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Raúl Bocanegra: “¿Por qué es fuerte alguien? ¿Lo es por sí mismo o porque supera cosas que le van sucediendo?”

El periodista y escritor Raúl Bocanegra publica 'Río Tuerto', una historia de dos mujeres que deciden romper con sus contextos con lo único que tienen: la violencia. "Quería recoger el espíritu de los movimientos de liberación a través de un relato de viajes: el viaje como metáfora del crecimiento", explica el autor.

El autor de 'Río Tuerto' Raúl Bocanegra (Laura León)

Raúl Bocanegra (Gijón, 1977), reportero y corresponsal en Andalucía del diario Público, lleva escribiendo, dice, “la misma historia a los 20, a los 30 y, ahora, a los 40 años”. Ya está, ahora sí, la versión definitiva: Río Tuerto, editada por Ediciones Canalla. La historia de dos mujeres jóvenes, amigas desde la infancia, que deciden romper con lo que la vida les había predestinado, precariedad y violencia. Y lo hacen con lo único que tienen: la violencia.

Una novela que bebe de la tradición del western, –»que es capaz de explicar grandes conflictos a través de historias», como sostiene Bocanegra– y que logra el milagro de la buena escritura: trasladarnos a sus escenarios con vívidas descripciones, sentir los cuerpos resecados de sus protagonistas, y entender sus existencias, aún más resecadas de tanto soportar una vida que no tenía nada para ellas. Una novela en la que se vislumbra el oficio no solo del buen escritor, sino también del buen lector, que no puede sino ser insaciable, apasionado y respetuoso con las obras que le preceden. Como la conversación que mantuvimos con Bocanegra sobre su novela. 

¿Por qué escribe una historia protagonizada por dos mujeres que residen en una población degradada y machacada por la violencia y la pobreza? ¿Por qué se decide a contar una historia, aparentemente, tan alejada de usted, en un momento en el que se publican tantos ensayos autobiográficos?

Me interesaba escribir un relato que funcionase como una historia de aventuras, que reflexionase sobre la trampa que es para mucha gente la familia, el barrio, una ciudad. Los westerns fueron muy importantes para mi generación y les tengo un especial cariño.

Sobre los personajes femeninos fuertes y poderosos, eran los que me salían cada vez que me ponía a escribir. Supongo que siento fascinación por las mujeres fuertes. ¿Por qué es fuerte alguien? ¿Lo es por sí mismo o porque supera cosas que le van sucediendo? ¿Cómo se genera esa fortaleza?

También tienen mucho que ver dos autobiografías fabulosas que leí. Una, Lady sings the blues, de Billie Holiday: un libro tragicómico, maravilloso, en el que parece que hay algunos capítulos inventados… Muy recomendable. Holiday tuvo una vida fascinante y está contada con mucho arte.  Y la otra, Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, de Maya Angelou. Me ayudaron mucho a construir los personajes, porque imaginé a Sara y a Lupe como sus respectivas hijas, una más musical, la otra más intelectual… Dos mujeres muy peleonas. 

También quería recoger el espíritu de los movimientos de liberación a través de un relato de viajes: el viaje como metáfora del crecimiento, de esa liberación, del cambio. 

En un mundo de relaciones líquidas, como definió nuestra era el filósofo Zygmunt Bauman, usted escribe una historia protagonizada por dos mujeres que son amigas desde la infancia. Una unión que es lo único que permanece mientras el mundo a su alrededor se desmorona.  ¿Por qué le interesaba plasmar este otro tipo de amor incondicional, la amistad, al que no le prestamos tanta atención como al familiar o de pareja?

La solidaridad, la fraternidad, la sororidad, la amistad y el amor son elementos perdurables que nos permiten construir ese tipo de viajes hacia la liberación. Es muy difícil hacer determinadas cosas solos. Lo cantaban The Beatles o Joe Cocker: “With a little help from my friends” (“Con un poco de ayuda de mis amigos”, en español). 

He querido que la relación entre Lupe y Sara fuese muy fuerte, que hubiesen crecido juntas hasta el desenlace en Río Tuerto. 

Río Tuerto tiene diferentes niveles de lectura. Pero también es una historia de aventuras. ¿Cree que la imaginación ha quedado relegada a un segundo plano en la moda que han establecido las últimas novedades editoriales?  

No sé si le puedo responder eso porque leo más literatura… un poco antigua. La imaginación en la literatura es absolutamente imprescindible. A mí me gustan las historias que cuentan algo: La Isla del tesoro, las que leímos de niños de Julio Verne, los westerns, que cuentan conflictos complejos a través de historias que funcionan muy bien. Eso era lo que yo pretendía y que no sé si habré conseguido. Yo quería que Río Tuerto se pudiera leer en varios niveles de profundidad: una historia que le pasa a dos mujeres, pero que también reflexiona sobre los efectos en las personas que sufren la violencia y sobre qué herramientas tienen para enfrentarla.

También hay libros que no cuentan historias al uso, como algunos de Samuel Beckett, de Dylan Thomas, y que me gustan porque como decía Juan Marsé “La única obligación moral del escritor es escribir bien”. A un libro lo que le pido es que esté bien escrito.

Un aspecto interesante de su novela son los personajes masculinos, que en su mayoría son los responsables de las vidas desgraciadas de las protagonistas, de sus infancias quebradas. Pero explica cómo también ellos son víctimas de esos contextos devastados por la pobreza, la violencia…..

Me interesa entender de dónde surge la violencia. Por supuesto que hay gente que vive en familias o en barrios donde no hay una especial violencia que terminan ejerciéndola. Nunca se sabe qué hay en la cabeza humana. Pero sabemos que hay elementos de contexto sociales y culturales que nos afectan a todos los que vivimos en ellos y de manera diferenciada si somos hombres o mujeres. 

Río Tuerto no es una novela social, pero refleja las salidas que tienes si vives en un barrio donde la única opción es el trapicheo o meterte en una banda, en entornos en los que la palabra, la escucha desaparece y lo único que queda es la autodestrucción. Lo he visto una y otra vez y nadie está exento de este tipo de procesos. Pero también creo en la capacidad que tenemos los seres humanos para tomar las riendas de nuestras vidas y cambiar de rumbo. Y Lupe y Sara son muestra de ello. 

Hay un preciosismo en el lenguaje empleado en la novela, en las descripciones de los paisajes, en esas hormigas que nos muestra avanzando en zig zag… ¿Le ha permitido Río Tuerto liberar una creatividad que como periodista, a menudo muy apegado a la actualidad, no puede permitirse a menudo?

El lenguaje periodístico puede ser perfectamente literario y un ejemplo actual de ello es Leila Guerriero, que hace un periodismo profundo y con un nivel de precisión en la escritura tremendo. Pero es diferente trabajar en una noticia de 800 o 1.500 palabras, en la que tienes que jerarquizar la información de lo que ha ocurrido en un sitio sin deslizar tu opinión. 

En cuanto a los paisajes en la novela, quería que funcionasen como en los westerns, en los que actúan de metáfora de lo que les ocurre a los personajes. El inicio de Río Tuerto, de hecho, con esas hormigas avanzando, quiere ser un homenaje al de Grupo Salvaje, en el que devoran a un escorpión. Esa metáfora describe bien la violencia, la brutalidad de ese mundo que rodea a Lupe y Sara. 

Concluye la novela también con las hormigas...

Sí, es una metáfora de las personas que luchan. Sus historias no suelen interesar tanto como las de los ricos. Los periodistas escribimos las historias desgraciadas que el mundo no deja de producir ante la indiferencia generalizada.

Una cosa que me ha gustado es que el libro se ha abierto paso solo, como Lupe y Sara. Mi amigo Antonio Avendaño, también periodista, le pegó una buena edición y cuando me atreví a mandarlo a la Ediciones Canalla, su editora Inés Pradilla dijo que para adelante. 

Y ahora que esta historia se ha emancipado de usted, ¿en qué está pensando para su próxima novela?

En la lucha cotidiana de las pequeñas cosas.

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Comentarios
  1. «la trampa que es para mucha gente la familia, el barrio, una ciudad».
    Creo que para aprender, efectivamente, hay que desconectarse del entorno y lanzarse a conocer mundo (no es necesario tener dinero, sólo ganas de conocer, mis viajes europeos fueron de albergue y comida de mercado municipal), entonces se podía aprender de Europa hoy creo que ya no. Hoy tal vez me gustaría estar con los aborígenes de Australia, por ejemplo.
    También creo que las mujeres de antes eramos más independientes que la juventud de hoy.
    Con los años, una vez has saciado tu interés por viajar físicamente, deberíamos emprender el viaje interior.
    ¿A dónde vas Hombre si el viaje es hacia tí mismo?: conócete, acéptate, supérate.

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