Cultura

Podcast | Silencio de radio, lo que oye mi balcón

"Mi grabadora, en mi balcón, registra, sobre todo eso: qué presencias son parte del paisaje; qué presencias nos decretan como peligrosas; qué presencias se dan por perdidas", escribe la autora.

Isabel Cadenas Cañón ha puesto su grabadora en el balcón durante el confinamiento.

Isabel Cadenas Cañón explica en este artículo el primer capítulo del podcast ‘De eso no se habla’, historias sobre silencios y sobre cómo los rompemos. Aquí puedes escuchar ya ‘Silencio de radio’, desde su balcón.

Puse la grabadora en el balcón por primera vez el 14 de marzo, el día que empezó el estado de alarma. Esa primera grabación dura 5’ 28’’ y se oyen las ruedas de un patinete, una radio altísima a ritmo de reaggeton y coches y camiones, muchos coches y camiones y su estela de ruido; también pasan turistas, riendo, por debajo de mi ventana. Escuchado ahora, suena a día normal en el centro de Madrid; a día normal de los de antes. 

Pero aquel 14 de marzo a mí todo me sonaba –me sonaba ya, me sonaba aún– a excepcionalidad. A esos días de la infancia en los que se iba la luz en casa, y siempre, siempre había una vela guardada en un cajón de la cocina por si acaso, y cuando se encendía, el tiempo tomaba de repente otra calidad. Ahora, claro, el momento de excepción no era por un corte de luz, y no valía con una vela para paliarlo (y además ahora ya no guardamos velas en los cajones por si acaso). 

Puse la grabadora por eso, porque pensé que en el futuro querría recordar cómo sonaban estos días raros, y lo llevo haciendo a diario desde entonces. Es, casi, el único trabajo productivo que he conseguido hacer: darle al rec –la mayoría de las veces se me olvida darle al stop– y, cuando me doy cuenta, tengo grabadas horas de calle. Cuando le conté a un amigo que estaba grabando así, me preguntó a qué sonaba, entonces, mi confinamiento. “A pájaros, a camiones cuyo ruido resuena mucho más que antes, a silencio mullido y a que el ruido, también, es una cuestión de clase –que dudas no había, pero se confirma–”. 

Dudas no había. Pero siempre ayuda tener algo material con lo que confirmarlo. Las risas de turistas que se paseaban despreocupados como si el confinamiento fuera una medida que el ministerio de turismo había diseñado para que ellos, ellas, disfrutaran de la ciudad, dio paso a los sonidos de quienes no tenían derecho al #MeQuedoEnCasa: trabajadores arreglando una fuga de agua, el abrir y cerrar de puertas de las furgonetas de las empresas de transporte, las ruedas de los carros de envío a domicilio del mercado, la rutina nocturna de los basureros. Y también: la mujer mayor que durante dos días se estuvo paseando calle arriba calle abajo gritando que no había visto a su familia y a la que la policía nunca preguntó qué le pasaba, si estaba bien; aquella noche perforada por los gritos del hombre al que ocho policías –esta vez sí– tiraron contra una furgoneta mientras su pareja gritaba que no se lo llevaran, que si no ella se quedaba en la calle. 

Mi grabadora, en mi balcón, porque lo registra todo por igual, registra, sobre todo eso: qué presencias son parte del paisaje; qué presencias nos decretan como peligrosas; qué presencias se dan por perdidas

Si algo está claro es que quedará mucho, mucho registro de estos días raros. Aquí algunos proyectos en los que escuchar las grabaciones de otras, y aportar las nuestras: 

Los sonidos: sonidos del confinamiento 

Los diarios: historias, reflexiones y diarios sobre el coronavirus. Puedes grabar tu audio y subirlo en la propia página web

Los silencios: ¿Cómo cambia nuestra presencia los sonidos del mundo? Este proyecto quiere grabar los sonidos durante el confinamiento y después, para escuchar cómo cambia nuestro alrededor cuando las personas no intervenimos en él –o casi–.

Los sueños: sí, todas soñamos raro. Y hay quienes están recogiendo esos sueños. El proyecto Quarantine Dreams (quarandreams@gmail.com) y el Pandemic Dreams Archive

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