yo un gran aficionado a su cine, es, entre otras cosas, porque nos presenta una realidad que parece absolutamente inamovible, hasta el punto de que se ejecuta a quienes se comportan de manera ilógica. Se trata de una realidad de la que está excluido cualquier cambio auténtico, pues la transformación radical supondría poner en tela de juicio lo racional del mundo ya existente. Otra cita más –me encanta sacar citas de esta película–: “El presente es la forma de toda vida”.
A menudo tengo la sensación -y no lo digo por la fase epidémica que estamos atravesando- de que hace mucho que vivimos en Alphaville: funcionamos con esquemas mentales que excluyen la evolución, más aún el cambio radical en nuestras percepciones; dar la vuelta a nuestro pensamiento parece un insulto a la racionalidad de las estructuras a las que nos aferramos. Si algo atenta contra las asunciones más arraigadas lo echamos rápidamente al cajón de lo monstruoso.
Por eso me interesan tanto autoras de ficción especulativa como Ursula K. Leguin y Octavia E. Butler: porque crean un mundo con una estructura lógica y biológica tan distinta de las que conozco que me obliga a pensar en mi propio mundo y a mirarlo de otra manera: quizá lo monstruoso o lo aberrante está en este presente hecho de hierro y no en su alteración.
Si leo, por ejemplo, el relato Hija de sangre, de Butler –recién editado en español por Consonni en un volumen con el mismo título– dejo de mirar el debate sobre los derechos de las personas trans y el feminismo con las categorías que me vienen dadas; Butler crea una sociedad en la que lo femenino y lo masculino, el género y el sexo no tienen sentido alguno, cosa que sucede también en parte de la magnífica novela La mano izquierda de la oscuridad, de Le Guin y, de forma más atrevida, en varios de sus relatos. La ficción especulativa a menudo tiene esa virtud: la de cambiar los parámetros del debate y mostrarnos el anquilosamiento de los argumentos que se usan como armas arrojadizas ya obsoletas. La deshumanización de las personas trans, la sospecha que despiertan incluso en sectores supuestamente progresistas, el rechazo, la negación de sus derechos, la marginación, revelan, a la luz de algunos cuentos de Butler, su anclaje en estructuras cerradas de pensamiento. Cuando lo que consideras monstruoso se vuelve lo normal, resulta que el monstruo eres tú.
De pronto imagino a un ser de otra especie y de otro planeta, uno en el que sus habitantes cambian de sexo a voluntad o en determinadas fases de su vida, en el que también pueden realizar esa mutación cuando desean engendrar; o un mundo como el de Hija de sangre, en el que los humanos ofrecen su cuerpo para que aniden en ellos las larvas de una especie que no puede reproducirse de otra forma, una relación de la que surgen extrañas formas de afecto entre los miembros de esas dos especies –también relaciones de poder y de sumisión que nos desconciertan–.
E imagino a un escritor -¿o escritora? ¿o cómo me refiero a ese ser que ya no tiene ni un sexo ni un género?- que intenta recrear en su ficción a alguien como yo: limitado por un sexo específico, con un género arraigado, que vive en una sociedad en la que hay enfrentamientos por los derechos de parte de la población o incluso se persigue a quienes no se adaptan a la norma; este ser creativo no ya de otra especie, sino de una constitución casi impensable para nosotros, podría decidir ir un paso más allá y pensar una realidad terrorífica en la que se encierra a quienes rechazan la normatividad sexual, se les somete a terapias forzosas, y se les insulta o agrede cuando salen a la calle defendiendo sus derechos.
Desde ese otro planeta en el que la fluidez de género y de sexo se da por descontada, nuestra normalidad resultaría no solo cruel, sino que lo que a buena parte de la población terrícola le parece lógico y de “sentido común”, sería cosa de extraterrestres que carecen de corazón y de empatía: los alienígenas sin sentimientos de Marte Ataca seríamos nosotros. O, ya que vuelvo a hablar de cine, esa persona de aspecto agraciado, que se expresa como tú y como yo, que se siente superior frente a seres a quienes considera deformes física o moralmente, convencida de que son una aberración y que como mucho puede tolerarlos pero nunca reconocer sus derechos y su dignidad, al final tendrá que comprender que lo mejor que puede sucederle es que, como en La parada de los monstruos, aquellos a quienes despreciaba le canten: We acept you, one of us, one of us.
Tan sencillo que podría ser vivir en armonía, hacernos la vida más fácil unos a otros que de éso creo que se trata los cuatro días que estamos aquí y ¡qué manera de discurrir para hacerla difícil al semejante!.
En el fondo creo que es más sabio el hombre sencillo que aquellos poderosos a quienes se suele admirar.
Faltan valores y falta aprender a pensar por unx mismx
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Educarnos en política – o en educación cívica – significaría entregarnos herramientas para conocer el fenómeno del poder y comprender su proceso, es decir, cómo se accede, cómo se adquiere, cómo se ejerce, cómo se controla y cómo se influencia el poder.
Educarnos en economía y finanzas, significaría entregarnos herramientas para conocer y comprender el proceso productivo y el sistema financiero tanto a nivel nacional como internacional, y por tanto sentirnos emponderados en el proceso productivo.
Educarnos en filosofía, significaría sencillamente enseñarnos a pensar. Lo cual resulta peligroso para quienes detentan el poder.
Por tanto, política, economía y filosofía son conocimientos que están estratégicamente vedados para el común de la población.
Ante tal escenario de oscurantismo intelectual programado por las élites del poder, la filosofía y su estudio es la mejor herramienta contra la ignorancia manipula por la oligarquía.
(Por qué es importante la Filosofía (Carlos Fco. Ortiz)