Política
Primeros pasos contra los fascistas del tercer milenio
La periodista Alba Sidera explica que Casa Pound no tiene reparos en reconocer "que ellos son fascistas, sí, pero enrollados"
La organización neofascista CasaPound tiene muy buen arraigo en Roma, donde nació. Fue la anfitriona de Matteo Salvini cuando este hizo su primer acto en la capital italiana. Era febrero de 2015 y, una vez presentado en el escenario por los neofascistas, Salvini se postuló como líder de la extrema derecha identitaria europea, convirtiendo la Liga Norte en una especie de Frente Nacional a la italiana. El exviceprimer ministro no ha escondido nunca su proximidad con los autodenominados «fascistas del tercer milenio».
La presencia de CasaPound en Roma es tangible. Muchos institutos de secundaria tienen las paredes tapizadas de propaganda de su potente rama juvenil, Blocco Studentesco, con bastantes representantes electos por los estudiantes. Entre 2008 y 2013 hubo incluso un alcalde de extrema derecha, Gianni Alemanno, que protegió sin tapujos a los fascistas y les colocó en diferentes puestos de poder en empresas municipales.
Pero lo que más pone de relieve la impunidad de la que han gozado siempre es su sede desde 2003 en la céntrica Via Napoleone III, bautizada como el «primer centro social fascista de la historia». Se trata de un edificio público de seis plantas, ocupado y convertido en su cuartel general. Está en el corazón de Roma, en el barrio del Esquilino, una zona popular con mucha inmigración. «Somos la embajada de Italia en este puto barrio multiétnico», explican. Desde allí han partido marchas en formación paramilitar y expediciones nocturnas para atemorizar minorías. También desde allí han realizado ruedas de prensa y debates con los medios que se han prestado a darles espacio para contar que ellos son fascistas, sí, pero enrollados; que se preocupan por el ambiente y los necesitados –siempre que sean italianos blancos–.
En estos 17 años ha habido diversas denuncias contra la ocupación de CasaPound, pero nunca han prosperado, o se han archivado con excusas pintorescas. La policía incluso elaboró un informe en el cual los definía como unos buenos chicos altruistas y respetuosos con la legalidad. Ahora, finalmente, la fiscalía de Roma parece decidida a llevar adelante el desalojo del edificio ocupado –que no será inminente–, y se ha abierto una investigación contra CasaPound por instigación al odio racial. La asociación nacional de partisanos de Italia, ANPI, es la entidad que más ha batallado para derrotar por la vía judicial al grupo de neofascistas.
Desde CasaPound aseguran que en su sede acogen a «familias en situación de emergencia habitacional». En realidad, más de la mitad de las dieciséis personas oficialmente allí censadas son funcionarios de la Guardia de Finanzas, del Ayuntamiento, del gobierno de la región o del Ministerio de Economía y Finanzas –que es el propietario del edificio–. Otros trabajan en un conocido restaurante romano propiedad de la mujer del fundador, Gianluca Iannone, o en empresas municipales.
El desalojo, si acaba llevándose a cabo, cambiará la fisionomía romana. El inmenso e imponente letrero de CasaPound –del que ahora queda la huella en la pared– recordaba a todo aquel que pasaba por delante que en Italia los fascistas no se esconden, sino que se jactan de serlo. Y es que la investigación por incitación al odio racial y el desalojo son solo un primer paso. Lo que realmente debería cuestionarse una república erigida sobreel antifascismo, que en su constitución prohíbe expresamente la refundación del partido fascista, es la existencia de una organización que concurre a las elecciones presentándose abiertamente como fascista. Y no es la única.
Los herederos ideológicos de Mussolini no se han quedado de brazos cruzados. Ya han ocupado otros edificios en Ostia, distrito litoral de Roma. No es una elección casual: en Ostia, la popular y lucrativa «playa de Roma», la organización de ultraderecha dispone ya de una fuerte presencia y buena relación con la activa mafia local. Tienen allí un regidor y bastante poder intimidatorio en las calles. El próximo año habrá elecciones municipales en Roma y hay buenas probabilidades de que salga elegido un alcalde de extrema derecha. CasaPound aspira a la presidencia del distrito de Ostia.
De materializarse el desalojo, perder su histórica sede en el corazón de Roma supondrá un golpe para el ego de CasaPound. Al mismo tiempo, sin embargo, trasladar su cuartel general al litoral romano y aglutinar allí sus energías podría dar lugar a un núcleo de poder ultraderechista concentrado y, por lo tanto, peligroso. Los fascistas del tercer milenio que inspiraron a Hogar Social Madrid continúan siendo un referente para la ultraderecha identitaria europea y gozan de buena salud militante.