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Despertar del sueño del desarrollo
"Despertar del sueño infinito del desarrollo debería motivar un cambio radical del modo de vida sostenido hasta esta sorpresa disruptiva", escribe el autor.
El coronavirus ha sido un elemento disruptivo en la concepción de omnipotencia científica y económica desarrollista en que habitábamos con la presunción de inalterable permanencia. Pese a los innumerables avisos de incontables expertos del sector medioambiental –que afirmaban que el conocimiento científico, al igual que la naturaleza, tienen límites–, hasta que la realidad no ha golpeado directamente a nuestra creencia y nos ha puesto frente a una realidad estruendosamente lúgubre e insospechada no había visos de cambio, ni apenas reflexión entre los grandes decisores mundiales.
Despertar del sueño infinito del desarrollo debería motivar un cambio radical del modo de vida sostenido hasta esta sorpresa disruptiva. Las advertencias de que esta pandemia puede no ser un asunto excepcional si no se detiene la extinción masiva de especies que en épocas pretéritas servían de obstáculo para evitar el paso de virus de animales a humanos debería reforzar la construcción de un nuevo comienzo en términos de valores, consumo y conciencia a todos los niveles, asumiendo que no somos sino una especie más del planeta y que el sometimiento de este a nuestro voraz apetito destructivo es un proceso suicida.
La alternativa al cambio probablemente sea readaptarnos a una realidad interpandémica en aras de mantener la ficción desarrollista de infinitud y naturalidad hasta donde un evento tan grande o mayor al COVID-19 acabe por despertarnos finalmente. Las agónicas proposiciones del sector económico, productivo y buena parte del político llevadas a cabo no escatiman en echar gasolina al mismo modelo productivo y de consumo esquilmador, excepción hecha de respuestas locales como la de intentar fomentar el transporte en bicicleta o la ‘Economía del Donut’ en Amsterdam que, como excepcionales que son, no conllevan cambios estructurales.
El mismo fantasma vírico con su latencia y énfasis en provocar el distanciamiento físico puede ser el único que provoque una menor explotación de todos los recursos naturales del planeta, pese a que políticos darwinistas como Trump o Bolsonaro no estén dispuestos a evitar un muerto si supone parar la maquinaria del desarrollo. Una buena muestra de confrontación entre realidades y creencias.
SI bien es cierto que las superestructuras institucionales tienen la capacidad de cambiarlo todo si se aúnan en el objetivo, no deja de ser cierto que es posible alcanzar ese punto si todos aquellos que ante el renacimiento de la naturaleza durante el periodo de confinamiento expresábamos nuestra admiración por su belleza, reiniciásemos nuestro modo de vida y patrón de consumo hacia modelos compatibles con el medio ambiente y la naturaleza fruto del despertar de ese sueño.
Es decir, no deleguemos plenamente la posibilidad de un cambio total o una continuidad en unas élites políticas o económicas a las que esta situación puede haber acercado a la realidad de las mayorías sociales, pero que interesadamente –u obnubilados por las directrices oníricas del desarrollo– se resistan a despertar y actúen como sonámbulos.