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Haifaa Al-Mansour: “Creo que es necesaria una nueva interpretación del Islam”
Entrevista con Haifaa Al-Mansour, una de las directoras con mayor proyección en Arabia Saudí y que acaba de estrenar 'La candidata perfecta'.
Haifaa Al-Mansour es una de las directoras con mayor proyección en Arabia Saudí. Tras La bicicleta verde (2013), una película rodada de manera ilegal y con mil y un escollos de por medio en su país natal, Al-Mansour se ganó el respeto de Hollywood con un registro totalmente distinto en Mary Shelley (2018), e incluso se ha atrevido con una producción para Netflix, Desmelenada (2018). En estos momentos se encuentra presentando La candidata perfecta, con la que vuelve a Oriente Próximo para contar la historia de una mujer decidida a presentarse a las elecciones. Partiendo desde un punto de vista abiertamente feminista, la película reflexiona sobre el papel de la mujer en la sociedad y nos hace preguntarnos por cuestiones que han recaído sobre los hombros de las mujeres, pero que nos pertenecen a todos.
La película es claramente feminista; la única crítica que se podría encontrar en ella es la asimilación del capitalismo como aparente progreso. Ahora mismo, en España, nos encontramos justamente en el debate contrario: hace poco, una conocida feminista dio una charla en la academia de Operación Triunfo, en la que reclamaba que el feminismo debía ser anticapitalista.
¿Hablas de capitalismo como sistema político?
Bueno, yo pienso que he rodado una película feminista, efectivamente. Y que el feminismo debería existir dentro de un sistema político socialista o capitalista. Las mujeres tenemos retos similares, ya sea en Arabia Saudí o en Europa. Un ejemplo: las madres trabajadoras. Las madres trabajadoras deben dejar el trabajo en algún punto, ya sea en Arabia Saudí o en España. Y después deben volver a trabajar. Esta cuestión tiene rostro de mujer, se encuentre en el sistema en que se encuentre. Si me preguntas, creo que no se debería atar el feminismo a un determinado sistema político.
Creo que el feminismo debería ser una idea más elevada que una idea política. Trata de empoderarnos, de hacernos exitosas y felices. El feminismo debe ser ese lugar en el que todos tenemos iguales derechos y oportunidades. Creo que se trata de eso. Y, por supuesto, en realidad no es tan sencillo. Es cierto que muchas cuestiones que atañen a las mujeres, atañen también a los hombres. Y que muchas veces se trata al hombre como ‘el malo’ de la película, cuando existen hombres buenos que nos apoyan, que apoyan a las mujeres. Para mí, la única manera de crear ese ‘lugar seguro’ es mediante la interacción y el esfuerzo conjunto entre hombres y mujeres. Un esfuerzo que nos otorgará iguales derechos y oportunidades.
Precisamente, la protagonista le dice al pueblo que no se trata de “una cuestión de mujeres”, sino una cuestión “de todos”. ¿Le molesta esa etiqueta de ‘cine de mujeres’? Igual se ha quedado demasiado reducida.
Desde luego, estoy de acuerdo en que es una etiqueta reduccionista. Pero sí que creo que es necesario un cine abiertamente feminista, y que acepte esa etiqueta. Creo que es necesario hablar de la experiencia femenina. Los hombres llevan haciendo películas sobre la guerra desde hace mil años, pero desde la experiencia masculina, siempre. Estamos programados para aceptar que las películas de hombres son universales, mientras que las de mujeres son sobre temas feministas. Y creo que no. Nosotras también tenemos que hablar de la guerra. Hay muchas mujeres en la guerra, no se las ve, pero están ahí. No se ve su reacción, lo que ocurre cuando están en un sitio así. Creo que debemos hacer películas desde un punto de vista femenino, aunque la temática no tenga necesariamente que ser ‘femenina’. Si no experiencias en general que vivimos nosotras también, donde también hay héroes femeninos.
En ese sentido, no se ha cerrado puertas en cuestiones de géneros cinematográficos. Ha pasado de la biografía con toques fantásticos, con Mary Shelley, a una producción de Netflix, Desmelenada. ¿Le gustaría hacer algo completamente distinto, como una película de superhéroes, ahora que están tan de moda?
Oh, sí, definitivamente. Soy capaz y quiero hacer una película de superhéroes. Yo también quiero cien millones de dólares para hacer una película. Estamos siempre en el arte y ensayo, pero también quiero hacer otras cosas. Quiero hacer una película enorme, a otra escala, y necesitamos mujeres que hagan cosas así, a esos niveles, con mucha taquilla. Y podemos hacerlo. Y mejor.
Después de Mary Shelley, se podría haber quedado haciendo películas en el extranjero, pero ha decidido volver a su país, incluso después de los problemas que tuvo a la hora de realizar La bicicleta verde. ¿Lo ha tenido más fácil esta vez?
Sí, volví a casa porque echaba de menos a mi madre. Y quería contar algo intimista, de lo que yo supiera. Y ya es legal. Cuando rodé La bicicleta verde no era legal rodar en el país. Ahora, sí. Era una oportunidad para hacer algo. Esta película, aun así, fue difícil, porque no hay una industria en mi país. Hay que hacerlo todo desde cero, y es muy cansado. Muy, muy cansado. Pero también es fantástico traer algo nuevo a un país como Arabia Saudí, donde no hay nada. Y creo que, para mí, mi éxito es contar una historia en mi casa, de donde yo vengo. Y seguir haciendo películas en Estados Unidos y seguir creciendo en ambos medios.
Está en EE. UU. y en Arabia Saudí. Me gustaría volver, en este punto, al tema del feminismo, y preguntarle por esa eterna pregunta, de cómo se ven las diferencias en cuanto a lucha feminista en ambos países.
Es que creo que, desde luego en Oriente Próximo, es muy difícil. No tanto por la raza y este tipo de cuestiones, sino por la religión, por la lectura y la interpretación del Islam. La iglesia cancela a la mujer. Dicen ‘las mujeres no deberían hacer esto, o aquello, no deberían aparecer en público’ y siempre hay zancadillas en el avance de la mujer en el Oriente Próximo. Creo que es necesaria una nueva interpretación del Islam y de la posición de la mujer en el Islam. Y para eso necesitamos mujeres eruditas, que puedan decir “esto no se dice, esto no fue así”. A nosotras, cuando yo era joven, nos enseñaron que, si nos desnudamos, éramos como una tarta que atraía a las moscas. Es como muchísimas mujeres musulmanas piensan. Siempre se culpa a la víctima, porque si no te tapas y no estás cubierta y los hombres te violan, es tu problema por no ir vestida correctamente. Entonces, realmente hay que encontrar otras salidas, otras formas de conocimientos, de saber.
Ya que hablamos de esto, me gustaría preguntarle por el velo en la película, porque parece tener un significado simbólico. En un momento dado, la protagonista se quita el velo y ya no se lo vuelve a poner. ¿Es un signo de empoderamiento?, ¿es posible hacer esto realmente en Arabia Saudí?
Sí, lo que ocurre es muy interesante. Cuando yo era pequeña no podías salir a la calle enseñando los dedos siquiera. Ahora ya no pasa esto, al contrario, se anima a las mujeres a que no cubran su rostro. El velo, sí. Pero que lleven la cara al descubierto. Pero no todo el mundo lo hace, porque depende mucho de la familia, no solo del Gobierno. Debemos alejarnos de los valores que había hace veinte años. Cubrir el rostro es, para mí, lo peor que le puedes hacer a una mujer, porque significa esconder su identidad, borrarla. Y como musulmana me duele realmente ver a esas mujeres tapadas, avergonzadas de quiénes son. Al contrario, debemos dar la cara.
Estos avances la ayudaron a realizar la película, supongo.
Sí, desde luego. Me ayudó. Pudimos trabajar con muchos extras, teníamos permisos para filmar… aun así, fue difícil. Pero el rodaje del último concierto que aparece en el film, por ejemplo, la fiesta es pequeñita. Y normalmente, los conciertos son pequeños, con diez o quince personas. Pero de aquella estábamos en un teatro lleno. Estaban encantados, para los músicos era la primera vez que tocaban delante de tanta gente, y el público estaba realmente bailando, nadie actuaba. Yo decía “corten”, y nadie paraba. Era fantástico, realmente. Lo pasamos muy bien. Eso habría sido imposible hace unos años. Hubiera sido imposible.
Me resultó curioso ese paralelismo entre la liberación de la mujer y la liberación de la música que se ve en la película. Como si ambos hitos estuvieran conectados: si se libera la música, se libera a la mujer. Y a la inversa.
Absolutamente, van de la mano. Y es una prueba de que la sociedad está progresando. Hay un equilibrio entre la política de género y la filosofía, la literatura, el arte, la música. Son las fundaciones de la sociedad.
Al final, la protagonista consigue lo que quiere, pero hay un punto de frustración, porque siente que no la han tomado en serio. Es un sentimiento agridulce. Se consiguen cosas, pero no todas las que nos gustaría.
Creo que es un proceso. No sería realista pensar que vamos a conseguir todo de golpe. Pero creo que justamente esos pequeños momentos agridulces, muchas veces el éxito depende de ellos. Son pequeños éxitos y pequeños fracasos. Pero en ambos casos te dan fuerzas para seguir.
Todavía no he escuchado hablar a las feministas sobre el maltrato que sufren en los paises Islamicos. Que miedo da tocar el tema, como vemos en la entrevista tocandolo de puntillas mientras siguen apedreando a mujeres… Esta claro que la violencia de género hay que lucharla en todo el Mundo pero los paises Islámicos es increible lo que les cuesta hablarlo.