Sociedad
Ciberodio | “Los valores que la familia muestre serán los que sus hijos e hijas aprendan”
Un estudio analiza el ciberodio en la población adolescente y su potencial para promover ideas extremistas y violencia basadas en la discriminación.
Justo antes de la pandemia, un grupo de la Universidad de Córdoba, la Universidad de Tampere (Finlandia) y la Universidad de Cambridge (Reino Unido) habían iniciado un estudio para analizar el ciberodio en la población adolescente y su potencial para promover ideas extremistas que, a su vez, se manifiestan en situaciones violentas, tanto físicas como psicológicas basadas en la discriminación.
El objetivo del proyecto, liderado por la profesora Izabela Zych y uno de los trabajos de investigación seleccionados por la Fundación Centro de Estudios Andaluces, es estudiar, entender y explicar las relaciones dinámicas que se establecen entre los comportamientos antisociales en línea y cara a cara en los adolescentes, teniendo en cuenta posibles factores de riesgo y de protección de ambos.
Centrado en Andalucía, el estudio es de carácter longitudinal, lo que, según el equipo investigador lo convierte en pionero. Se desarrollará durante dos años, con una doble recogida de datos (una vez por año), para tratar de entender las relaciones entre las complejas variables conductuales, explica una de las participantes, Inmaculada Marín-López, profesora del Departamento de Educación de la Universidad de Córdoba.
«En el equipo de trabajo solemos realizar las recogidas de información presencialmente, para que la ejecución del proyecto sea lo más rigurosa posible. Planeamos retomarlo tan pronto como el alumnado regrese a las aulas», añade. La mayoría de los miembros del equipo de la Universidad de Córdoba que forman parte del estudio pertenecen al grupo de investigación LAECOVI – Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la violencia.
¿Por qué decidieron emprender el estudio?
La idea viene tomando forma en los últimos años y la doctora Izabela Zych, investigadora principal del mismo, consigue darle forma y ponerlo en marcha contando además con un equipo de investigación multidisciplinar e internacional. Es innegable la presencia e influencia de las tecnologías en nuestro día a día. Nos relacionamos a través de nuestros dispositivos móviles cada vez con mayor naturalidad, y son una parte más de nuestras vidas. En esa comunicación cibernética encontramos oportunidades (como el contacto instantáneo; o el hacer y mantener amistades online) y también riesgos (como pueden ser el cyberbullying o sufrir ataques de ciberodio). En nuestro equipo de investigación ya trabajamos en los factores protectores y de riesgo del cyberbullying. Y este proyecto surge como continuación de nuestro trabajo, últimamente centrado en la conducta antisocial adolescente tanto cara a cara como en línea, y en sus factores de protección y de riesgo.
Consideramos importante profundizar en el ciberodio dado que diversos estudios están encontrando indicios sobre la relevancia de tal fenómeno en diferentes partes del mundo. Al protagonismo del uso de redes sociales e Internet se une el auge de ideas radicales que ponen en peligro la convivencia, la democracia y la paz. Y la difusión de ideas radicales, o incluso extremistas, es mucho más fácil y llega a muchísimas personas con un simple click en una tecla. En definitiva, nos interesa todo lo que pueda ayudarnos a mejorar la educación y la convivencia cara a cara y online y trabajamos en ello.
¿Se ocupa actualmente el sistema educativo de formar a ciudadanos y ciudadanas que respeten los derechos humanos?
Quiero creer que está tratando de ocuparse. Creo que no se le está prestando toda la atención que debería prestársele, pero confío en que estamos en el camino hacia el éxito en ese sentido. Desde la Universidad, en el campo educativo, tratamos de llevar a cabo tanto investigaciones como innovaciones cuya finalidad última es conseguir mejorar el sistema educativo y la educación de la ciudadanía del mañana. Por ejemplo, en nuestro equipo, entre los diversos factores de protección que estudiamos, están las competencias socioemocionales y morales; e indagamos en su papel para tratar de que se reconozca su importancia en la educación y que esto, más pronto que tarde, se traslade al trabajo en las aulas.
¿Y las familias?
Las familias son un pilar clave. Son agentes transmisores de valores. Los valores que la familia muestre serán, muy posiblemente, los que sus hijos e hijas aprendan. Si transmiten valores positivos, como solidaridad, respeto o tolerancia, los hijos e hijas aprenderán eso valores positivos. Y si son valores negativos, como puedan ser aquellos de carácter extremista, misógino, xenófobo, racista y/u homófobo, hay mayor riesgo de que los hijos e hijas asuman dichos valores como propios y los reproduzcan sin cuestionárselos.
También es importante que la familia, de manera equilibrada y coherente, trate de supervisar la actividad de sus hijos e hijas para velar por su seguridad. Y ello incluye saber qué hacen cuando se relacionan cara a cara y también cuando lo hacen a través de redes sociales. Este puede ser un tema que suscite debate, pues es necesario que dicha supervisión se haga cuidadosamente y se centre en vigilar que se hace un uso seguro de Internet. Hay que evitar comportamientos extremos como puedan ser una excesiva desconfianza que pueda dejar a los y las menores completamente vulnerables, o excesiva vigilancia.
La familia, por tanto, debería ocuparse de educar, en este caso, en valores positivos y en un buen uso de Internet. Si se observan valores negativos en la familia, se deben ir corrigiendo y adoptando otros positivos; y si no se cuenta con la competencia digital o información necesarias para ejercer una vigilancia equilibrada y razonable, es posible formarse en ello. Como suele suceder, la educación es clave y la familia tiene un papel central en ella que no solamente no debe descuidar, sino que debería aprovechar al máximo.
Con el clima que estamos viviendo actualmente, ¿cómo se puede enfocar la educación en ese sentido?
Creo que en la situación complicada que estamos viviendo están aflorando aspectos de la educación que apenas se consideraban. Por ejemplo, en el aspecto socioemocional, estamos viviendo en primera persona cómo de importante es un simple abrazo, un “buenos días” cara a cara, una sonrisa, un ratito en compañía de quienes queremos. Podemos intentar imaginarnos cómo se sienten los más pequeños y los jóvenes; sus relaciones sociales de un día para otro se ven reducidas a llamadas o videollamadas (con suerte), y la esfera emocional se reduce a las personas con quienes viven o quizá a otros familiares y amigos, pero a través de una pantalla.
«Hay que implementar, de una vez por todas, actuaciones que fomenten el desarrollo de competencias socioemocionales, morales y cívicas en las aulas»
La educación, de esta situación, debería salir trabajando mucho y muy bien en dos aspectos que considero esenciales. El primero, reforzar la educación pública, dotarla de recursos y darle el valor que amerita. Y el segundo, implementar, de una vez por todas, actuaciones que fomenten el desarrollo de competencias socioemocionales, morales y cívicas en las aulas; no relegarlo a ser un tema transversal que se trabaja en horas de tutoría cuando se tengan; no dejarlo en manos de la buena voluntad de los docentes que hacen hueco para trabajarlo, sino darles su espacio en el currículum educativo de todas las etapas.
¿Qué es lo más perjudicial para la educación que está causando, ha causado o causará la pandemia?
Los problemas de índole socioemocional que pueda acarrear esta dura situación y que seguramente ya están afectando al protagonista de la educación, el alumnado, y que seguirá afectándole si no se trabaja en ello adecuadamente. El alumnado está viviendo situaciones de estrés por la situación de incertidumbre que el estado actual nos provoca ya de por sí. A eso hay que añadirle que, en muchos casos, y dependiendo de la situación familiar y sus recursos disponibles, pueden estar perdiendo rutinas establecidas, no estar desarrollando correctamente sus competencias socioemocionales, entre otros aspectos, y todo ello dificulta la educación integral que el sistema educativo persigue.
¿Qué implicaciones tiene la educación online?
La educación online tiene muchas ventajas, como puede ser el no estar limitada ni temporal ni espacialmente; podemos formarnos donde queramos y cuando queramos. También ofrece un entorno de trabajo colaborativo, puede adaptarse a las necesidades de cada alumno o alumna, ofrece multitud de recursos y herramientas digitales, puede resultar motivante y dejar espacio a la creatividad. También cuenta la educación online con algunas desventajas, como la necesidad de disponer de medios tecnológicos adecuados, la dificultad para socializar durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, precisa de constancia y disciplina, y no siempre es de calidad.
La educación presencial también presenta ventajas y desventajas, por supuesto. La clave creo que está en qué tipo de educación resulta más adecuada según el tipo de alumnado al que irá dirigida. En Educación Infantil, una enseñanza online, para mí, es inconcebible; sin embargo, a nivel universitario, puede tener cabida, prueba de ello son las numerosas instituciones universitarias que trabajan a distancia.
¿Cree que se terminará imponiendo el modelo?
El modelo ya está impuesto, como decía, en algunas universidades a distancia, cuyo funcionamiento, organización y validez no pueden cuestionarse. Sin embargo, considero que, en las etapas educativas preuniversitarias, incluso diría que también en la mayoría de titulaciones universitarias (en todas aquellas en las que la interacción humana vaya a formar parte de la profesión para la que se forma), es mejor optar por la educación presencial. La educación presencial ofrece retroalimentación de ideas, enseñanzas, aprendizajes, y todo en interacciones cara a cara que contribuyen a que lo vivamos y lo aprendamos mejor.
También ofrece espacio a los sentimientos y emociones: una mirada de nerviosismo compartida entre estudiantes ante una pregunta del profesor que contribuye a cohesionar el grupo, una sonrisa ante una solución correcta a una tarea que actúa como refuerzo positivo, las interacciones sociales en las que se desarrollan y pulen las competencias socioemocionales, morales y cívicas del alumnado. La educación presencial de calidad garantiza una educación integral, y en ello la naturaleza social del ser humano tiene bastante peso.
¿Tendrá una afectación especial sobre la escuela pública?
Es complicado saberlo a ciencia cierta. Lo que sí espero es que la escuela pública sepa afrontar este reto con fuerza, con valentía y con los recursos suficientes como para garantizar el derecho a una educación de calidad, gratuita, inclusiva y participativa. Si la escuela pública consigue transformar este enorme reto en una oportunidad para fortalecerse, aprender y poner en valor elementos esenciales como las competencias socioemocionales, morales y cívicas, entonces sí que consideraré que se habrá visto especial y positivamente afectada.
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