Análisis
Hacer de la necesidad virtud, redefiniendo la seguridad desde la no violencia (10)
''En materia de seguridad, hoy es más necesario que nunca transitar de la visión militarista a la visión no violenta que promueve el movimiento pacifista''.
Este es el décimo texto de una serie de artículos que intentan hacer de la necesidad virtud en mitad de la crisis. Hacer del trauma reflexión y aprendizaje; y de los duros cambios en nuestra vida cotidiana, por necesidad, lecciones virtuosas para ese futuro que debemos construir.
Habiendo visto de cerca los colmillos al virus, debería ser más fácil para todo el mundo entender dónde están hoy los verdaderos problemas de seguridad en el mundo. La pandemia que sufrimos nos deja claro que los riesgos y amenazas a la salud pública, incluso en los países más desarrollados, ni estaban realmente previstos desde el concepto de seguridad vigente, ni se pueden combatir con las armas, incluidas las nucleares, en las que nos gastamos cientos de miles de millones de euros cada año.
Si pensamos en los 4.000 millones de personas que se enfrentan al dengue y en las 400.000 que mueren de malaria cada año; o en los más de 2.000 millones de personas que no tienen garantizada agua potable en sus casas, y los 4.500 millones que no tienen saneamiento; o si consideramos la creciente inseguridad alimentaria, con 1.000 millones de personas hambrientas, que amenazan multiplicarse con el cambio climático; o los casi 1.000 millones de personas analfabetas, en su mayoría mujeres, y los 300 millones de niños y niñas sin escolarizar; si pensamos en todo ello, ¿cómo justificar el concepto de seguridad vigente, basado en priorizar estrategias militares, con 100.000 millones de dólares anuales en mantener y modernizar arsenales nucleares y 1,8 billones de dólares de gasto militar mundial?
Haciendo de la necesidad virtud, es preciso promover un nuevo concepto de seguridad humana en torno a los problemas que ponen en riesgo real a la humanidad en su conjunto o a buena parte de ella. Tras experimentar nuestra vulnerabilidad frente a este virus es necesario promover un nuevo concepto de seguridad humana que permita centrar las prioridades en cuestiones como la salud pública, la educación, la crisis climática, el agua potable, el saneamiento, la alimentación o la dependencia, en lugar de priorizar pretendidos riesgos y amenazas bélicas. Un nuevo enfoque que permita dedicar buena parte de los actuales gastos militares a prevenir y afrontar estos riesgos y necesidades de la gente, al tiempo que se cambia el enfoque para afrontar los conflictos internacionales, en línea con los argumentos que impulsaron la creación de Naciones Unidas.
En materia de seguridad, hoy es más necesario que nunca transitar de la visión militarista a la visión no violenta que promueve el movimiento pacifista. En este sentido, es necesario empoderar a Naciones Unidas en torno a sus esencias fundacionales, presididas por el objetivo de preservar al mundo de más guerras, asumiendo el reto de reformar y democratizar sus estructuras, al tiempo que, por otro lado, se dota de funciones y capacidades operativas a sus organizaciones, como la Organización Mundial de la Salud o UNESCO, para que puedan vertebrar una gobernanza global en cuestiones vitales para toda la humanidad, como la salud o la educación.
En la actualidad, en nombre de preservar la paz mundial, existen unas 15.000 armas nucleares capaces de destruir la humanidad varias decenas de veces. Incluso un uso pretendidamente limitado, aunque difícilmente controlable, de unas decenas de estas armas en alguno de los conflictos regionales activos (Oriente Medio, Cachemira…) supondría,decenas de millones de víctimas directas e impactos climáticos, con ruina de cosechas y hambrunas que afectarían cuando menos a 1000 millones de personas.
En este contexto, resulta esperanzador que Naciones Unidas, con el apoyo de 130 países, haya puesto en marcha, a despecho de las principales potencias, el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, el TPAN, que en la actualidad está en proceso de firma y ratificación. Cuando lo hayan cumplimentado 50 estados, el Tratado entrará en vigor a nivel internacional, arrancando así un proceso de deslegitimación de las armas nucleares, similar al que llevó a la erradicación de otras armas de destrucción masiva, aunque, de entrada, los países que las tenían no firmaran los respectivos tratados. El movimiento internacional por la abolición de las armas nucleares, ICAN, que promueve desde hace años este Tratado, recibió en 2017 el Premio Nobel de la Paz.
Pedro Arrojo Agudo es profesor emérito de la Universidad de Zaragoza