Sociedad

Bernabeu-Farrús: “Quizás se ha dejado de vender droga, pero quien tiene problemas con el alcohol encuentra cerveza en el súper tranquilamente”

Jordi Bernabeu-Farrús, psicólogo especializado en el tratamiento a personas con problemas de usos de drogas, habla de cómo la pandemia dificulta la asistencia y el tratamiento. «La abstinencia pide fuerza y estabilidad emocional», que durante el confinamiento se pueden ver alteradas

Jordi Bernabeu-Farrús es psicólogo en la División de Salud Mental de la Fundación Althaia. JÚLIA Y CLARA BERNABEU RAMOS.

Entrevista originalmente publicada en Catalunya Plural. Puedes leerlo aquí.

SANDRA VICENTE | Jordi Bernabeu-Farrús es psicólogo en la División de Salud Mental, Fundación Althaia, en Manresa, especializado en atención a las adicciones. Estos días, sin embargo, su tarea versa más en apoyar a los compañeros y compañeras sanitarios del hospital que se encargan de luchar contra la COVID. «No son buenos tiempos», afirma. Y es que actualmente «el sistema está centrado en la pandemia» y hay otros servicios que, debido al confinamiento, «no están pudiendo hacer tratamiento a enfermedades como tocaría».

Uno de ellos es el servicio de atención a personas con problemas de usos de drogas, que han visto un cambio en sus rutinas asistenciales y vitales. Luchar contra una adicción «requiere de una fuerza brutal», dice Bernabeu, quien señala que «me quito el sombrero ante el trabajo que hacen los usuarios». Y es que estar encerrado entre cuatro paredes genera una angustia creciente, sentimiento que, muchas veces, está detrás del mal uso de una droga.

El confinamiento ha afectado a varios tratamientos médicos, ¿cómo se están dando las terapias o tratamientos para uso problemático de drogas?

Ha afectado significativamente a los ingresos por desintoxicación hospitalaria y a los contextos terapéuticos. El seguimiento se da en lógica de la consulta externa, que es igual que cuando vas al oncólogo o el oftalmólogo. Son tratamientos ambulatorios, que se han reducido mucho debido a la pandemia. Así que el seguimiento médico y psicológico se hace telefónicamente y con fórmulas online. En cuanto a los servicios básicos como la dispensación de metadona, continúan abiertos, aunque siempre evitando idas y vueltas prescindibles.

Hablamos de tratamientos complejos, que van desde la psiquiatría por el control de medicación, hasta la terapia psicológica, pasando por la asistencia sociosanitaria para asesorar a personas con dificultades para encontrar trabajo o hacer gestión penal. La asistencia social es la que ahora está más parada, no por gusto, sino porque los juzgados están parados y por tanto no hay desahucios, ni juicios ni incapacitaciones temporales…

La asistencia psicológica la resolvemos por teléfono o videollamada. Pero ahora mismo nadie podría comenzar un proceso de desintoxicación con la misma atención que antes de la pandemia. A algunas de las personas que estaban ingresadas se les dio el alta por prevención (aunque se les mantiene el seguimiento), pero se debe tener en cuenta que hablamos de ingresos de 10 o 15 días. El sistema de salud ha estado dedicado casi exclusivamente a la Covid. Ahora se están estudiando qué fórmulas hay que abordar en un escenario de futuro a corto-medio plazo.

¿Cómo está afectando el confinamiento a las personas que tienen que hacer un tratamiento desde casa?

Debemos empezar aclarando que normalmente hablamos de personas con problemas con el alcohol, que es la droga con principal demanda de tratamiento en Catalunya y España. Y eso cambia mucho las reglas, porque aunque se oigan comentarios estos días acerca de que los camellos ya no venden droga, debemos recordar que en los súper sigue habiendo cerveza.

El confinamiento hace que no se siga el tratamiento como tocaría, pero como con todas las enfermedades. En líneas generales, nos encontramos con tres tipos de casos. Primero, las personas a las que el confinamiento les va bien: ya habían iniciado un proceso de tratamiento, así que el hecho de no salir es una barrera más para ayudar a mantener la abstinencia. Segundo, los que toda la vida han consumido drogas y lo seguirán haciendo, y si no tienen acceso a la cocaína, posiblemente lo compensen con otras sustancias.

Y los terceros, que son los que no lo llevan demasiado bien: personas con usos problemáticos que están alterados y que sienten la necesidad de consumir para compensar el malestar de estar encerrado entre cuatro paredes. Para todos estos casos, la gran duda es qué ocurrirá cuando se levante el confinamiento. Esperamos que esta contención también haya sido terapéutica.

Que el confinamiento se pase solo o acompañado debe ser algo determinante. ¿Tienen algún tipo de contacto con quien convive con personas con usos problemáticos de drogas?

El sistema catalán de salud protege mucho la privacidad del paciente, por lo tanto yo no puedo llamar a nadie de su entorno sin su permiso, pero a menudo lo tenemos, porque se entiende que las personas que con las que conviven son relevantes para el tratamiento. Y es que detrás de un uso problemático, suele haber personas con mucho malestar que consumen para compensarlo. Por eso no creemos que la abstinencia sea una buena estrategia para todos estos días, sino que intentamos trabajar el sustrato emocional, psicológico y regular el equilibrio durante el confinamiento.

Encerrados entre cuatro paredes hay dos grandes perfiles: aquel que externaliza la rabia hacia fuera y quien la internaliza y se machaca a sí mismo. Cuando contactamos con los pacientes no les preguntamos sólo si están consumiendo o no estos días, sino cómo están. Porque drogas como el alcohol son grandes ansiolíticos y, por mucho que estés en proceso de cambio, si ahora te han hecho un ERTE o si te sientes solo, puede que no puedas evitar consumir.

Me preocupa la gente que está sola, porque domina el discurso de que la soledad es una manera de saber estar bien contigo mismo, pero para eso tienes que tener unos recursos mentales determinados. Las personas que han tenido problemas de drogas viven bajo la permanente lupa de la desconfianza y la recaída y, si estos meses hay alguien que recae, no se debe flagelar, sino que hay que aprender y, sobre todo, procurar no aislarse.

¿Considera relevante la posibilidad de que, cuando termine el confinamiento, se encuentren una alta demanda de gente que haya empezado a hacer un uso problemático de drogas estos días?

Ahora estamos colapsados ??por el presente, pero tendremos que estar preparados, porque pasarán varias cosas. Por un lado tendremos que atender a los que aún siguen el tratamiento; la gente que lo ha dejado por la presión del momento, pero que recuperaremos. Y también habrá gente que durante el confinamiento habrá introducido el uso de drogas o medicación como mecanismo de gestión del malestar. El estrés de estos días genera una sensación de impotencia y tensión brutal y esto tendrá un impacto en el consumo.

Y es que normalmente cuando alguien desarrolla un problema con las drogas, es porque ya conocía esta droga y en algún momento crítico el consumo aumenta porque compensa. Puede que haya gente que antes bebía, no de manera problemática, pero estos días aumenta el consumo y empieza a entrar en un umbral de riesgo. Tendremos que ver cómo se gestiona este consumo una vez se levante el confinamiento.

Me preocupa, sin embargo, si la red tendrá recursos para atender a toda esta gente. Si ya tenemos listas de espera, ¿qué pasará cuando todo esto acabe? Esta crisis ha puesto sobre la mesa que la planificación en términos sanitarios, sociales o educativos debería haber sido mejor. No se podía tener respuesta para el coronavirus, porque nadie lo esperaba, pero lo que no es de recibo es no tener recursos suficientes para hacer frente a esta crisis o la que vendrá.

¿Considera que las televisitas son una buena manera de hacer tratamientos?

Parece que acabamos de descubrir las televisitas, pero hace 20 años que existe Internet, el problema es que no teníamos protocolos para hacerlas. Esto llevará a repensar cómo se atiende la gente y reflexionar sobre si con algunos usuarios hemos sido, incluso, paternalistas. Porque pensábamos que algunos, sin nosotros, no sabrían funcionar, pero estoy muy contento de cómo lo están haciendo. A veces tratamos al usuario como alguien que no es capaz de ser autónomo, pero es una persona como cualquier otra que, a veces, necesita acompañamiento.

Dejarse acompañar es un proceso y se nota cuando se pierden las rutinas. Estos días, muchos nos dicen que las sesiones semanales son lo mismo que ir al gimnasio. Es gimnasia emocional y ahora la han perdido. Igual que ahora tenemos un montón de runners que parece que necesitan salir sí o sí, hay mucha gente que ha perdido un espacio de seguridad y acompañamiento emocional. El confinamiento, como todo el mundo, nos ha obligado a reinventarnos, pero nunca me fiaría de nadie que me dijera que una crisis como ésta es una oportunidad.

Por ejemplo, no diría nunca que un confinamiento es una oportunidad para dejar las drogas, pero lo que sí que presenta es la necesidad de adadaptación. Salir de las drogas es una lucha brutal, porque es mental, y hay personas que conviven 24 horas al día con sus malestares. Me quito el sombrero por el trabajo que están haciendo. Por eso tenemos que pedirles que el desconfinamiento sea aún más exigente que el confinamiento, porque, si no, se pueden dar unos «homenajes» que después vamos a sufrir…

¿En el sistema público atienden a personas con diversidad de recursos? ¿Qué diferencias marca la clase social en el tratamiento por abuso de drogas?

No es lo mismo atender a una persona con una situación social y económica muy precaria que otras más favorecidas. No se le puede decir a alguien que se apunte al gimnasio cuando no tiene pasta ni para comer. Ni es lo mismo pedir que se cumplan unas rutinas cuando se tiene el día ocupado en el trabajo que cuando se levanta a las 10 de la mañana y no tiene que hacer nada en todo el día y lo único que tiene son imputs negativos.

Vivir permanentemente en estrés crónico por si te desahucian, por ir al banco de alimentos, por ver que todos los niños van de colonias y los tuyos no pueden… esto genera un malestar que, en confinamiento, se agrava. Se debe trabajar la atención plena y tratar también cosas que pueden venir. Convivir con lo que puede ser. Muchos de los usuarios tenían pendiente un desahucio durante el mes de abril o mayo y, ahora que se han detenido, trabajamos con la ‘buena noticia’ de la tregua, pero pensando en las respuestas que tendremos que dar.

Durante la entrevista hemos hablado de personas que están en tratamiento para dejar las drogas, pero ¿qué pasa con las personas dependientes que, debido al confinamiento, pasan una abstinencia involuntaria?

Si te quieres drogar estos días, te drogas. Es más difícil, te expones más y es carísimo, pero lo consigues. No sé cómo evolucionará el consumo después del confinamiento, pero lo que no me gustaría es que acabáramos reduciendo temas vinculados a recaídas o aumento de delincuencia en responsabilidades individuales de las personas con usos problemáticos. Se trata de una crisis estructural. No sería justo. Es fácil comprar binomios como el de droga-delincuencia o droga-problema.

La experiencia nos dice que en épocas de restricciones, cuando el mercado restringe el acceso a las drogas, las continúa ofreciendo, pero de peor calidad y eso quiere decir que sitúa a los consumidores en un escenario de mayor vulnerabilidad. Hablamos de consumos más clandestinos, con riesgo de multa por saltarse el confinamiento, o de peligro a la salud por drogas adulteradas. El mercado facilita engaños y, a veces, estos son los que matan. El problema de las drogas, en gran parte, radica en las políticas que hay detrás sobre su acceso. Las drogas son una cuestión vinculada con la salud pública, pero entendiendo ésta desde una perspectiva muy global.

La historia nos ha enseñado que con restricciones a menudo incrementan los problemas, como ahora que estamos confinados. Además, se debe tener en cuenta que con algunas drogas concretas, como los opiáceos, se pierde muy rápido la tolerancia. Esto significa que cuando dejas de tomar las cantidades que tomabas o lo haces con menos frecuencia, el cuerpo pierde capacidad para asumirlas y esto va ligado al riesgo de sobredosis cuando se vuelva a tener acceso a la droga. Y es que hay drogas que no se pueden retirar de golpe, porque si la persona no está monitorizada médicamente ni acompañada profesionalmente, puede haber un desajuste vital que se puede traducir un problema de salud muy grave, que incluso puede terminar teniendo un final trágico.

¿Qué recomendáis, pues, para estos consumidores?

A los que no pueden ni quieren dejarlo, les recomendamos recurrir sólo a los consumos imprescindibles. Para entendernos: quitarse el mono y ya está. Y que la reducción en el consumo pueda ser un primer paso para plantearse abordar los usos problemáticos.

Se debe respetar a los consumidores y garantizar unos derechos básicos, porque si no las respetas nunca vendrán para que las ayudes y tampoco sabremos cómo están. Servicios de reducciones de daños, como las salas de venopunción y consumo, más conocidas como narcosalas, están pensadas desde un umbral de exigencia bajo: no les pides que lo primero sea la abstinencia, sino que simplemente les garantizas unas condiciones mínimas de uso de drogas. No se trata de meterlos en estos espacios para que se droguen allí y punto, sino que se busca acompañamiento con profesionales de referencia y también cierta paz social. Si tienes controladas conductas de riesgo, hay menos problemas.

¿Cree que, después del confinamiento, podría ser un momento para retomar con fuerza el debate sobre la legalización de algunas drogas, para garantizar un consumo más controlado?

El problema de este debate es que es muy complejo porque se puede entender desde muchas perspectivas, aunque actualmente sólo se plantee la regulación de la marihuana. No se puede asegurar que pasaría, pero algunas experiencias nos dicen que donde hay relativa facilidad de acceso no hay más usos problemáticos que en otros lugares con más restricciones: donde las políticas son muy criminalizadoras, la gente sigue drogándose y a menudo los problemas de salud público aumentan a propósito de la propia prohibición.

Querría dejar claro que todos estos escenarios son hipótesis. Y yo no soy experto en políticas sobre drogas. Y menos en términos de regulación. Sí que se me plantean algunas cuestiones a tener presentes: ¿Quién controla el mercado: dónde se vendería y quién tendría licencia? ¿Cómo se haría la dispensación, con una perspectiva liberal o más discreta? ¿Cómo se controlaría el acceso de personas, por ejemplo, con problemas de salud mental o menores de edad? El primer paso, creo, es dejar de sancionar algunas conductas y dejar de criminalizar el consumo. Creo que la legalización es un debate político que, todavía hoy, no da suficientes votos como para ponerlo sobre la mesa. Y los que lo ponen lo hacen por la voluntad de controlar el mercado negro.

Todavía nos cuesta regularizar sustancias como el alcohol o el tabaco… paso a paso. Pero lo que sí debemos tener claro es que si se regulariza un producto que genera adicciones, como la bebida o el juego, también hay que pensar en las consecuencias. Si tienes problemas se te ha de garantizar un servicio de atención, porque hoy por hoy, parece que si generas una adicción problemática con una droga, aunque sea legal, debes comerte solo tu propio marrón.

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