Opinión
‘Job Interview’: la humillación de una entrevista de trabajo
"No es difícil reconocerse a una misma sentada en una silla intentando intensificar su vocación, maquillar el currículum, o mentir directamente. Nada rechina porque estamos más que acostumbradas"
Imagina una oferta de trabajo para ser segundo de cocina del restaurante del chef Sergi Arola por 24.000 euros brutos anuales. Imagina una entrevista de trabajo con los jefes de una start-up de videojuegos que ofrecen menos de 1.000 euros al mes pero buscan a alguien con, a ser posible, dos años de experiencia. Ahora piensa que todo esto sucede y lo retransmiten como si fuera un docureality. El programa se llama Job Interview y lo emiten en Cuatro. La entradilla es premonitoria: “Lo único que se interpone entre estos candidatos y el éxito son sus propios errores”.
“No te voy a engañar, el reto es duro, estamos hablando de un curro durito”, dice con sorna y total condescendencia el chef Sergi Arola a uno de los candidatos que aspira a trabajar en el restaurante V Club feat Arola, en Madrid. A casi todos los trabajadores los someten a pruebas –hacer un rebozado, sacar un billete de una máquina de autobuses, utilizar un programa informático, etc.–. El espectador repasa, del lado de los jefes, directivos o recursos humanos, las destrezas del candidato durante la entrevista, e incluso asiste al momento fatídico o victorioso en el que admiten a uno y descartan al segundo que ha llegado a algo así como la final.
Me diréis “qué más da, es un reality, todo puede ser mentira”. El problema es que, al margen de lo reales que sean, o no, programas como ‘Job Interview’ son especialmente nocivos. En términos de reproducción ideológica son formatos infalibles: atribuyen la carga y la responsabilidad al trabajador si no consigue tal o cual trabajo (el programa rezuma por todos los rincones el mantra famoso de que si estás desempleado algo habrás hecho mal: o eres muy viejo, o eres muy joven, o no encajas en los sitios, o no te has esforzado o preparado lo suficiente). Está claro, ¿no? Lo que te separa del éxito son tus errores. También llegan a penalizar directamente a un candidato a recepcionista que quiere tener un horario. Dicen los gerentes que ese comentario ha sido una de las “desilusiones del día”.
Ver el programa es como estar inyectado a una máquina de retórica neoliberal, que te entra, gota a gota y directa a la vena: rápidamente se hace evidente que solo el trabajador alienado y entusiasmado con la cultura de la empresa tendrá posibilidades. En la empresa de autobuses Socibus se despachan tranquilas las entrevistadoras diciendo que en su empresa “no hay empleadas, hay forofas”. Por su parte, la empresaria Carmen Navarro, responsable de los centros de estética Carmen Navarro, busca a una esteticien entre mujeres de entre 20 y 45 años que demuestren “pasión” y que les guste el trabajo “con todo su ser”. Eso sí, entrega a todo tu ser para un trabajo con una remuneración de entre 11.500 y 18.000 euros brutos anuales. Una de las candidatas al puesto acabará descartada porque en la entrevista afirma que tiene otro trabajo y que su idea es compatibilizar los dos.
Dos entrepreneurs de manual, con sus camisas y americanas de escuela de negocios privada, de la empresa Egogames, rematan su entrevista haciendo bailar al candidato. Buscan un perfil de technical artist por 12.000 euros brutos y con dos años de experiencia con el programa Unity (recientemente han declarado que se trataba de un error en el rótulo y que en realidad buscaban un empleado en prácticas. En el programa nunca hablaron de prácticas). Uno de los candidatos se negó a bailar, a lo que los entrevistadores responden que “ya podría haberse esmerado un poco más”. Por supuesto ese candidato no es el elegido.
Muchos de los entrevistados responden amablemente a lo que se les requiere, e incluso agradecen al empleador por una entrevista tan entretenida. Es fácil verse reflejado en sus reacciones también, asintiendo y sonriendo sin quererlo realmente.
La periodista estadounidense Barbara Ehrenreich, en su ensayo Por cuatro duros, asumió durante varios meses diferentes cargos en trabajos precariamente remunerados como barista, camarera de hotel, empleada de Wal-Mart o trabajadora doméstica. Su ensayo no es un safari por las clases proletarias de los Estados Unidos, sino que constituye un análisis útil de la cultura y las dinámicas empresariales que se establecen en diferentes trabajos.
Algunas de sus conclusiones son extensibles a lo que percibimos en ‘Job Interview’, donde la mayor parte de ofertas de trabajo apenas alcanzan el sueldo medio español. “Mi opinión es que las indignidades impuestas a tantos trabajadores con sueldos bajos por parte de los gerentes son en parte las causas que posibilitan mantener los salarios bajos. Si consiguen hacerte sentir suficientemente indigno, acabas pensando que te pagan lo que de verdad mereces”. La autora se fija en que incluso en situaciones de sometimiento extremo, el empleado actúa de forma diligente y motivada y refuerza su autoestima pensando sencillamente en su supervivencia, en la familia o una esperanza de futuro.
O, como asegura un candidato de forma elocuente al ser preguntado por “su sueño”: “Mi sueño es tener un horario. No quiero más. Para mí un trabajo perfecto es saber cuando vas a entrar y salir. Me da igual el trabajo que sea. Yo tengo mi hijo, tengo mi familia, tengo mi vida”. Las entrevistadoras no dan crédito: “¿Ese es tu sueño?”. No, este aspirante a conductor de autobuses tampoco es el elegido.
El tipo de proceso que normaliza el programa recuerda también a la tesis del libro Non-Stop Inercia, de Ivor Soutwhood, que analiza precisamente cómo una cultura del trabajo cortoplacista y absolutamente precaria no solo se conforma con requerir la mano de obra del trabajador –sus aptitudes, su técnica, en el sentido más aséptico–, sino que se le invita y se le exige constantemente llevar las emociones al trabajo, ser el mismo, mostrarse agradecida. La relación del empresario y el trabajador se establece directamente desde la caridad. Con cada potencial empleador, nos vemos forzados a mostrarnos similarmente entusiastas, sumisos y flexibles.
El resultado es tremendamente embarazoso y lleva la subyugación del trabajador hasta límites ciertamente incómodos. Sergi Arola, incluso, acaba regalando una receta en una hoja de papel a una candidata a modo de compensación después de una entrevista en el que la mujer acaba llorando y a la que no piensa contratar. Lo más parecido a un besito en la frente.
Apenas hay capacidad de réplica por parte de los trabajadores: no hay críticas a la dudosa praxis de las entrevistas con preguntas personales constantes, tampoco a los sueldos que se ofrecen por puestos juniors o seniors. Se concibe como éxito conseguir el trabajo, independientemente de las condiciones que se ofertan. El programa no esconde tampoco la intención de situarte en el lado del empresario (las cápsulas de los vídeos son así de sugerentes: “Cintia miente a la cara a los entrevistadores”, “La frase que nunca debes decir en una entrevista” o “La entrevista más animada: ¡un baile con los jefes!”). En el mejor de los casos, los jefes mirarán con compasión al trabajador; en el peor de los casos, con una deleznable superioridad moral o intelectual.
No estaría hablando de este programa si la deformación televisiva fuera exagerada hasta el punto de no reconocer en el formato una entrevista de trabajo. El verdadero problema es que todo resulta turbadoramente familiar. No es difícil reconocerse a una misma sentada en una silla intentando intensificar su vocación, maquillar el currículum, o mentir directamente. Nada rechina porque estamos más que acostumbradas.
Cada vez que aparecen programas de este tipo, como ‘El jefe infiltrado’, nos surgen las mismas preguntas: ¿Dónde está el programa de las inspecciones de trabajo a empresas para detectar a falsos autónomos? ¿Para cuándo el reality sobre hoteleros que no regularizan la situación de las Kellys desde hace años? ¿Por qué no un programa que saque los colores de jefes déspotas, corruptos o abusadores? Avisadme cuando echen en prime time el rider infiltrado, por favor.
Mientras todo esto no suceda, yo voy a dedicarme a hacer una lista de la vergüenza de todas las empresas que dan la cara por este programa para no utilizarlas o consumirlas nunca: Sergi Arola y su restaurante V Club feat Arola, Axiam, Socibus, Panoram Hotel Management y Hoteles Hilton, Egogames y el Centro de Estética Carmen Navarro. Iré ampliando la lista porque, lamentablemente, aún quedan capítulos.
Estos programas me hacen anhelar la acción directa del internacionalismo anarquista en España. Y eso dice mucho de lo que me repulsa el formato y su triste semejanza con la realidad.
Sin perder de vista que el programa sirve ademas como publicidad más o menos encubierta para las propias empresas participantes. Lo mismo pasaba en » El jefe infiltrado». de Atresmedia. Perversidad sin limites
Gracias, Anna, por tomarte la desagradable molestia de visionar semejante basura para detallarnos lo que ya intuimos a quienes ni en un ataque súbito de morbo somos capaces de hacer. El mismísimo Donald, (el fascista, no el pato) tuvo en tiempos en los que probablemente «agarraba» más fuerte aquella parte de las mujeres que se le antojaban, un programita titulado «You’re fired!» o algo así. Un déjà vu.
Anna, por favor, no olvides, tal y como anuncias, seguir confeccionando esa lista de la vergüenza; compensará en cierto modo la ponzoña ideológica que genera ese programa.
Que verdad que hay en este artículo exelente, cómo el empleador siempre tiene conciencia de que tiene el poder total sobre el trabajador y los abusos que surgen de esta relación desigual. Totalmente identificada me siento con lo de las entrevistas de trabajado, hay veces que hay que bailar como un mono para conseguir el tan preciado premio del empleo.
Sergio Arola? Ya ha pagado todas sus deudas (ss, hacienda y seguro que a muchos de sus empleados) de sus anteriores «negocios».
Menudo nivel.
Gracias y enhorabuena por el análisis certero. Como es bien sabido, la estructura económica crea una supraestructura con el fin de asegurar su superviviencia. Este programa es solo una de las muchas manifestaciones de dicha supraestructura.