Opinión
Qué es un libro y por qué no hay que celebrar que existan: testimonio de lectora, autora, editora
"No creo que haya nada que celebrar con respecto al libro en esta situación imposible que vivimos. Si existen los libros es a pesar nuestro, así que no nos felicitemos, lamentémoslo un poco, por pura coherencia".
Hoy, 23 de abril de 2020, en situación de pandemia y confinamiento, celebramos el Día del Libro. Muchos lectores y lectoras, autores y autoras, se lanzarán a recomendar libros, leer textos, circular fragmentos o sugerir y proponer referencias interesantes. Por no decir nada de las citas. Las citas maquetadas o transcritas sobre el libro o los libros que nos hicieron ser lo que somos y, sobre todo, que nos gustaría que nos representaran. Por eso, a menudo estas citas aparecen enmarcadas y tan solo acompañadas del nombre de su autor; un nombre de peso, un autor importante de libros que hemos leído o deberíamos haber leído o pensamos que hemos leído aunque en nuestro fuero interno sabemos que no. Que no lo hemos leído porque sus libros, seamos sinceras, no pasaron nunca por nuestras manos. Hemos leído lo que hemos leído, ni más ni menos.
Lectora
Yo empecé a leer gracias a mi madre, que se había alfabetizado en una huerta de la provincia de Ciudad Real en los años 50, de la mano de mi abuelo. Del mismo modo que mi madre dependió de mi abuelo para alfabetizarse, dependí yo de mi madre para leer, en la década de los 80, en una España temerosa y angustiada por la violencia y la represión. He sido lectora desde entonces. Primero de los libros de mi madre, y luego de los míos propios. Como costaban dinero, los libros tuvieron desde el principio de mi vida un gran valor. Los libros que leí de pequeña no fueron resultado de una herencia o un regalo, fueron el fruto de un trabajo de ahorro de mis padres para que sus hijos tuvieran… libros. En casa de mis padres los recursos eran escasísimos. A finales de los noventa, cuando yo ya había acabado la carrera y vivía fuera de España, mis padres seguían empleando un dinero que no tenían en comprar libros. Por algo lo harían. Yo compraba libros porque quería leer, y lo necesitaba.
Autora
Me hice autora a la fuerza cuando pareció que mi tesis doctoral tenía que seguir el lógico camino, en aquel entonces al menos, de la publicación. Aprendí lo que significaba publicar en España. Un acto de entrega completa del trabajo de creación y producción intelectual a la editorial a la que había que agradecerle el compromiso con la difusión de un texto. El retorno económico era irrelevante. No ganabas dinero, pero debías estar agradecida. Tu texto, de un modo u otro, había servido para producir un objeto: el libro, y justificar una inversión. Ser autora, por lo demás, te proporcionaba prestigio.
En mi círculo social inmediato, ante mis padres y hermanos, no solo era una doctora, era una autora. Mi madre tuvo mi primer libro en 2004 y era tan feliz que no creo que ni con el nacimiento de mi hijo un par de años más tarde se sintiera tan completa y satisfecha. Los números de la editorial eran absurdos, pero todas estábamos contentas. Mi nombre aparecía en un papel impreso. Aleluya.
Editora
Me hice editora para difundir libros de escritoras olvidadas, que habían sido superventas y que habían dejado de publicarse. Sabía que como editora, ganaría incluso menos dinero que como autora, pero el libro me importaba mucho, y con esa idea vaga en la cabeza, mi buen amigo Enrique García Ballesteros –autor y librero a su vez– y yo misma nos lanzamos a un aventura ruinosa de la que no nos quedó más remedio que desistir.
Sabíamos por experiencias propias y ajenas que el libro era todo esto, pero queríamos hacer libros.
Y esto es porque quieres al libro aun cuando sabes que es un peso muerto, cuando lo has conocido y cultivado desde sus varias dimensiones y con todo y con eso piensas que el libro es un soporte básico de la cultura pero sabes que es un peso muerto, como la cultura misma cuando no hay detrás una sociedad que lo reciba y lo cultive y unas instituciones que se comprometan.
No creo que haya nada que celebrar con respecto al libro en esta situación imposible que vivimos. Si existen los libros es a pesar nuestro, así que no nos felicitemos, lamentémoslo un poco, por pura coherencia. ¡Qué triste este día de libro, sin librerías abiertas, con autoras sin cobrar derechos, editoras sin saber si producir o conservar o todo o nada, distribuidoras arruinándose y gentes preguntándose por qué, a pesar de que todas lo sabemos, no regalamos nuestro trabajo, más aun de lo que siempre lo hemos hecho! Los libros no son un refugio; son un lugar de producción y compromiso. No salvéis el libro, salvad los oficios del libro, si es que se pueden salvar.
me a gustado mucho sobre los libros yo tengo otra opinion , ami me gusta leer libros en esta cuarentena ya que me estoy volviendo loca con est