Opinión

Se va, no le hemos echado

"Cuando su abuelo Alfonso XIII se exilió, se llevó consigo la Corona. Juan Carlos I se va para que ocurra justo lo contrario, para que la Monarquía siga intacta", escribe Dani Domínguez

El rey emérito Juan Carlos I. STATE CHANCELLERY OF LATVIA / Licencia CC BY-SA 2.0

“Juan Carlos I comunica a su hijo su decisión de trasladarse fuera de España”. “El Rey Don Juan Carlos I anuncia que se va fuera de España”, “El Rey Juan Carlos comunica a Felipe VI su decisión de trasladar su residencia fuera de España”. “Juan Carlos I comunica su decisión de irse de España”. Estos han sido los titulares de El País, ABC, La Razón y El Mundo después de que la Casa Real emitiese el comunicado en el que anunciaba que el rey emérito había decidido abandonar el país “ante la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada”.

Se va. “Mi legado, y mi propia dignidad como persona, así me lo exigen”. No le hemos echado. Probablemente a algún paraíso caribeño. Por eso esto no es un exilio, ni se le parece. Cuando su abuelo Alfonso XIII se exilió, se llevó consigo la Corona. Juan Carlos I se va para que ocurra justo lo contrario, para que la Monarquía siga intacta. De ahí nuestra derrota. Los autodenominados juancarlistas en los últimos cuarenta años se cambiarán ahora la chaqueta al felipismo –otra vez el tan lampedusiano que cambie todo para que nada cambie.

Entre otras cosas, la huida de ‘El Campechano’ sí que se parece a la de su abuelo. José María Zavala desmonta el mito de un Alfonso XIII empobrecido tras su exilio en ‘El patrimonio de los Borbones’. Todo lo contrario. El monarca llegó a controlar una fortuna de unos 70 millones de pesetas. Algo que, traducido a la actualidad serían unos 144 millones de euros. Bien es cierto su nieto parece haber dejado pequeñas estas cifras. “Lo peor del exilio es que se engorda mucho”, cuentan que dijo. Acabó muriendo en un gran hotel de Roma, donde se jactaba de ser un falangista de primera hora.

“Los españoles han echado al último Borbón no por Rey, sino por ladrón”, dijo el escritor Ramón María del Valle-Inclán sobre Alfonso XIII. Porque a él sí le echamos, a pesar de todo. Sin embargo, Juan Carlos de Borbón se va de España sin haber pagado por sus presuntos delitos fiscales, al menos por ahora. Se va parapetado detrás de un comunicado en el que su hijo y actual jefe del Estado remarca “la importancia histórica que representa el reinado de su padre, como legado y obra política e institucional de servicio a España y a la democracia”. Se va sin que ni siquiera sepamos si está, porque lleva meses desaparecido.

Se va mientras la derecha y los principales medios de comunicación alaban su decisión, sabedores de que todo seguirá igual. Por supuesto, nadie menciona hoy la palabra fuga, aunque sí lo hicieron, hasta la saciedad, cuando el rapero Valtonyc se fue a Bélgica tras ser acusado de calumnias e injurias graves a la Corona por cantar que “los Borbones son unos ladrones”. Ironías de la vida.

Y no le hemos echado porque todo lo que representa se queda aquí. La corona seguirá brillando en la cabeza de su hijo, de la misma forma en que el franquismo no se extinguió con la proclamación de Juan Carlos I el 22 de noviembre de 1975. Por eso no tenemos nada que celebrar, porque esto solo sirve para apuntalar una monarquía construida sobre unos cimientos más que sólidos. Una monarquía que escapa al control al que debería estar sometida cualquier institución. Una monarquía fuera del escrutinio de las urnas. 

“He sido rey de España durante casi cuarenta años y durante todos ellos siempre he querido lo mejor para España y para la Corona”, asegura. Ahora se va, dejando atrás España y deseando lo mejor a la Corona. Se va él pero queda todo. Murió Franco pero quedó su herencia. Se va Juan Carlos I pero se queda su legado. Y ese es el gran problema. Un problema que arrastramos desde hace demasiados años ya.

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Comentarios
  1. SE VA EL CAIMAN, PERO DEJA LA CAMADA EN EL NIDO. Sabino Cuadra.
    …»¿Y qué decir de Felipe VI?
    En junio de 2014, en su discurso de investidura ante el Congreso, afirmó que la monarquía debía “observar una conducta íntegra, honesta y trasparente…” y que “los principios morales y éticos y la ejemplaridad” debían presidir su actuación. En cualquier caso, según Daily Telegraph, en 2004, su viaje de novios (Fiyi, Samoa, Jordania, Camboya, California y México), por importe de 500.000 euros, lo sufragó en gran parte, una empresa de Josep Cusí, amigo personal de su Juan Carlos I. Y fueron felices y comieron perdices. Por supuesto, hasta que no lo reveló el diario británico, en 2020, nada se supo de ello. El chaval salía a su padre. ¿A quién si no?
    Luego supimos que Felipe VI era el segundo beneficiario de la cuenta corriente suiza adonde habían ido los 100 millones de euros relacionados con la adjudicación del AVE en Arabia Saudí. Se trataba del mayor contrato industrial de España en la historia. Y Felipe VI, que supo del regalito, no dijo nada hasta que el escándalo estalló en Suiza este año 2020. La conducta íntegra, honesta y trasparente impregnada de principios éticos y morales de la que habló en el Congreso era puro cuento.
    Mienten más que hablan. Y lo hacen porque son sabedores que quienes rociaron con sus hisopos democráticos la herencia monárquica instituida por Franco, les regalaron, no solo corona y Jefatura del Estado, sino también inmunidad-impunidad constitucional para que nunca puedan ser investigados ni condenados por la comisión de delito alguno. Constitución democrática ejemplo de Europa llamaron a eso.

    Resumimos. Los 65 millones ahora juzgados son pura anécdota. El emérito se partió de risa cuando se enteró que su hijo le había quitado la paga de 200.000 euros anuales, pues lo importante para él es su patrimonio de 1.800 millones. Y con respecto a lo que nos cuente Felipe VI, incredulidad total. Todo lo que diga y haga quien se sabe amparado por una inmunidad constitucional, carece de credibilidad alguna. Es más, mantener esta es prueba inequívoca de que sigue los pasos de su padre.

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