Opinión

La invasión de las fichas didácticas ladronas de mentes

"La cuarentena ha puesto en evidencia, si no estaba claro antes, las carencias de un sistema educativo alejado de la realidad y con poca capacidad para empatizar con el alumnado y sus familias", reflexiona la pedagoga Cristina Antuña.

¡Hacedme caso y triunfareis! Esa era la frase que uno de mis profes del colegio, Paco, más conocido como PAcQYVER, nos repetía a diario en el aula, mientras se afanaba por enseñarnos todo tipo de inventos y experimentos que le hacían merecedor de la sintonía de MacGyver cuando asomaba, a lo lejos, por el pasillo. 

Paco, Esperanza, Carlos, Marcelino, Carmen. Han sido los y las docentes que me inspiraron para estudiar Magisterio y después Pedagogía. Puede que me falte alguien, pero no creo, porque el profesorado que te marca, ese que te inspira y te alienta a esforzarte con cálida autoridad, empatía y cultura, ese no se olvida nunca.

Durante estos días de cuarentena no he podido dejar de preguntarme cómo habrían orientado mis profes su actividad docente. No me los imagino descargando una ficha con sus soluciones de autocorrección en Internet. Ahora que lo pienso, por aquellos tiempos, ni siquiera existía Internet. ¡La de sorpresas maravillosas que nos prepararían con todas  las posibilidades de la tecnología en sus manos!

Seguramente a PAcQIVER se le hubiese ocurrido pedirnos sustraer una de las latas de la cocina para diseccionar un mejillón. Carlos nos animaría a confeccionar un títere con cosas de nuestro cuarto para representar por Zoom un guion colectivo. Me imagino a Carmen alentándonos a enseñar el poema Ondas do mar de Vigo a alguien de la familia, para luego mandarlo por Whatsapp.

Marcelino se inclinaría por una auto-entrevista en vídeo con cuestiones filosóficas sobre las consecuencias de la pandemia. Luego las juntaría todas y nos las devolvería con la banda sonora de Dire Straits –no lo recuerdo muy del Duo Dinámico–. Y Esperanza… Esperanza pediría que nos fijásemos en nuestras madres e identificáramos todas las tareas que realizan a lo largo de la jornada para otros, frente al tiempo que se dedican a sí mismas.

Es posible que a estas alturas, los que tengan a niños y niñas en casa, ya hayan reconocido a las fichas invasoras e incluso las habrán impreso. Son terribles criaturas en blanco y negro, a muchas les faltan letras o mezclan problemas de mates con ejercicios de Lengua; a veces solicitan cubrir mapas que se han volatilizado por un mal escaneado; otras recogen palabras de otra época como walkmans, hipermercado e incluso tocadiscos. Afortunadamente algunas de nosotras hemos visto Stranger Things o Guardianes de la Galaxia. Gracias a ello, nuestros peques se hacen una ligera idea de lo que están hablando y pueden intentar resolver la división. En definitiva, son verdaderas armas de destrucción masiva de la motivación. 

La cuarentena ha puesto en evidencia, si no estaba claro antes, las carencias de un sistema educativo alejado de la realidad y con poca capacidad para empatizar con el alumnado y sus familias. Menos aún, en situaciones adversas como la que atravesamos. Considerar que la brecha educativa es solo cuestión de acceso a las tecnologías es ignorar las circunstancias económicas, emocionales y sociales en que viven muchas familias, agravadas por la actual pandemia de COVID-19, y cómo Estas interfieren en el proceso educativo.

Las fichas invasoras representan la punta del iceberg de un modo de entender la enseñanza, y la utilización de las tecnologías, que no da respuesta a los retos que nuestro sistema educativo tiene que enfrentar para garantizar una educación accesible, equitativa y de calidad sobre la que nuestros hijos e hijas puedan construir y desarrollar su futuro proyecto personal y laboral. 

Un futuro en el que los conocimientos adquiridos serán importantes, pero no deberían serlo a costa de su creatividad y capacidad crítica para interpretar y transformar la realidad que les toque vivir. 

Toda crisis supone oportunidad, y en el caso de la Educación, sería una verdadera lástima no aprovechar esta circunstancia para reflexionar y avanzar hacia un modelo educativo que priorice la búsqueda de la excelencia, el aprendizaje acompasado teniendo en cuenta la realidad y contexto de cada alumno, de cada alumna. 

Qué pasaría si en lugar de inundar los ordenadores con fichas invasoras, el profesorado ejerciera como un gurú que recomienda y guía, tras haber aplicado el filtro de su saber docente, a sus followers. Acompañarles en la búsqueda del conocimiento a través de los contenidos que atesoran los innumerables recursos educativos que se pueden encontrar en la red. O, si animáramos a nuestros niños y niñas a leer, simplemente por el placer que ello supone, sin tener que resolver un cuestionario a posteriori. Incluso promover alianzas para trabajar en equipo la resolución de algún problema o el desarrollo de un proyecto, más allá de como pasar de nivel en el Fortnite. Y, si además de pedir a las familias que no abandonen el trabajo escolar, también les ayudáramos a trabajar sus emociones y a resolver los conflictos con cariño y diálogo.  

En definitiva, por qué no aprovechar la ocasión para hacer que la educación, parafraseando al psicólogo y terapeuta familiar Bert Powel y su propuesta de círculo de seguridad, se corresponda con «la imagen de alguien más grande, más fuerte, más sabia y más cariñosa… que te sabe mirar».

*Cristina Antuña Sariego es pedagoga.

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Comentarios
  1. Muy buena reflexión. Ojalá esta crisis nos lleve a replantearnos muchos cosas en el sistema educativo, sanitario, social… Habremos sacado algo positivo de todo esto al menos. Enhorabuena por el artículo!!

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