Opinión

Edurne Portela | Mirarnos el ombligo es una obligación moral

La mirada de Edurne Portela: "Es más fácil criticar a EEUU que mirarnos el ombligo. Sobre todo ahora que Trump nos hace sentirnos moralmente superiores".

Foto: Edurne Portela

LA MIRADA DE EDURNE PORTELA // Esta última semana las redes sociales han ardido con condenas al racismo y la brutalidad policial en Estados Unidos. Las calles de París, Ámsterdam, Londres, se han llenado de manifestantes que han desafiado al coronavirus (las fotografías, por cierto, me han causado una sensación extraña, como si no fueran posibles hoy) porque la causa merecía la pena. Es conmovedor ver este estallido de indignación (lo digo sin ironía), es necesario. Yo también he estado reflexionando estos días sobre el tema y he escrito sobre ello.

Y, sin embargo, como imagino se preguntan muchos de nuestros lectores: ¿dónde está toda esta gente que sale a la calle o que escribe tuits enfurecidos contra el racismo en Estados Unidos cuando un soldado israelí ejecuta impunemente y ante una cámara a un niño, una mujer, un hombre palestino? ¿Dónde están su rabia y su indignación cuando asociaciones de derechos humanos denuncian la muerte de miles de personas en el Mediterráneo? ¿O qué decir, aquí mismo, en España, de las muertes y desapariciones que denuncia cada pocos días Helena Maleno en el Estrecho o las condiciones de esclavitud de los africanos migrantes en los campos de Almería o Huelva?

Dirán que estoy mezclando churras con merinas, que no es lo mismo que un policía asfixie hasta la muerte a un ciudadano estadounidense por ser negro que alguien se monte en una patera y se ahogue o la situación en Gaza que, ya se sabe, es muy complicada. Y sí, es cierto, los contextos y situaciones son diferentes pero entonces la pregunta sería: ¿por qué un contexto nos hace indignarnos y comprometernos y el otro nos resbala? 

Posibilidad 1: el impacto de lo visual y el reconocimiento del nombre. 

La ola de indignación comienza a raíz de que se hace viral el vídeo en el que un policía blanco asfixia hasta la muerte a un hombre negro que repite «I can’t breathe», mientras que los otros policías observan sin intervenir. Pronto sabemos que el hombre es George Floyd, que tiene una familia, que su delito ha sido colar un billete falso de 20 dólares en una tienda. Somos testigos directos de la agonía y la muerte de un hombre con una biografía y con un rostro, al mismo tiempo que somos testigos de la extrema crueldad del policía y sus colegas.

Algo se rebela en nosotros cuando reconocemos en esos minutos el sadismo, la crueldad, la indefensión y la muerte. Hay una víctima y un victimario que podemos extrapolar a un conjunto de víctimas (la población afroestadounidense) y de victimarios (la policía y el supremacismo blanco). Todo es «crystal clear» como dirían allí.

¿Qué pasaría si viéramos un vídeo de una mujer embarazada en una balsa hinchable, en medio de una tormenta en el Mediterráneo, aterrada, intentando aferrarse a una goma con una mano, con la otra sujetándose el vientre, la balsa volcando, ella agitando los brazos, las olas tragándosela, también intentando gritar «no puedo respirar»?

Este vídeo no lo hemos visto, tampoco sabemos cómo se llama esa mujer ni las miles que yacen en la fosa común en la que se ha convertido nuestro Mediterráneo. Entonces, ¿tan carentes estamos de empatía que si no vemos la muerte con nuestros propios ojos, si no vemos la mano (o la rodilla) que mata, si no sabemos el nombre de los muertos ni les ponemos el rostro, repito, tan carentes de empatía estamos que no somos capaces de indignarnos ante ello? ¿O es que hay algo más?

Posibilidad 2. Hay algo más: la relación entre empatía y responsabilidad. 

Nos resulta mucho más fácil indignarnos y criticar a Estados Unidos que mirarnos el ombligo. Sobre todo ahora que Trump nos da tantísimas ocasiones para sentirnos moralmente superiores. Al fin y al cabo, salvo en el Reino Unido, no tenemos ningún fantoche (o fascistoche) de esos en el poder (todavía). Sentir empatía por las víctimas lejanas es mucho más cómodo: una vez que denunciamos la injusticia y nos solidarizamos con sus reivindicaciones y su dolor, el trabajo ya está hecho. Nos podemos ir a casa tranquilas. No se nos exige ninguna responsabilidad.

Sin embargo, si protestamos ante la muerte de esa mujer cuyo nombre no conocemos, si empatizamos con su situación, es decir, si aprendemos realmente lo que significa estar en su piel, adquirimos una responsabilidad porque en su caso sí somos responsables de su muerte. Esa mujer ha muerto a la puerta de nuestras casas precisamente porque hemos cerrado la puerta en sus narices. Si protestamos, si exigimos que nuestros gobiernos en Europa hagan algo para acabar con esa injusticia, si gritamos que no queremos seguir siendo cómplices de tanta muerte, adquiriremos la responsabilidad de acogerlos. Y me temo que la mayoría europea prefiere seguir con la puerta cerrada y el pestillo echado.

Pero esto no explicaría por qué no nos indignamos con las ejecuciones en Palestina, las muertes a miles en Siria, me dirán.

Posibilidad 3. Anestesia y nuevos prejuicios por un lado, hipocresía por todos. 

Las ejecuciones de ciudadanos palestinos por parte del Ejército israelí son constantes, estamos tan anestesiados frente a ellas como frente a las pilas de cadáveres en Siria. Es una realidad lejana que ya no nos afecta, como si la hubiéramos dado por perdida. Además, ya no se critica tanto a Israel desde que el fundamentalismo islámico ha sacudido Europa y tendemos a sospechar, en nuestros juicios simples y desinformados, de todo lo que suene a musulmán.

La crítica a Trump y Estados Unidos sale más a cuenta, es más coherente con esos principios de los que gusta tanto alardear en Europa: igualdad, fraternidad, justicia. Como si los países europeos no tuvieran un historia esclavista, colonial y neocolonial, como si Bélgica, Holanda o Francia no siguieran expoliando y siendo cómplices de verdaderas masacres en los países africanos en los que tuvieron colonias. Como si en nuestros propios países la discriminación racial, el color de piel no fuera una condena de pobreza y exclusión. 

Conclusión: estaría bien, en estos días que tenemos la sensibilidad racial tan a flor de piel, mirarnos un poco el ombligo y escarbar en él. Seguro que alguna pelotilla sale.

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Comentarios
  1. Muy acertado el artículo, Edurne. El racismo se da en todas partes, y es muy fácil denunciarlo cuando se lleva a cabo a miles de kilómetros de distancia, pero el que vivimos aquí no nos parece tan «malo». También encuentro acertadísimo tu paralelismo entra la brutalidad policial en EEUU contra los negros y la violencia sistemática y criminal que el estado israelí lleva décadas cometiendo contra los palestinos. Efectivamente, el reconocimiento de la víctima, de su nombre, ayuda a denunciar esa brutalidad. George Floyd fue asesinado por un policía blanco. Eyad Al-Hallaq, un joven palestino con autismo, también fue asesinado un día más tarde por un policía israelí. 10 tiros le metió el uniformado, por si uno o dos no eran suficientes. ¿Su delito? Ser palestino, lo cual ya es sospechoso para las fuerzas de ocupación israelíes. Basta llevar algo en el bolsillo para que te puedan matar. Si eres palestino, claro. La impunidad volverá a caer sobre el policía que lo asesinó, como ha ocurrido siempre allá, lo cual hará aún más miserable ese asesinato.
    La policía de EEUU, como la Ertzaintza, Mossos, Policía Nacional, la policía en EEUU y en decenas de países es entrenada por oficiales israelíes. Tienen décadas de experiencia en aplicar violencia sistemática y letal contra ciudadanos indefensos. Lo saben bien los palestinos, e incluso algunos israelíes de ascendencia etíope, como reconocía el otro día la publicación The Times of Israel. No basta con levantarse indignado contra el asesinato de George Floyd. Hay que hacer lo mismo contra los asesinatos racistas del estado israelí, y contra el racismo europeo, español y occidental. Porque no hacerlo es cinismo e hipocresía.

  2. Estimada Edurne,
    Comparto mucho de tus protestas respecto de muchos ámbitos: las víctimas ninguneadas de la guerra civil española, la violencia de género, el fascismo y populismo en alza en el mundo, y un largo etc. Algunas menos no las comparto. Si medio Africa decide lanzarse en pateras a alcanzar la «buena vida» de los europeos ¿todo ciudadano tiene el deber de acoger 2 familias en su casa en nombre de la empatía? ¿Los impuestos de quién pagarán sus seguros médicos, alquiler, comida, educación de sus hijos? Que hay zonas de desastre ¿implica que las zonas no desastradas deben adoptarlas? Frente a toda la saga de la globalización, el europeísmo y la confraternidad, esta crisis del COVID19 ha demostrado que en situaciones críticas, cada quién se aferra a su terruño, a su nación, y hasta a su odiado gobierno de turno. Crecí en una casa socialista con un padre entre ausencias, cárceles y exilios, luchando por un mundo mejor y una sociedad con igualdad de posibilidades, pero cuando mi hermana y yo le necesitábamos estaba luchando por el bien planetario. Creo que en este mundo algo imperdonable es la ingenuidad, porque si le hubieras abierto la puerta a esa mujer embarazada, tras ella habrías recibido a sus hermanos y abuelos, y luego a media aldea suya con algún nivel de parentesco. ¿Tienes capacidad de hacerte cargo de 40 seres humanos? ¿De 10 o de 5? Es egoísta sin dudas, pero si ya adoptar ¿por qué a ellos y no a un chaval vecino en paro? Y decir que los colonialismos europeos son responsables de las guerras, corrupción y hambrunas africanas es manipulación: tú no te beneficiaste de uranio ni diamantes robados. En segundo lugar unas palabricas respecto a otros asuntos que no «conmueven» ya, como las ejecuciones en Palestina. En todo el enfoque y la «información» al respecto hay tanta parcialidad y propaganda, tantas ejecuciones, torturas y violaciones de derechos entre palestinos, que luego de décadas la gente está hasta la bandera de esa dicotomía de «los buenos y los malos, los verdugos y las víctimas». Porque entre blanco y negro la realidad ( la verdadera, esa sin cámaras como cuando un padre asesina a su hija por cuestiones supuestas de honor) pasa por 180 gamas de grises. Israel vá camino a su destrucción con gobiernos cada vez más derechistas, fanáticos y corruptos. Pero más allá de lo que se filma, hay detrás de esos chavales que «ejecutan» civiles, decenas de civiles que deciden casi diariamente a por ellos con un cuchillo. Luego de unos meses así, a alguien que actúa raro y se le ordena parar y no acercarse, pues no sorprende que reciba un tiro. Está pésimo, pero quizás eso de mandar un chaval con una granada no se usaba en Euzkadi, ni en Ulster, pero en el Levante es común: un hijo jahid (uno de 12) y tienes honor y una extipendia. Es un asco y no justifica al soldado israelí, o marine, pero hay que estar allí y ver como funcionan las cosas. Los primeros ejecutores de palestinos son los palestinos: eso no se publicita ni se filma. Porque quién lo haga será lo último que haga. Te daré el ejemplo de mi suegro, que vá para los 90 este año. Jaim Lang. Escapó de Alemania nazi, llegó a Argentina para encontrar años después a los mismos nazis que le mataron a su familia y se fué a Israel. Está en el kibutz Najal Oz pegado a la franja de Gaza. No son territorios ocupados pero desde 1950 ha subido a minas en los campos de cultivo ( se salvó pero sus compañeros murieron), le han disparado infinidad de veces arando en los campos, y luego de los fedayiun vinieron los misiles y los morteros cotidianos, que se disparan desde colegios de UNRWA y al lado de mezquitas. Si hay represalias a esconderse tras chavales, que se filma bien si mueren. El año pasado no pudo salir de su casa porque los bombazos tardan 3 segundos en llegar, y todos los campos de trigo se incendiaron con los barriletes incendiarios que llegan de Gaza. El soldado (chaval de 19) que mató un niño, lo hizo luego de tres meses que niños así se acercan al alambrado cada día a tirar granadas y explosivos. Algunos compañeros suyos quedaron lisiados, con sus 19 años. Pues quien manda mujeres con bebés allí, chavales y jóvenes, lo hace sabiendo que antes o después habrá respuesta. Personalmente no justifico al soldado, pero digo que tampoco es todo su responsabilidad. Y si alguien con granadas y explosivos se acercara a tirarlas a cualquier frontera europea, no habría muertes esporádicas, sino una pequeña masacre y luego una frontera calma. No intento justificar nada, pero creo que para entender la mentalidad pashtún o persa o árabe, hay que conocer un poco cuan represivas y sangrientas son (para consigo mismas ) antes de juzgar una simple foto o video. Ahora mismo hay miles de zurdos europeos que alaban a Al Assad olvidando que la guerra comenzó antes que Daesh existiera. Creo que pueblos que crecen en la opresión o represión por generaciones deberán pasar por un tirano liberal antes de aceptar libertades y derechos. Israel misma vá camino a ser dictadura, pero hablando con palestinos bien saben que Arafat les robó (el pueblo mas subvencionado del planeta) y gracias a ello Sua Arafat está entre las 10 mujeres mas ricas del planeta. Hoy lo mismo hace Abu Mazen y sus hijos. En Francia se puede quemar autos si suben el combustible, en Egipto o Ramala jamás, y por ello na habrá revoluciones populares. MAktub, está escrito dicen.

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