Los socios/as escriben

‘Las tres revoluciones que viví’. Capítulo 19.

Decimonovena entrega de la serie distópica de Alejandro Gaita 'Las tres revoluciones que viví'.

Valencia, 20 diciembre de 2080 / Licencia CC0

Qué asco. Mi vida en Europa acaba de dar un paso a peor, uno más. Vicente, el doctor Arrufat. Me da asco hasta escribirlo, vergüenza casi. Sus miraditas molestas y sus sonrisitas fuera de tono las llevo teniendo que soportar desde el principio, pero nunca se me había arrimado de esta forma. ¡Hoy intentó acorralarme! ¿Qué se pensó que pasaría? Ya me arreglaré con las compañeras, pero desde luego que ese despacho no lo voy a volver a pisar. Y que no le pase nada.

Creo que esto de hoy me dolió más porque, dentro de lo que hay en el curro, era un tipo que por lo demás me parecía decente. Hasta hoy, habría dicho que salvo por el sudor apestoso, las sonrisitas y las miraditas era casi agradable trabajar en su despacho, en comparación con otros. Entabla conversación, reconoce que existo, se aparta para que limpie, me dice «excelente pregunta». Como viene de familia valencianoparlante, que aquí significa incultura y vergüenza, se cree que entiende («perfectamente», me ha dicho alguna vez) cómo me siento yo como migrante chicana. Y no le crees, pero piensas que algo de verdad habrá. Alardea de que comparte la crianza de sus hijos, de los madrugones brutales que se pega para hacer las horas antes de irse a recogerlos al cole. Se me queja de que otros compañeros no lo entienden, que le hacen de menos. Quizá sea hasta cierto. No cambia lo que me hizo hoy, ni lo que me intentó hacer.

Lo tenía que haber detectado antes, porque aunque personalmente fuera respetuoso, ideológicamente es transparente. En este par de años le oí decir al menos diez veces que se metió en la investigación militar porque es donde se hacen cosas potentes y donde van los más listos. Se considera un hombre racional-fascista. Sin sentir fanatismo, admitiendo que hay fallos, da por hecho que la cadena de mando funciona, que hay que obedecer, que cumpliendo las normas es como saldremos adelante. Y no le ve la pega en partir de la hipótesis científico-social de que hay diferencias sustanciales, biológicas, entre sexos y entre razas, y entonces por qué no aprovecharlas para organizar una sociedad eficiente. 

Normal que le resulte una fuente interminable de asombro ver que la chicana que limpia aparenta inteligencia. He estado ciega pensando hasta hoy que a mí me respetaba. Ya vi en qué consiste su respeto. ¿Y Rosario piensa que de estos mimbres va a salir una revolución social libertaria? ¿De un día para otro todos estos señoros se van a transmutar en aliados feministas?


Valencia, 24 de agosto de 2082

¡Por fin! Un paso crucial y agónicamente esperado. Por fin un fin de semana de biología molecular. El precio, porque aquí todo tiene un precio terrible, han sido cinco años limpiando suelos, escaleras, meados de científicos de élite que no saben apuntar y frenazos de investigadores punteros que no saben usar la escobilla. Limpiar es lo de menos, claro, los tequios en cualquier sociedad decente son una parte bonita de la vida, pero aquí ha sido un lustro perdido, de ser menos que invisible como ser humano, donde la excepción a la mirada de desprecio es la mirada de lascivia. Cuando tienes que aparentar no tener nada inteligente que decir, ni nada cortante que replicar.

Cinco añazos llevo limpiando en un centro de investigación militar de Paterna, mientras espero a que Rosario haga su revolución. Como todos los veranos, las dos primeras semanas de agosto aprendo todo lo que puedo del laboratorio nuevo y la tercera, que es cuando de verdad no viene nadie a currar, me llevo algo a casa. Y este año, por fin, en una sustitución de vacaciones me tocó por fin lo que iba buscando: el laboratorio del profesor Cabello. Trabajan en ciencia básica, dentro de un campo relacionado con el mío: el uso de bacterias de síntesis para la generación de energía solar. 

Aquí han desarrollado un complejo proteico que combina dos variantes de las proteínas del complejo Fenna–Matthews–Olson del Chlorobium tepidum, por un lado, con proteínas de transporte electrónico del criptocromo de petirrojo por otro. De momento, el cultivo es capaz de responder a un pulso de luz con otro pulso de luz. Suficiente como para que me interese. El viernes por la tarde pude robar plásmidos codificantes para el complejo proteico. ¡Un camino claro a tener proteínas fotoquímicas para mis procesadores cuánticos, por fin!

De vuelta en casa, me preparé para un fin de semana de poco descanso y mucha cocina. Me puse a esterilizar material (mucha llama de alcohol y mucha olla a presión). Preparé caldo casero de proteínas, huesos hervidos para la gelatina, ampicilina, que nunca me falta en el botiquín, y antes del sábado por la mañana tenía lista la fiambrera con la gelatina para el cultivo. Esta semana está bajando el calor, así que para asegurar los 37º me puse la fiambrera pegada a la barriga. Como Vicenta está bastante cansada hoy, no me costó mucho convencerla para hacer la cucharita y darle homogeneidad a la temperatura durante unas horas mientras yo me quedaba frita. 

Tarde de sábado con el termómetro, preparando el hielo y poniendo a punto el baño de agua a 42º. Y de nuevo a currar buena parte de la noche. Primero con el proceso de transformación, que es bien sencillo: choque térmico a mis coli Q1 y exposición a los plásmidos transformantes concentrados. Luego, preparación de las colis transformadas, que conteniendo esa pieza vital ya me atreveré a llamarlas coli Q2, para metérmelas otra vez en el cuerpo en forma de pastilla, y a dormir, que el lunes hay que seguir limpiando laboratorios como cada día.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.