Los socios/as escriben
Extraños compañeros de cama
En diversos medios de comunicación aparece Felipe González muy cercano a la clamorosa campaña de la derecha para echar a “los comunistas” del gobierno. Ante esto, aquellas personas suficientemente mayores para haber vivido los últimos tiempos del gobierno de Felipe González, no podemos sino recordar el mantra que José María Aznar repetía incansablemente en esa época: “Váyase, señor González”. El señor González por fin se fue, no por su gusto ni por seguir las indicaciones de Aznar, sino por perder unas elecciones. Se fue dejándole el puesto a Aznar, y daba la impresión de que la oposición entre los dos era bastante radical.
Ahora, al cabo de los años, nos los encontramos repitiendo a dos voces un mantra muy similar al de aquellos tiempos: ‘Váyase, señor Iglesias‘. Bueno, ese es el fondo del mantra, pero como están plenamente convencidos de que el señor Iglesias no les va a hacer puñetero caso, le dan otra forma al mantra: “Señor Sánchez, eche al señor Iglesias”
Esto parece muy normal en Aznar y en toda la derecha, que de una forma u otra no cesan de repetir el mantra. ‘Sánchez lo hace muy mal, pero la culpa es sobre todo de los ministros comunistas que tiene en su gobierno; a ver si los echa’. En cambio, esa postura puede parecer extraña en Felipe González, antiguo secretario general del Partido Socialista. ¿Le molesta que el PSOE se mueva a una postura moderadamente socialdemócrata?
Sin embargo esta actitud de Felipe González no resulta tan sorprendente para quien tenga alguna idea de lo que parece haber detrás de su brillante aparición en la política española. Recordamos que en los últimos años del franquismo, no solo entre las clases populares había oposición a la dictadura, también se movía una burguesía liberal que aspiraba a una democracia similar a las europeas.
En una reunión de algunas personalidades destacadas de ese grupo con el embajador estadounidense en España se especulaba con la probable evolución de la situación política, y todos llegaron a la conclusión de que era muy probable que, desaparecido el dictador y restablecida la democracia, en España se lograse un gobierno socialista al modo europeo. Uno de los presentes apuntó quien estaría el frente de ese gobierno: “Presidido por don Enrique Tierno Galván, naturalmente”. Pero el embajador americano le corrigió: “No, presidido por Felipe González”. Sorpresa mayúscula del grupo: “¿Y quién es ese?”. Nadie le conocía. El embajador sí, y sabía a qué puesto estaba destinado. Muy poco después aparecía en público el nombre de Isidoro, un joven abogado sevillano que representaba un renovado PSOE y cuyo verdadero nombre era Felipe González.
Esta historia, contada de boca en boca, levantaba muchas sospechas de que pudiera ser un relato bastante imaginario, así es que intenté comprobarlo. En el relato se daban los nombres de varias personas asistentes a la reunión, y yo era amigo de un hermano de una de ellas. En la primera ocasión le abordé y le planteé la cuestión. Su respuesta fue terminante: “Efectivamente, esa reunión se celebró realmente, mi hermano estaba en ella y esa intervención del embajador es totalmente cierta”.
Con estos antecedentes no resulta tan extraño el desagrado de Felipe por la presencia de Unidas Podemos en el gobierno. Quizás ha recibido una llamada de la secretaría de Estado estadounidense o es simplemente el precio que tiene su paso por suntuosas puertas giratorias.
González hace muchos años que se vendió al neoliberalismo.
Mejor dicho creo que nunca fué siquiera socialista.
Lo impusieron los yankees, yo también lo tengo entendido así, sabían que podrían contar con él, cosa que no hubiera sucedido con el profesor Tierno.