Cultura | Sociedad
El misterioso suicidio del fiscal del caso de Isolina Canuti, “la mujer descuartizada”
Entrevista con Dacia Maraini, autora de 'Isolina. La mujer descuartizada' a raíz de las nuevas informaciones descubiertas sobre su feminicidio.
Desde hace unas semanas habito un libro. No es un fenómeno aislado. Es algo que me sucede cada cierto tiempo cuando aquello que leo me atrapa. Me pasa entonces que vivo en paralelo dos experiencias, la real y la imaginaria. Lo que veo, toco, siento y respiro está a este lado de mundo. Sin embargo, mis pensamientos se hallan sumergidos en una fina película de fotones casi imperceptibles. Son imágenes que vienen de otro tiempo y lugar: Verona a principios del siglo pasado.
En la ciudad de Romeo y Julieta, en 1900, se libró una batalla procesal contra los asesinos de Isolina Canuti, la mujer descuartizada. Es así como la bautizó Dacia Maraini, la escritora que recuperó y recopiló su historia más de ochenta años después de su feminicidio. Isolina era una joven de diecinueve años que estando embarazada de pocos meses fue brutalmente asesinada y, posteriormente, troceada y lanzada a un río en un infructuoso intento por ocultar la terrible fechoría. Pero las aguas del Adige no quisieron ser cómplices de la barbarie e hicieron aflorar a la superficie los ajados fragmentos de la desgraciada joven. El resto de la historia es la crónica de cómo su asesino consiguió salir indemne del proceso gracias a la sólida e inquebrantable solidaridad patriarcal.
Dacia Maraini narra en su libro cómo viajó a Verona a buscar las huellas aún perceptibles del paso de Isolina por este mundo. Pero no quedaba nada. Ni siquiera estaba registrado su nombre en los archivos del cementerio. Es por eso que quise investigar yo también. Más de treinta y cinco años después que Maraini. Quería comprobar si los medios españoles se habían hecho eco del terrible crimen machista. Así que después de confirmar que incluso en Argentina habían reportado lo sucedido en Verona, encontré una asombrosa publicación en el Heraldo de Madrid, un diario de carácter liberal que nació en 1890 y que evolucionó a posiciones claramente republicanas poniendo fin a sus rotativas al acabar la guerra civil. La noticia del crimen de Isolina publicada en ese medio me dejó helada. Lo que acababa de descubrir revelaba un dato del proceso que, extrañamente, había pasado desapercibido para los diarios italianos. Sin embargo, había sido informado en España por un corresponsal de este periódico en Roma. El hecho en sí no constaba en la crónica de Maraini, ni logré encontrarlo en ningún otro medio. Leí la noticia unas cuantas veces y después volví a pasar las páginas del libro para cerciorarme de que lo que acababa de encontrar en la hemeroteca digital no lo había pasado por alto en el relato de la escritora italiana. Definitivamente, confirmé que era la primera vez que leía la información publicada por el Heraldo:
«Reina hoy viva impresión en todas partes, a consecuencia del suicidio del señor Felipe Masotti, representante del ministerio público en el emocionante proceso instruido en Verona y relativo a la mujer Isolina Canuti, cuyo cuerpo fue cortado en pedazos, algunos de los cuales fueron encontrados en las aguas del río Adige.
Identificada la víctima se descubrió que era la citada Isolina, cortesana que amaba al teniente Trivulzio.
Abierto proceso, el teniendo fue acusado como autor del crimen por el diputado socialista Todeschini: pero parece que no ha podido comprobarse.
El suicidio de Masotti aumenta el impenetrable misterio que rodea a este crimen.»
Al parecer, no solamente el ejército había presionado a través de los medios de comunicación para exonerar al teniente Trivulzio de las penas que se le imputaban por asesinar presuntamente a Isolina, sino que además de la muerte por envenenamiento de la mejor amiga de Canuti, debíamos sumar una nueva víctima al proceso: el fiscal Masotti. Tal y como reza la pieza del Heraldo, nos hallamos ante un posible suicidio que, sin embargo, arroja una nueva capa de misterio al, ya de por sí, tupido velo que envuelve este terrible crimen.
Ante este inesperado discurrir de los acontecimientos decidí ponerme en contacto con el editor de Altamarea para poder conversar con Dacia Maraini. Y a continuación transcribo la entrevista que tuve la oportunidad de realizarle al calor del nuevo dato surgido de forma tan abrupta como insospechada.
Querida Dacia, ¿cómo conociste la historia de Isolina Canuti?
Un periodista del Corriere della Sera me llamó en 1983 y me dijo que quería recopilar una serie de narraciones de hechos históricos contada por escritores. Y él me dio una lista de casos, pero ninguno de los que enumeró me interesó. Aunque la idea me gustó. Así que investigué por mi cuenta y sucedió que consultando los periódicos de principios del siglo XX apareció este caso y me pareció interesante desde el primer momento. Me gustó el personaje de Isolina y me indignó cómo se cometió el delito para proteger el «buen nombre» del ejército. Parecía un caso paradigmático: una mujer joven que es usada por el placer de un minuto y después del crimen, se produce la solidaridad de hombres poderosos para ocultar el crimen.
¿Cómo afrontaste la investigación sobre el caso?
Primero realicé algunos viajes a Verona y luego investigué en la Biblioteca de Roma en los periódicos de la época. Debo decir que encontré mucho material periodístico. Si bien me impresionó el hecho de que su nombre había sido eliminado incluso de los cuadernos del cementerio de Verona.
¿Piensas que el diputado socialista Todeschini pudo utilizar el caso de Isolina únicamente para denunciar la corrupción en el ejército?
Especialmente al principio sí hubo indignación real por su parte: se trataba de una niña humilde hecha pedazos para ocultar un embarazo no deseado. Eso era demasiado incluso para la opinión pública. Pero luego ciertamente se convirtió en un caso político y a menudo se olvidaron de la niña asesinada para cada cual sacar agua a su molino.
¿Cómo se vivieron en Italia las noticias surgidas por este caso desde el momento en que afloraron los restos de Isolina en el río hasta que finalizó el proceso Todeschini?
Como decía, la gente de Verona estaba ciertamente desconcertada. Los soldados estacionados en la ciudad no eran muy queridos porque actuaban de forma habitual como amos y a menudo frecuentaban a las chicas de la ciudad. Pero siempre a las más humildes y pobres: sirvientas, lavanderas, trabajadoras. De hecho, se ha visto que Isolina, como todas las niñas pobres, era una perdedora. Si su familia hubiera pagado bien a los abogados, tal vez Trivulzio habría sido sentenciado y la familia habría recibido una indemnización.
¿Piensas que el Ministerio Fiscal pudo haber recibido presiones del ejército y que eso pueda explicar el suicidio del fiscal?
No sabía sobre esto y no sé cómo interpretarlo, si fue un episodio relacionado con el crimen y el juicio o una coincidencia. No sé lo suficiente, debería estudiar el caso para entender más. Debería verificar las fechas, ver si hay testimonios que ayuden a explicar los hechos. Prácticamente sería trabajo para otro libro.
¿Cómo reaccionó la sociedad italiana cuando publicaste Isolina, la mujer descuartizada por primera vez?
Nadie sabía sobre el caso, estaba demasiado lejos en la memoria colectiva. Mi libro sirvió para recuperar para la memoria de la ciudad la injusticia cometida entonces. Los periódicos hablaron sobre ello con interés y, debo decir, nadie encontró errores en mi reconstrucción. Muchos ciudadanos de Verona también me ayudaron a encontrar materiales de la época, incluido un muy famoso y famoso abogado llamado Guariente Guarienti y mi amiga Paola Raguzzi que me ayudó a buscar datos en la Biblioteca de Roma.
¿Piensas que hemos evolucionado en igualdad lo suficiente desde que en 1900 se produjera este feminicidio?¿Cómo crees que reaccionaría la sociedad italiana si ocurriera hoy mismo algo similar?
Desafortunadamente, ocurren casos similares todos los días, y no solo en Italia. El feminicidio es común en todo el mundo. La diferencia radica en el hecho de que hoy las mujeres son principalmente asesinadas por sus maridos. De hecho, se dice que el lugar más peligroso para las mujeres es la familia. A las personas les apasionan este tipo de casos, quieren detalles, pero no me parece que realmente quieran cambiar las cosas. Es como si matar a una esposa que quiere irse de casa por alguna razón (la razón de todos los feminicidios) formara parte del destino de las mujeres.
Tanto es así que en los periódicos se habla de «amor traicionado», «miedo a perder el amor», «por demasiado amor», etc. Como si el amor pudiera justificar el crimen. Para mí, no se trata de amor sino de posesión. Muchos hombres, especialmente los más débiles y temerosos de la independencia de las mujeres, son hombres que identifican su virilidad con la posesión. Cuando su esposa o pareja dice que quieren irse de casa, entran en una crisis que los convierte en asesinos furiosos. De lo contrario, cómo interpretar el caso que ocurrió hace unas semanas de un hombre que mató a sus dos hijos y le escribió a su esposa «ya no los verás, estarás sola». ¿Puedes llamar al amor una venganza tan vil y brutal?
Desgraciadamente, no estamos en condiciones todavía de responder a todas las incógnitas que nos plantea esta nueva información sobre el caso del descuartizamiento de Isolina Canuti. Lo que sí podemos constatar es que el final de esta historia sigue siendo el mismo: la responsabilidad moral del asesinato recayó en el libre proceder de ella. Para Trivulzio –tuviera o no algo que ver en la muerte del fiscal– quedó no sólo el bien preciado de la libertad sino además el de la supervivencia. De nuevo, Isolina Canuti pagó el precio de ser culpable. Culpable de ser mujer.
Publico la novela en castellano, porque la he estado buscando, y solo la encontré en italiano.