Opinión
Una de zombis
'La mirada' de José Ovejero: "No hace falta un apocalipsis zombi para darnos cuenta de que sin lo público la sociedad se descompone, a la vez que se atrinchera y blinda, como los viajeros de ese tren que atraviesa un país asolado y que saben que, a la larga, tendrán que apearse en una estación saqueada donde nadie va a protegerlos".
‘La mirada’ es una sección de ‘La Marea’ en la que diversas autoras y autores ponen el foco en la actualidad desde otro punto de vista a partir de una fotografía. Puedes leer todas las de José Ovejero aquí.
En Tren a Busan, una película de 2016 de Yeon Sang-ho, un tren atraviesa un país infestado de zombis. Es una epidemia extraña cuyo origen no se explica y que va afectando a una ciudad tras otra. Por supuesto, una zombi consigue subir al tren y desata una sucesión de mordiscos y transformaciones que lleva a una lucha feroz por la supervivencia del puñado de personas no infectadas que viajan en el tren. Asistiremos a momentos de egoísmo brutal, como cuando unos pocos no infectados intentan dejar fuera del vagón a otros viajeros, entre ellos una niña porque, en un ataque de paranoia colectiva, sospechan que podrían haber sido mordidos, aunque no muestren ninguno de los síntomas de un zombi: ni trastabillan torpemente, ni realizan movimientos espásticos ni babas sanguinolentas se descuelgan de sus fauces. Mejor no arriesgar. Preferible que mueran inocentes a asumir un riesgo mínimo de contagio. Por supuesto, es el ricachón del grupo el que se muestra más egoísta y sin corazón. Y también habrá momentos de generosidad y sacrificio, como el protagonizado por un viajero, de extracción social humilde, vulgar y violento, que salva a otros a costa de ser mordido y convertido él mismo en zombi.
En Seoul Station, producida el mismo año, Yeon Sang-ho también se adentra en el repertorio zombi para narrar una historia que habla aún más claramente de marginación y egoísmo social. Para mí muy superior a la primera por la complejidad de los personajes y de las relaciones sociales y de poder, Seoul Station acaba de forma paralela a Tren a Busan: con el Ejército sitiando la zona infectada para que nadie pueda salir de ella. Pero si en esta última los soldados no cumplen sus órdenes de disparar a la mujer y a la niña que abandonan el territorio contaminado, en Seoul Station todo es mucho más brutal: el ejército sabe perfectamente que está disparando contra gente no infectada, pero protege una zona de la ciudad destinada a convertirse en barrio de apartamentos de lujo. La epidemia se utiliza como excusa para hacer limpieza social: gente sin domicilio, marginales y también clase media no pintan nada en la lujosa nueva urbe.
Claro, ya os habréis dado cuenta de dónde van los tiros, de por qué pienso estos días en películas de zombis. No solo porque atravesamos una epidemia de consecuencias imprevisibles, que está llevando al aislamiento y puesta en cuarentena progresiva de ciudades y provincias, al cierre de servicios públicos, a escenas de acaparamiento y caos en supermercados. También por esas situaciones que hacen aflorar el egoísmo, no de los individuos, sino de un sistema cuya tendencia natural es maximizar el beneficio: hospitales privados que ofrecen la prueba del coronavirus por trescientos euros y subidas disparatadas del precio de geles desinfectantes y mascarillas. De pronto el enfermo, el zombi, no vale nada, o más bien tiene un valor solo si se puede monetizar su situación desesperada. El ricachón del tren a Busan aparece enseguida para aprovechar las circunstancias, pues no hay mal que por bien no venga.
Pero en toda película de zombis aparecen también personajes solidarios, a menudo inesperados, o que lo son tan solo en un momento clave, a los que la empatía o la compasión mueven a hacer algo que no habrían pensado de sí mismos. Gente ofreciéndose desinteresadamente para cuidar a niños que no tienen quien se ocupe de ellos, médicos y personal de hospitales trabajando a destajo para hacer frente al número creciente de enfermos, o incluso grupos de voluntarios que, en Wuhan, se ocupan de los animales a los que los enfermos o fallecidos por coronavirus han dejado solos.
Es tranquilizador que junto a los ejemplos de egoísmo y clasismo que aparecen en cualquier emergencia social surjan otros de altruismo y generosidad. Sería mucho más tranquilizador –y aquí pienso también como madrileño– que no hubiese que contar tanto con la buena voluntad individual y que mantuviésemos sistemas de salud –y de educación, y laborales– que no sacrificasen lo público a los intereses del sector privado. No hace falta un apocalipsis zombi para darnos cuenta de que sin lo público la sociedad se descompone, a la vez que se atrinchera y blinda, como los viajeros de ese tren que atraviesa un país asolado y que saben que, a la larga, tendrán que apearse en una estación saqueada donde nadie va a protegerlos.
Coronavirus: la excusa para la vacuna que alterará nuestro ADN para siempre
La nueva generación de vacunas genéticas ya está lista y preparada para ser inoculada en la población mundial.
La vacuna clásica consistía en inyectar una porción debilitada de un virus en una persona, para estimular así su sistema inmune. Sin embargo, esto ha cambiado radicalmente: la nueva generación de vacunas genéticas inyectarán genes sintéticos, moléculas de ADN artificiales que modificarán la estructura del ADN de nuestros cuerpos, con las consecuencias imprevisibles a largo plazo que ello conlleva.
La empresa de ingeniería genética Greffex, financiada por el departamento de salud de los Estados Unidos, ya tiene lista su vacuna genética experimental contra el coronavirus.
No deja de ser curioso como la primera empresa de ingeniería genética que anuncia la vacuna contra el coronavirus haya recibido justo tres meses antes del estallido del virus mortal una millonaria subvención del gobierno estadounidense para el desarrollo de su programa de vacunas genéticas contra “amenazas bioterroristas”.
Los expertos son unánimes. La modificación del ser humano mediante las vacunas genéticas tiene consecuencias imprevisibles no estudiadas ni a medio ni a largo plazo.
Simplemente se está desarrollando todo un campo genético de aplicación para toda la humanidad cuyas consecuencias solo son previsibles para la Élite que maneja a todas las instituciones de salud globales y nacionales.
https://insurgente.org/coronavirus-la-excusa-para-la-vacuna-que-alterara-nuestro-adn-para-siempre/