Internacional

Mónica G. Prieto | Contradicciones surcoreanas

"La sociedad se divide entre quienes acusan del suicidio del alcalde de Seúl a su secretaria y quienes se revuelven ante la idea de que pase a la historia solo por sus hitos políticos, cuando ha sido acusado de abuso sexual", reflexiona Mónica G. Prieto.

Funeral de Estado por el alcalde de Seúl, Park Won-soon. LEE JAE-WON / REUTERS

LA MIRADA DE MÓNICA G. PRIETO // La sociedad surcoreana, formada por un pueblo educado y respetuoso marcado por un pasado reciente convulso –la terrible guerra que dividió la península, la separación forzosa de su otra mitad norteña que dejó a familias divididas, y dictaduras derrocadas gracias a persistentes manifestaciones estudiantiles reprimidas por los militares– resulta fascinante y contradictoria.

Una sociedad que sabe disfrutar y, al mismo tiempo, está eternamente preparada para la guerra con Corea del Norte, dado que ambos países nunca firmaron un tratado de paz tras la guerra de 1950-53. Una sociedad brillante y una economía poderosa con la mayor tasa de suicidios de la OCDE. Una sociedad avanzada que sigue lastrada por un odio machista perpetuado generación tras generación. El suicidio, la pasada semana, del alcalde de Seúl es un exponente de dichas contradicciones.

Park Won-soon, de 64 años, era uno de los políticos más respetados del país, un líder carismático destinado a ser candidato presidencial y una estrella política que había renovado tres veces su mandato con mayorías aplastantes, gracias a su buena labor al frente de la alcaldía. Su currículum era intachable. De joven fue activista, y llegó a ser detenido por manifestarse contra el entonces presidente, el general Park Chung-hee. Estudió Derecho Internacional en la London School of Economics y Ciencias Políticas en la Universidad de Londres, así como Derechos Humanos en Harvard y no tardó en aplicar su formación como defensor de los derechos humanos en casos que marcaron la historia surcoreana.

Formó parte del equipo legal que representó a Kwon In-sook, una universitaria asaltada sexualmente por la policía en la localidad de Bucheon en 1986: un oficial fue condenado por ello. La sentencia supuso un hito en el país, porque fue la primera mujer en atreverse a denunciar un asalto sexual cometido por agentes de la autoridad. En aquellas décadas, tumultuosas para la dividida península, Park destacó por casos que hicieron historia, como el asesinato del activista demócrata Park Jong-cheol, asesinado mientras era sometido a tortura.

En la primera década de los 2000, el abogado se involucraba en la fundación de ONG que abrieron la vía a otras organizaciones cívicas. Seguramente por eso, a pocos extrañó que Park diera el salto a la política en 2011, cuando se postuló como candidato a la alcaldía de Seúl con un programa donde incidía en la protección de los servicios sociales, un desarrollo equilibrado y una renovación urbana. Ganó por mayoría absoluta e instauró un seguro de empleo universal para los surcoreanos, rebajó las matrículas universitarias a la mitad y amplió la vivienda pública entre otras muchas medidas aplaudidas por una población que le renovó en el cargo en 2014 y 2018, consagrándose como el primer alcalde con tres victorias consecutivas.

Eran muchos quienes veían a Park, miembro del Partido Democrático, como un potencial sucesor del actual presidente, Moon Jae-in, cuando este finalice su mandato, en 2022, hasta la pasada semana, cuando su suicidio conmocionó al país. El defensor de los derechos humanos, el mismo hombre que había creado una oficina en la alcaldía para prevenir la violencia sexual y ayudar a las víctimas y que nombró un asesor especial para asuntos de género en 2018, había sido acusado, la víspera, por acoso sexual.

Su secretaria denunció haber sido sometida a contactos físicos no deseados durante cuatro largos años de mensajes obscenos, de fotografías inapropiadas y de presiones a las que no supo cómo reaccionar. Incluso después de haber sido trasladada a otra oficina, según la denuncia de la secretaria, el alcalde siguió supuestamente acosándola mediante foros privados de redes sociales. Sus colegas le decían que no podía ser, que debía ser un malentendido porque era imposible que Park fuera un acosador. Solo un año antes, el alcalde había afirmado en un acto que se dio cuenta “de lo importante que es la igualdad de género mientras servía como asesor legal para varias organizaciones femeninas”.

“Es impactante y molesto que el capítulo final de la vida de Park se haya visto empañado por acusaciones de acoso sexual. Es aún más sorprendente a la luz de su historial: en 1993, ayudó a ganar un veredicto para los demandantes en el caso del profesor Shin en la Universidad Nacional de Seúl, que inició un debate legal sobre el tema del acoso sexual en Corea del Sur. Como alcalde, enfatizó políticas de igualdad y sensibilidad de género”, destacaba un editorial del diario Hankyoreh. Algo que no es incompatible con sus supuestos abusos.

“Este caso es un caso de acoso sexual [derivado del] poder del exalcalde de Seúl, Park Won-soon contra su secretaria. La víctima no pudo negarse ni plantear quejas, abrumada por su tremenda autoridad”, explicó Lee Mi-kyoung, directora del Centro de Apoyo contra la Violencia Sexual de Corea, durante una conferencia de prensa. «Park era un líder social interesado en los derechos de las mujeres que también acosaba sexualmente a una de sus trabajadoras», dijo.

He conocido a mujeres surcoreanas que preferían no utilizar los aseos públicos en Corea del Sur ante el temor de ser grabadas por cámaras-espía instaladas por depravados para revender los vídeos íntimos en páginas porno, y también a mujeres grabadas sin saberlo por sus padres, por sus novios o hermanos mientras se mudaban de ropa. Los abusos están tan normalizados que, como contaba un artículo del diario Chosun Ilbo, “a los violadores se les suspenden sus condenas si tienen esposa e hijos que alimentar, y a los delincuentes sexuales más jóvenes se les reducen las penas teniendo en cuenta su brillante futuro. A menudo se aconseja a las víctimas que lleguen a un acuerdo extrajudicial con sus agresores, y los perpetradores que donan dinero a los centros de ayuda a violadas reciben sentencias más leves. Sin embargo, los delincuentes sexuales tienen la tasa más alta de reincidencia en Corea. Quizás la indulgencia mostrada por los jueces tiene algo que ver”. 

Park no es el primer alto responsable surcoreano acusado de abuso sexual, y no será el último, pero su muerte sí debería ser un revulsivo. Seúl se enfrentó a sus contradicciones cuando tocó el turno de velar al alcalde. Unas 575.000 personas firmaron una petición online pidiendo a las autoridades que no autorizasen el funeral público organizado por la alcaldía, que tuvo lugar el lunes y fue retransmitido en la red. Un millón de surcoreanos dejaron flores virtuales en el memorial creado en Internet. Ahora, la sociedad se divide entre quienes acusan a su secretaria por el suicidio, agrediendo a la víctima por segunda vez, y quienes se revuelven ante la idea de que Park pase a la historia solo por sus hitos políticos. “La forma correcta de recordar a Park Won-soon, como líder social y como ser humano, es ayudar a la sociedad coreana a que corrija sus fallos”, incidía el rotativo Hankyoreh.

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