Análisis
La crisis del Sahel: punto vital para la política exterior española
"El ejército galo tiene desplazados en el terreno a 5.100 efectivos, con el apoyo de 300 soldados y guardias civiles españoles en misión de lucha contra el terrorismo", explica el autor.
El primer viaje de Pedro Sánchez al extranjero tras la pandemia ha tenido como destino Nuakchot, capital de Mauritania, en el marco de la Cumbre Internacional sobre el Sahel, celebrada el pasado 30 de junio. El viaje llega con una carga simbólica importante y muestra la prioridad que el Ejecutivo español da a las difíciles circunstancias que se viven en la zona, envuelta en un conflicto religioso y social desde el 2012 y que estos dos últimos años se ha agravado notablemente.
La cumbre fue organizada por el presidente mauritano, Mohamed Ould Ghagouani, como presidente de turno del G5 del Sahel. Esta entidad formada por Mali, Burkina Faso, Níger, Chad y Mauritania, cuenta con el apoyo de Francia, antigua potencia colonial de la zona, para controlar la situación prebélica que se da en la zona. El ejército galo tiene desplazados en el terreno a 5.100 efectivos, con el apoyo de 300 soldados y guardias civiles españoles en misión de lucha contra el terrorismo.
La presencia de Sánchez y el presidente francés, Emannuel Macron, los dos únicos dirigentes europeos que estuvieron en el acto, muestra la importancia que para estos dos países tiene lo que sucede en la región. Además de ser un dato alarmante teniendo en cuenta la importancia que tiene la zona para la Unión Europea en diversos temas como seguridad y lucha contra el terrorismo yihadista, fortalecimiento de la transnacionalización de las fronteras y freno de las migraciones, así como del tráfico de personas y nuevas rutas para el tráfico de armas y drogas.
Las cifras de esta crisis se han desbordado en estos últimos años. A los más de 7.000 muertos que se ha cobrado el conflicto, se suman los más de tres millones de desplazados que ahora mismo hay en el Sahel hacinados en diferentes campos de refugiados entre Níger, Mali y Burkina Faso. Además, según informa Médicos sin Fronteras, otros cinco millones de habitantes de la región están en riesgo de hambruna severa.
Origen del conflicto y grupos activos
El inició del conflicto data del año 2012 tras la caída de Muamar el Gadafi en Libia. Después de su derrocamiento, miles de mercenarios tuareg abandonaron suelo libio y pasaron a la zona del Sahel donde su convivencia nunca ha sido tranquila con los débiles gobiernos locales al no reconocer ninguna autoridad. Entonces los diferentes grupos de tuaregs iniciaron una revuelta armada en el norte de Mali, reclamando un Estado propio y poniendo seriamente en jaque al gobierno maliense que contó con la ayuda militar de Francia para sofocar la sublevación. Pero esta coalición, a pesar de derrotar en un inicio a los rebeldes tuaregs, no pudo frenar la extensión del conflicto al resto de países de la región.
Esa expansión contó con la porosidad de las fronteras y la debilidad política de los gobiernos en las zonas desérticas del Sahel, ocasión que los diferentes grupos terroristas islámicos aprovecharon para ganar adeptos entre los tuareg y las etnias descontentas con dichos ejecutivos. En este sentido, el conflicto cuenta con grupos armados autóctonos de cada país que tienen como aliados a los principales actores terroristas del mundo.
En un extremo está Al Qaeda en el Magreb Islámico y en otro el Estado Islámico en el Gran Sáhara, marca del Daesh en la zona. A la vez, ambos grupos están enfrentados entre sí por cuestiones ideológicas: los primeros tendentes a combinar la lucha intelectual con la armada y los segundos, enfocados en una feroz lucha armada contra el resto.
Este viaje de Pedro Sánchez hace patente la relevancia que tiene para España la crisis humanitaria y económica que está ocurriendo en el Sahel. Esta región debido a su cercanía y repercusión en temas de seguridad y control de flujos migratorios se ha convertido en un punto clave de las políticas exterior y de defensa españolas.
Operación Barkhane
En este avispero regional se enmarca la Operación Barkhane, donde las tropas francesas, con apoyo español y británico, y los ejércitos del G5 del Sahel tratan desde 2014 de pacificar la zona. El punto álgido de sus éxitos fue la eliminación del líder máximo de Al-Qaeda en el Magreb Islámico, Abdelmalek Droukdel. Fue ejecutado por un operativo francés a principios de junio con el apoyo, al menos, de Estados Unidos.
Esta acción ha sido considerada por diversos expertos en geopolítica de la zona como un posible punto de no retorno para un futuro plan de pacificación del conflicto que contaría con una alianza entre la filial de Al-Qaeda en la región y los miembros de la Operación Barkhane. El objetivo de ese hipotético plan sería acabar con la emergencia de los grupos afines al Daesh en el Sahel, extremadamente violentos y con mayor capacidad de reclutamiento entre la población local.
Los objetivos franceses y españoles están adscritos a diversos tratados con los países de la zona para el freno de las migraciones hacia Europa. Han creado así una barrera transnacional para cerrar sus rutas y las del narcotráfico. España ha anunciado que elevará el número de soldados en la zona para lograr estos objetivos.
Por este motivo, es tan elevado el interés de Francia y España en el Sahel. La seguridad y la estabilidad en la zona es vital para el cumplimiento de esos acuerdos. A esto hay que sumar los numerosos intereses económicos que Francia –España en menor medida–, tiene en sus excolonias del Sahel: oro, gas, petróleo y pesca son alguno de los sectores donde el país galo tiene fuertes intereses. Los próximos meses serán vitales en una de las regiones cuyo crecimiento demográfico es más fuerte y cuya desestabilización puede verse reflejada en la frontera sur española.