Opinión
Vuelve la peste
"Algo huele a podrido en Bruselas, en la sede del Parlamento Europeo, y su olor se extiende por todo el continente. El olor a indiferencia frente a las muertes, a incompetencia frente a la inmigración, a ilegalidad frente al derecho de asilo".
Una de las consecuencias inesperadas de la aparición del coronavirus es que el libro La peste del escritor Albert Camus ha vuelto a la lista de los libros más vendidos.
Sus ventas se han triplicado no solo en Francia, también en otro de los países europeos más afectados por el virus, como Italia.
Supongo que muchos lo habrán comprado atraídos por un título tan impactante y actual. Sus lectores, nuevos o repetidores, van a disfrutar de una obra maestra de la literatura sobre una pandemia letal; pero además van a descubrir, por el mismo precio, una impagable metáfora del auge del fascismo.
La peste es una novela escrita hace más de 70 años, en plena postguerra mundial, en 1947, pero tan actual que podría haberse escrito perfectamente en este 2020.
Porque las ratas han vuelto.
Como escribió el propio Camus: “La peste reaparece cuando nadie ya la esperaba, porque el bacilo de la peste nunca muere o desaparece, puede permanecer dormido durante décadas, en los muebles o en las camas, aguardando pacientemente en los dormitorios, los sótanos, los cajones, los pañuelos y los papeles viejos, y quizás un día, sólo para enseñarles a los hombres una lección y volverlos desdichados, la peste despertará a sus ratas”.
Las ratas están saliendo de las cloacas hasta la superficie y campan a sus anchas por medio continente.
Ya se han apoderado de lugares como la isla de Lesbos, en Grecia. Cientos de fascistas han viajado hasta la frontera de Europa con Turquía para hacer “turismo sexual”, para joder.
Joder a los refugiados, a los periodistas, a los activistas que trabajan en las ONG. ¿Por qué?
Porque pueden y, sobre todo, porque les dejan.
Nazis en el Mediterráneo que gritan a una embarcación llena de familias con niños que vuelvan al mar.
Insultan a mujeres embarazadas que llegan para buscar un futuro a su futuro hijo: “Zorras, que folláis como conejos”.
Prenden fuego a un centro de ACNUR para acoger refugiados y golpean a activistas de ONGs que intentan atender a los inmigrantes.
Y todo ante la mirada cómplice la policía.
Una policía que se une a la peste y dispara gases lacrimógenos a familias con niños en la frontera, que dispara y mata a un joven por intentar entrar en Europa.
Una Guardia Costera griega que apesta a muerte y remolca una embarcación con niños a bordo de vuelta a aguas turcas, les rompen el motor y los abandonan a la deriva, a su suerte.
Personas que huyen de las bombas, se están encontrando con una explosión de racismo.
Y la peste también está llegando hasta las instituciones. Algo huele a podrido en Bruselas, en la sede del Parlamento Europeo, y su olor se extiende por todo el continente. El olor a indiferencia frente a las muertes, a incompetencia frente a la inmigración, a ilegalidad frente al derecho de asilo.
Una Unión Europea que se lava constantemente las manos, pero que ya ha contraído esta enfermedad degenerativa, que con la edad que ya tiene, puede provocarle la muerte.
Mucho van a tener que mejorar para que nos olvidemos de que sus siglas, UE, están incluidas en palabras como crUEldad o vergÜEnza, dos palabras que definen a la perfección su política migratoria y humanitaria en estas crisis.
Ya lo dijo el propio Camus: “Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen”.
Pero tengamos esperanza, son las ratas las primeras en abandonar el barco cuando ven que tienen problemas.
Como escribió la añorada guionista Lolo Rico en uno de los míticos vídeos del programa La bola de cristal mientras veíamos a un rebaño de borregos: “Si no quieres ser como estos, lee”.
Aprovechemos para ir a una librería o a una biblioteca y volvamos a leer La peste de Albert Camus, y su solución a esta epidemia: la solidaridad, la fraternidad y la humanidad.
Pero no solo eso, leamos, escribamos, reflexionemos y exijamos información fidedigna sobre todo lo relacionado con esta peste que está volviendo a asolar Europa.
Porque “la estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si no pensara siempre en sí mismo”.
Este planeta tan inhumano està condenado a la autodestrucciòn . Guerras , genocidios , hambruna , virus , cambio climàtico ….etc . ¿ Quièn cree que este planeta va a durar un siglo màs ? . Al paso que vamos , no le doy de vida màs de cincuenta años . A no ser , que desaparezca antes de la faz de la Tierra la especie màs maligna y depredadora , que es el ser humano .
La humanidad creo que no va a cambiar para mejor , si no para peor . Los hechos nos delatan . Como siempre pagaràn justos por pecadores .