Sociedad

Redes de apoyo y comunidad, claves contra la brecha digital de las personas mayores

“Si hay una barrera digital, hay una barrera de todo”, sostiene Lucía Martínez, directora de una investigación en la Universidad pública de Navarra sobre la percepción de la soledad en las personas mayores.

Una mujer mayor va a hacer la compra. REUTERS

Flora y Brígido, de 85 años, no bajan a hacer la compra. Sus hijos y sus nueras lo están haciendo por ellos. Su caso es como el de tantas personas mayores que se apoyan en su familia para no salir y exponerse al contagio. «Estamos bien atendidos por unos y por otros», resume Brígido. «Yo me voy arreglando siempre, pero estos días me están arreglando ellos. Siempre me llaman para ver si me falta algo», sintetiza, agradecida, Flora. 

Aunque cuentan con wifi en su casa y Brígido usa el whatsapp con soltura, por su cabeza nunca ha pasado la posibilidad de comprar por Internet. «No lo hemos hecho ninguna vez. Y si no lo hemos hecho hasta ahora…», dice Brígido. «No lo he necesitado. Yo voy comprando las cosas poco a poco. Tengo un comercio enfrente que antes era muy feo pero ahora lo han puesto muy majo, está estupendo», relata Flora. 

No todas las personas mayores disponen, sin embargo, de la ayuda que recibe este matrimonio. Según los últimos datos publicados por el INE (Instituto Nacional de Estadística), de los 4.793.700 millones de personas que viven solas, 2.009.100 tienen más de 65 años. 1.452.300, es decir, casi tres cuartas partes del total, son mujeres. La llegada del coronavirus ha complejizado, todavía más, un problema que ya era estructural y muy grave. Enfrentarlo en esta situación de confinamiento implica, por tanto, localizar una serie de brechas (la digital, la social, la de clase…) que lo agudizan. 

La primera es la tecnológica. El uso de Internet en la franja de edad de entre 65 y 74 años está relativamente extendido. Las cifras oficiales hablan de que un 63,6% se había conectado al menos una vez en los últimos tres meses previos a la encuesta. Un 43,3% lo hace diariamente. Estos números menguan conforme avanza la edad. Solo un 23,4% de los de más de 74 años utilizaron Internet alguna vez en tres meses, y apenas un 11,9% de manera diaria. Así se entiende mejor que solamente un 13,5% de los españoles de más de 65 años haya comprado alguna vez por vía electrónica, y que, de entre los mayores de 74, únicamente hayan probado el servicio un 3,6% del total.  

La alternativa para poder hacer la compra, para la gran mayoría de estas personas, pasaría por el pedido telefónico. Aunque no resulta nada sencilla. Mercadona, por ejemplo, tiene inhabilitado su servicio, tanto online como telefónico. Carrefour y Alcampo obligan al cliente a mantenerse más de diez minutos a la espera. Y DIA, que sí responde de manera inmediata, se remite a su plataforma web. 

Brecha digital, de edad y de clase

“Si hay una barrera digital, hay una barrera de todo”, sostiene Lucía Martínez Virto, profesora en la Universidad pública de Navarra. Martínez, que dirige una investigación sobre la percepción de la soledad en las personas mayores de la comunidad foral, define la brecha digital como “una brecha de clase y de edad”. La experta relaciona directamente “la capacidad de resistencia al confinamiento” con “las posibilidades de manejo telemático de las personas mayores”. Estas competencias, señala, tienden a estar menos desarrolladas en personas que proceden de “trayectorias educativas más débiles y de empleos peores”. La edad, tal y como indican los datos del INE, también es un factor: cuanto mayor es la persona más difícil resulta, por lo general, que domine los nuevos dispositivos y lenguajes tecnológicos. 

Martínez confiesa que se han visto obligados a “rehacer todo el campo” de su investigación. Lo que en un principio iban a ser entrevistas telefónicas de media hora se han convertido en largas conversaciones y “diálogos distendidos”.  “Las personas necesitan hablar”, indica la investigadora. En una quinta parte de los interlocutores han detectado situaciones de “gran fragilidad y vulnerabilidad, ya sea emocional, ya sea relacional” en “personas que no cuentan con entornos de apoyo”.

Es importante entender que para muchos la pandemia no ha trastocado su situación anterior: ya vivían aislados, ya se sentían solos. Sin embargo, el confinamiento ha propiciado que algunos reaccionen. “Nos hemos encontrado gente que está empezando a desarrollar estrategias de socialización, a preguntar, que se ha dado cuenta de que el aislamiento no es solo emocional o físico, sino que pone en cuestión sus necesidades básicas”, relata la directora del proyecto. 

“Una de las cosas que va a ser incuestionable tras esta crisis es que la comunidad y las relaciones del vecindario son un amortiguador fundamental para estas situaciones”, explica, por ello, la profesora.  “Hasta ahora igual estaban infravaloradas. La comunidad tiene un papel importantísimo en tejer redes y responder a estas situaciones de mayor vulnerabilidad. Así está ocurriendo, de hecho, en muchas ciudades de España. Pero sigue habiendo buena parte de las personas que ni siquiera acceden a ellas”, lamenta. 

Martínez pide que no solo se le preste atención a la fragilidad física. “La fragilidad emocional y la soledad matan igualmente”, afirma. Destaca, por eso, la labor que realizaban muchas cuidadoras: “Era fundamental en la gestión de la casa y en el acompañamiento. Muchas personas nos han manifestado que las echan mucho de menos». 

La respuesta: plataformas de ayuda y apoyo mutuo

Para responder a estas problemáticas han surgido multitud de iniciativas. Una de ellas es Somos Tribu Vk. Trabajan en Puente de Vallecas. “Vallecas históricamente ha nacido de la participación y el movimiento vecinal y de lucha. Y tiene que seguir siendo así”, cuenta, orgulloso, Víctor, integrante de la plataforma. La ayuda a las personas mayores forma parte del numeroso listado de actividades que han puesto en marcha. 

“Nos suelen dar pedidos y hacemos recados: de farmacia, de comida… También llamamos a personas. No queremos que las vecinas más mayores y vulnerables se sientan solas en momentos como este, sino que se sientan apoyadas”, explica el activista. Algunas abuelas y abuelos no solo lo agradecen, sino que se ofrecen para dar conversación a otros y extender la cadena.

Su éxito se fundamenta en dos pilares. El primero es el trabajo previo de las asociaciones de vecinos, servicios sociales y ONG. El segundo, la difusión. Ha sido fundamental el boca a boca: “En mi bloque, los propios vecinos y vecinas se preocupen por el de arriba, por el de abajo, por el del octavo. El que tiene una necesidad sabe que puede contar con ellos”, ejemplifica Víctor. Pero también haber irrumpido en los medios “convencionales”. Somos Tribu ha aparecido en Televisión Española y en programas cómo  Sálvame. Gracias a ello, reconoce el joven, “se nos ha dado un poquito de bombo. Las abuelas no controlan Facebook ni este tipo de redes sociales. Hemos tenido que buscar alternativas”, comenta. 

La que ha encontrado el grupo de alumnas de Empresariales del proyecto Quédate en casa tiene que ver con el teléfono y los mensajes de texto. La persona que lo necesite solo tiene que mandar su nombre, en un SMS, al teléfono 911 067 444. Después, el grupo de voluntarias la llamará para que le indique qué necesita, y hará el pedido en su nombre.

Sin embargo, la iniciativa está teniendo dificultades para ser conocida. Sus voluntarias esperaban que la idea corriera de vecino en vecino o de móvil a móvil. Pero, de momento, apenas han recibido llamadas. Creen que puede operar un factor cultural que dificulta que personas muy acostumbradas a salir a la calle dejen de hacerlo, pero asumen que el fallo principal reside en que aún no han conseguido una “promoción correcta”, reconoce Mikaela Vinuenza, una de sus participantes.

Tiene mérito lo que han conseguido: si no tienes una gran estructura detrás es complicado llegar a un sector que se sigue informando a la antigua usanza. A veces parece, como reconoce Lucía Martínez, la pescadilla que se muerde la cola. “La única forma de llegar a estar personas es la tele y el periódico físico. Antes hacíamos mucha difusión en centros de personas mayores o centros de salud. Eso ha desaparecido de repente. Ahora solo nos quedan los medios y las redes sociales, y estas dejan a mucha gente fuera, a la gente que más necesita hablar”, concluye. 

Actualización, 19h.

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