Cultura
La recomendación de Aroa Moreno: ‘Zuleijá abre los ojos’
Guzel Yájina narra en este libro, editado por Acantilado, uno de los episodios más desconocidos de la historia de Rusia del siglo XX, la colectivización de los campesinos.
En cada número en papel de La Marea, la escritora Aroa Moreno Durán nos hace una recomendación literaria. Esta fue su elección en la revista anterior al coronavirus. ¡Disfruten del libro, de la crítica y del día!
Nada tengo contra las novelas que transcurren en nuestras calles y nuestros días, cuyos protagonistas podemos ser nosotros porque su vida se parece como un reflejo a la nuestra, sus cuitas son nuestros problemas. Pero qué sensación tan brutal es, por ejemplo, que a través de la lectura logremos ponernos las botas de fieltro de una mujer tártara en la Unión Soviética de los años 30, hundirnos en la nieve del otro lado de su puerta, emprender un viaje en tren hasta Siberia, vivir a orillas del río Angara, cruzar la línea del Círculo Polar y conocer de cerca la supervivencia a uno de los totalitarismos más violentos del siglo XX.
Eso hace la autora de este libro, Guzel Yájina (Rusia, 1977) en Zuleijá abre los ojos (Acantilado, 2019). Basándose en algunas partes de la vida de su abuela, la escritora, cuya lengua materna es el tártaro, narra uno de los episodios más desconocidos de la historia de Rusia del siglo XX, la colectivización de los campesinos. Los kulaks eran los agricultores de la Rusia zarista que poseían grandes áreas de tierra. Es en los años 30, después de la guerra civil, cuando el Partido Comunista de Stalin emite una orden para que todas estas tierras sean expropiadas. Pero el partido establecía unos cupos para las colectivizaciones y, para lograrlos, las represalias no midieron contra quiénes se ejercían y destruyeron el campesinado para formar los koljoses, comunidades cooperativas agrícolas que trabajarían por la república y para obtener el alimento de los trabajadores urbanos.
Sin embargo, la colectivización no fue sencilla y los campesinos se rebelaron. Algunos, como el caso del marido de Zuleijá, llegaron a matar a su propio ganado antes de entregarlo. Stalin mandó al Ejército y el resultado de la deskulakización fue que millones de personas fueron ejecutadas y encarceladas, desalojadas de sus hogares y desplazadas a Siberia después de confiscar todas sus propiedades. Este último caso es el de Zuleijá. Cuando el Ejército Rojo llega a su casa, Zuleijá vive con su marido tártaro y su suegra. Es una especie de esclava de la familia. Con treinta años, no toma ninguna decisión, vive atrapada en la oscuridad y el desprecio absoluto y ha enterrado a cuatro hijas. Cuando su marido se enfrenta a los soldados y lo asesinan, Zujeijá es enviada a Siberia en un tren con otros prisioneros. Allí comenzará su nueva vida en un campo de trabajo y, donde, aunque parezca increíble, sobrevivirá, tendrá un hijo y conseguirá ir abriendo poco a poco los ojos a los que hace referencia el título del libro.
Esta novela, en la tradición literaria rusa más clásica en cuanto a la prosa y a la profundidad del dibujo de sus personajes a través de sus peripecias vitales, nos muestra un territorio tensionado y trágico y rescata la vida de los tártaros, detenida en una Edad Media tradicional en la que las mujeres eran propiedad de sus maridos y familias. Este contexto y sus interesantes retratos de la vida interior e íntima de la vida en un hogar cerca de la ciudad de Kazán, así como el brutal viaje de más de 4.000 kilómetros que emprende Zuleijá, le han valido a la novela importantes premios en Rusia, que se haya traducido a veinte idiomas y que esté a punto de convertirse en película.
Zuleijá afronta preguntas de difícil respuesta a lo largo de toda la novela. ¿Qué significa pertenecer a alguien? ¿Puede alguien enamorarse de un enemigo? ¿Hasta dónde llega el sacrificio de una madre? Y, sobre todo, ¿a qué situaciones sobreviviremos y hasta dónde conseguiremos resistir? En el exilio que afronta Zuleijá, físico y moral, con la muerte centinela siempre a dos pasos de su vida, aprende a sobrevivir rodeada por aquellos que nunca antes hubiera considerado compañeros. En la delgada línea de la supervivencia en un campo de trabajo en Siberia, lejos quedan las religiones, las clases sociales, los orígenes de cada uno de los personajes para dar paso a la solidaridad, la cooperación y los afectos. Zuleijá abre los ojos se suma a la literatura de la memoria que, en Rusia, hoy pretende sumergirse en esos traumas que componen la biografía de un país inmenso, lleno de dramas humanos y políticos, guerras y dictaduras, para recomponer la historia de sus antepasados, heridos por el siglo XX, olvidados todavía.