Análisis

FelipE GOnzalez

"Parece que el exconsejero de Gas Natural Fenosa cada vez está más cerca de llegar al pico de su curva de derechización", escribe el autor.

Ilustración del expresidente del Gobierno Felipe González. CARLOS CARCOMA

El ego de FelipE GOnzález, (le viene de serie en el nombre), podría pasar a ser la primera construcción española visible desde el espacio exterior. 

Es un ego tan desmesurado que no puede mantenerse contenido durante mucho tiempo, ni siquiera en un yate o un Consejo de Administración. Su dueño necesita compartirlo con el resto del planeta; eso sí, es un contenido Premium, siempre de pago.

Su penúltima sacada de ego ha sido durante un desayuno informativo organizado por (PONGA USTED AQUÍ SU EMPRESA FAVORITA DEL IBEX 35) que sirvió para que el ex líder socialista volviera a sacar el puño, en vez de la rosa, para hablar sobre el Gobierno de coalición del PSOE y Podemos.

El ex presidente del Gobierno habló de marxismo por primera vez en décadas. Pero, tranquilidad, no estaba poseído por el espíritu de Isidoro, su alter ego de la clandestinidad franquista; Felipe González se refirió al marxismo de los Hermanos Marx, comparando el Gobierno de coalición entre PSOE y Podemos con la célebre escena del caos en el camarote abarrotado de la película “Un día en la Ópera”.

Es curioso que en los mismos días en que se aprobaba el “Ingreso Mínimo Vital”, alguien que lleva décadas cobrando del Estado un “Ingreso Máximo Vital” no hiciera ni una sola alusión a la medida económica y social más importante y progresista de los últimos tiempos en España, y se centrara en opinar sobre las diferencias entre los dos partidos que gobiernan en coalición y en criticar sus pactos con los nacionalistas catalanes.

Parece que lo que siente el ex referente socialista por este Gobierno progresista «no, no es amor, lo que siente se llama obsesión». Obsesión por Pedro y Pablo, una versión más moderna y revisada del también dúo de guapo y rojo que él mismo formó con Alfonso Guerra.

Obsesión por Pedro Sánchez, un presidente del Gobierno, socialista, que hace políticas de izquierdas, como diría el lema olímpico “Citius, Altius, Fortius”, más rápido, más alto y más fuerte que las que él hizo durante sus 14 años en la Moncloa. 

Hasta otro ex presidente socialista, Rodríguez Zapatero, ha criticado sus palabras y ha salido en defensa de la labor del Ejecutivo, afirmando que esta crisis “va a unir más al Gobierno de coalición”. 

Parece que, en la actualidad, la importancia política de las declaraciones de Felipe González, dentro y fuera del PSOE, está a la altura de una de sus aficiones más celebradas, los bonsáis. Aunque, eso sí, el ex líder socialista ha sido defendido públicamente por referentes periodísticos y políticos de la talla de Ana Rosa Quintana y Cristina Cifuentes. Una de cal y otra de arena.

Por cierto, en esta semana fantástica de Felipe González, se ha publicado un informe de la CIA que afirmaba que, cuando él era presidente del Gobierno, “acordó la creación” de los GAL*.

Pero, tranquilidad, no hizo ningún chiste en twitter, ni un rap, ni es un titiritero, no acabará siendo juzgado ni encarcelado por nada relacionado con el terrorismo.

Mientras, la identidad del ideólogo de la guerra sucia contra ETA, el denominado “Señor X”, seguirá estando a salvo, junto a la identidad del ya mítico “M. Rajoy” de los papeles de Bárcenas. Misterios tan profundos que, ni siquiera un experto en conspiraciones como Miguel Bosé, podrá desentrañar jamás.

Parece que el exconsejero de Gas Natural Fenosa cada vez está más cerca de llegar al pico de su curva de derechización. Tiene más claras que nunca sus prioridades: si Morfeo le diera a elegir entre la píldora azul que le permitiese permanecer en su realidad virtual de Matrix o la píldora roja que le llevase a la dolorosa realidad, creo que todos tendríamos clara cuál sería su elección. 

Felipe González, junto con Aznar, los dos expresidentes eméritos, se están transformando con el tiempo en Statler y Waldorf, los dos ancianos gruñones del “Show de los Teleñecos”, cuya única aportación era criticar y humillar cualquier cosa que no les gustara, desde la privilegiada altura de su palco del teatro.

En estos tiempos convulsos, en los que se están derribando mitos y estatuas, Felipe González parece estar empeñado en ser él mismo el que tire de la cuerda, con todas sus fuerzas, para derribar la suya propia.

*La información publicada por EITB, en la que se hacía eco de la noticia de La Razón, concluía así:
«Tras un largo párrafo censurado, el documento sigue con una reflexión: ‘Si la supuesta participación de Madrid se confirmara, las credenciales democráticas del Gobierno español y del Partido Socialista estarían seriamente manchadas’».

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