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El Mago de Oz…..somos los padres y madres
Cristina Antuña Sariego, Pedagoga
Cerebro, corazón y valor… son los tres deseos que los protagonistas de El Mago de Oz le imploran al simulado ilusionista en la Ciudad Esmeralda.
Los clásicos nunca decepcionan, y este cuento es una excelente metáfora que puede ayudarnos a entender qué es lo que necesitamos las familias para que nuestras niñas y niños regresen fortalecidos de esta aventura que les está tocando vivir.
En estos últimos días, los medios de comunicación y las redes sociales se han visto «inundadas» de artículos, recursos y propuestas dirigidas a facilitar la cobertura de las necesidades académicas y de entretenimiento de los niños y niñas que han de permanecer en sus casas como consecuencia del estado de alarma decretado para combatir la pandemia de la COVID-19.
Por supuesto, garantizar que la situación de excepcionalidad en la que nos encontramos no perjudique el desarrollo académico y lúdico de nuestros niños y niñas es importante, pero tanto o más es atender a las posibles repercusiones que puedan darse en su desarrollo emocional. La disponibilidad emocional será lo que nos permita seguir el camino de las baldosas amarillas con éxito.
La situación de «cuarentena» eleva los niveles de estrés de las personas adultas, dificultando el mantenimiento de la calma, la paciencia, o las ganas de pasar tiempo con ellos. En este contexto, niños y niñas están muy sensibles, preocupados por su salud, por la de las personas que quieren (en especial por sus abuelos y abuelas, dada su mayor vulnerabilidad a la enfermedad) y también sienten los temores de sus progenitores. Como consecuencia pueden expresarse con comportamientos muy demandantes, inquietud, llorar sin motivo aparente, agresividad, enfado, etcétera. A su manera, nos están diciendo que para ellos y ellas, la situación también les produce preocupación y sufrimiento.
El denominado vínculo del apego, acuñado por el psiquiatra John Bowlby en el año 1969, ha demostrado ser de gran importancia para el establecimiento de relaciones sociales y afectivas en la vida adulta. Por este motivo, promover el desarrollo de una vinculación segura es importante para garantizar un desarrollo afectivo y social óptimo en los seres humanos.
El apego seguro puede ser definido como el vínculo basado en la confianza básica en sí mismo y en los demás que nos facilitará afrontar el mundo con seguridad y positivismo. El desarrollo de este vínculo está condicionado por la capacidad de las personas cuidadoras para percibir, interpretar y responder adecuada y puntualmente a las demandas y necesidades del niño o niña.
En estas circunstancias excepcionales, padres y madres, y las personas que cuidamos en general, jugamos un papel fundamental para asegurar un entorno de seguridad en el que nuestros hijos e hijas puedan comprender y entender de una manera «sana» lo que están viviendo. Para ello debemos tener en cuenta algunas claves que nos ayudarán a mantener un vínculo seguro con nuestros menores:
“ ¡Si tan sólo tuviera un cerebro!, exclamó el Espantapájaros”.
- Reflexionar sobre nuestros patrones mentales de crianza y educación, reconstruyendo nuestra historia de apego, puede ayudarnos a entender aquello que llevamos en nuestra propia mochila: expectativas, miedos, atribuciones, fantasmas… En estos momentos de confinamiento, el estrÉs aumenta y es difícil mantener a raya a nuestro Mono Volador.
- Compartir momentos especiales juntos, donde lo único que haya que hacer sea ESTAR: contando un cuento, coloreando, leyendo, viendo una peli… Se trata de que te sienta cerca, que sea y se sienta protagonista de dichos momentos. Conectarse en familia.
- ¡JUGAR a lo que le guste! El juego es la mejor manera en la que niños y niñas aprenden a relacionarse con otras personas, normas sociales y a dominar su cuerpo a nivel motriz. Además contribuye a estrechar vínculos familiares.
“El hombre de Hojalata sabía muy bien que no tenía corazón, razón por la cual se esforzaba más que todos por no ser cruel con nada ni con nadie.”
- Potenciar un ambiente de apertura en casa, donde todo el mundo pueda EXPRESAR lo que siente sin sentirse vetado, reprimido o anulado. Validar sus emociones y no minusvalorar su malestar porque nos parezca pueril. Si lo vive así, para él o ella simplemente es así. Esto sin menoscabo de la necesaria jerarquía familiar y de la existencia de normas cuyo establecimiento corresponde a las personas adultas. Autoridad afectiva y empatía son la clave.
- Expresar el amor que sentimos por ellos y ellas, de manera explícita, con besos y abrazos o cualquier otra expresión de complicidad que exista entre vosotros/as.
- Cuando te equivoques, que lo harás, ¡REPARA!. La responsabilidad parental “poder grande es”. Si no hemos sido competentes a la hora de gestionar una situación, reconozcamos que nos hemos equivocado y reparemos el daño generado. Lejos de mostrar debilidad aprenderán sobre empatía, lo que les dará seguridad.
“¿Y mi valor? Intervino el León en tono ansioso. Estoy seguro de que te sobra valor respondió Oz. Lo único que necesitas es tener confianza en ti mismo.”
- El autocuidado es fundamental. No dejes que la Bruja mala del Oeste se apodere de ti. Los hábitos saludables en estos momentos son necesarios para poder cuidar a los y las demás.
- Prestar atención a los comportamientos positivos de tu hijo o hija y no dejar que estos caigan en saco roto. Así entenderán que su madre o su padre no le prestan atención sólo cuando el comportamiento es desadaptado sino que también saben y valoran el resto de comportamientos.
- Mira los conflictos como oportunidades para aprender a entendernos y tratarnos mejor. Las consecuencias, sin autorregulación emocional y reflexión, se convierten en castigos que pueden hacer que tu casa vuele por los aires hasta Oz.
Y recuerda, que por muy impresionante que sea el País de Oz, el deseo de la pequeña Dorothy es que ese par de zapatos le devuelvan sana y salva a los brazos del tío Henry y la tía Em, en su casita de Kansas.
“No hay nada como el hogar”