Opinión

No hay mascarillas. Tampoco hacen falta

"La tragedia nos muestra, una vez más, que el hombre es un virus para el hombre. En Italia, el gel desinfectante ha pasado de costar 3 euros a 22, las mascarillas han pasado de los 0,10 euros a 1,80".

Foto: Desayunos TVE

Este letrero, colocado en una farmacia española, se ha convertido en el símbolo de un virus que se ha propagado más rápido aún que la propia enfermedad, el virus del temor y la desinformación. Porque la realidad es que las mascarillas no evitan el contagio del coronavirus, pero son un síntoma. Un síntoma de lo frágiles que nos sentimos ante una amenaza fantasma. Un síntoma de que con el simple gesto de taparnos la boca y la nariz ya nos sentimos más protegidos.

La población, en muchos casos sobre-alarmada, se lanza a comprar y acaparar alimentos y artículos de primera necesidad y sanitarios. Es la cultura del “¡Vamos a morir todos!”.

De repente, las redes se llenan de apocalípticos, y también de integrados.

Algunos gurús económicos e inmobiliarios se lanzan a su juego favorito, especular; incluso con el número de infectados y muertos que va a acarrear el virus, como si pretendieran con ello que entremos en una especie de libro Guiness de los récords macabros.

Y la tragedia nos muestra, una vez más, que el hombre es un virus para el hombre. En Italia, el gel desinfectante ha pasado de costar 3 euros a 22, las mascarillas han pasado de los 0,10 euros a 1,80. El capitalismo más salvaje.

Donde hay una crisis, algunos siempre ven una oportunidad.

¡Es el mercado, amigos!

Pero, hasta en esto de las pandemias, hay clases.

Hay Pandemias Premium y pandemias de marca blanca. Algunas copan horas y horas hasta asfixiar al resto de noticias, otras ni siquiera merecen unos minutos en unos informativos youtubizados, sin ningún tipo de relevancia informativa.

Hay pandemias que no son virales en nuestros medios de comunicación, y deberían serlo, y para las que tampoco valen de nada las mascarillas. Porque no hay mascarillas que tapen el tufo xenófobo que desprenden algunas declaraciones de líderes y partidarios de la plus ultra derecha aprovechando esta pandemia para colar otro virus, el del “racismo”, el del miedo al diferente, al “enfermo”. 

Los mismos que callaban y otorgaban cuando se desmantelaba la sanidad pública, ahora aprovechan para reafirmar sus ideas excluyentes y ya tienen una excusa para pedir el cierre de las fronteras.

Supongo que muchos de estos liberales, si se contagian, preferirán morirse en privado que hacer pública su apuesta por un sistema sanitario elitista y de pago, que no trata las pandemias. No hay mascarillas que tapen el olor a estiércol que abona el clasismo y la utilización partidista de los problemas del campo español y de la España vaciada, por los herederos de los señoritos de Los Santos Inocentes

No hay mascarillas capaces de ocultar el rostro de las 13 mujeres asesinadas por violencia machista en apenas dos meses que llevamos de 2020. 

Ya no pueden tapar el abuso sistemático de poder y el acoso sexual en el trabajo a mujeres, durante décadas, ante el plácido compañerismo de algunos amigos influyentes.

No hay mascarillas que disimulen el hedor a cloacas del Estado, el olor a guerra sucia que desprenden algunos periodistas y políticos, cuando un vicepresidente del gobierno va a formar parte de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia, el organismo que supervisa y regula los trabajos del Centro Nacional de Inteligencia, el CNI.

Parece que algunos sectores de la derecha y algún expresidente quieren blindar esta información a cal y canto. 

Como dirían en Watchmen: “¿Quién vigila al vigilante?”

No hay mascarillas que acallen nuestra libertad de expresión.

El Tribunal Constitucional ha anulado la condena a César Strawberry, cantante de Def Con dos, por enaltecimiento del terrorismo, tras cuatro largos años de persecución y de paso por diversos tribunales. Una absolución que debería crear jurisprudencia en casos como los de Abel Azcona, La Insurgencia, Valtonyc o Pablo Hasel.

Como dijo el voto particular del Tribunal Supremo para evitar la proliferación de este virus que mata las libertades: “Hay que contener la aplicación expansiva de las leyes antiterroristas en un derecho penal democrático”.

La mascarilla, como metáfora visual potentísima de una ley mordaza, aún en vigor, que intenta taparnos la boca.

No hay mascarillas que enmascaren que cada vez son más numerosos los atentados de la ultraderecha en toda Europa. Unos atentados que, según el color del asesino con que se miren, se etiquetan en los medios como atentados terroristas o como simples matanzas de un trastornado. 

No hay mascarillas, y tampoco hacen falta, para un reportero como Lorenzo Milá, convertido ya en un símbolo por hacer bien su trabajo, por haber elegido su profesión, el periodismo, frente al sensacionalismo.

A cara descubierta.

“No hay mascarillas. Tampoco hacen falta”.

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Comentarios
  1. VIRUS INFORMATIVO…ENTRE OTROS VIRUS

    Parece que empieza a ser preocupante que «con las cosas de comer no se juega», osea, que hasta la Organización Mundial de la Salud está indignada con el virus de la información, de la mala información, de la desinformación, porque está generando enfermedades gravísimas como la estupidez humana.

    Hay una alarma entre los máximos responsables sanitarios mundiales ante la propagación fácil y rápida de este virus planetario que ha surgido a rebufo del Coronavisrus. La estupidez humana.

    Uno de los síntomas es el racismo y la xenofobia hacia la población china, en cualquier lugar del mundo. Otro síntoma de estupidez humana es la creencia fiel, dogmática, ciega, a las falsas noticias que pueblan las redes sociales, sin contrastar la información, sin verificar las fuentes, generando psicosis colectiva, lo que supone, a su vez, otro síntoma inequívoco el de la desconfianza hacia las verdaderas noticias y autoridades en esta materia.

    Hace mucho tiempo que se viene advirtiendo de la estupidez humana y cómo contribuye a su contagio el negacionismo de la realidad, que distribuyen alegremente ciertos medios de comunicación poderosos, ciertos partidos políticos, ciertas empresas e incluso ciertos gobiernos.Como se instala fácilmente en los cerebros sus efectos son inmediatos y si negamos el cambio climático, la violencia de género, que la contaminación mata o la importancia de educar en igualdad, por qué no negar la medicina.

    El acceso fácil a las redes sociales sirve, entre otras cosas, para difundir bulos, generalmente interesados y con finalidades concretas. Poca gente practica la actitud crítica ante las noticias que le aparecen en el móvil o en la tele. Es el cerebro el que se la juega en estos casos porque luego se muestran las consecuencias en el comportamiento y en las ideas, que finalmente nos mueven a valorar y tratar a los demás.

    Entre algoritmos matemáticos y vigilancia constante estamos en un momento sociocultural sin precedentes, solo algunas distopías se habían atrevido a imaginar cómo sería un mundo gobernado por un Gran Hermano digital con afán imperialista.
    lalechuzaendiciembre.blogspot.com

  2. Que nos llamen como quieran, Anónimo, la perspicacia es una cualidad mientras que ser corticos o ingenuos casi es tan peligroso para la salud de una sociedad madura como ser perversos y traidores, ya que estos últimos se alimentan de los primeros.

    *******
    La contaminación del aire es mucho más mortal que el coronavirus
    Según la Organización Mundial de la Salud, 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado y desde las organizaciones ecologistas advierten que esto sí es una crisis de salud pública: casos de neumonía infantil, bronquiolitis, crisis asmáticas y sustancias cancerígenas en el aire.
    Mientras el coronavirus ocupa todos los titulares a nivel mundial, hay un «asesino» mucho más silencioso que está provocando casi 7 millones de muertes más al año: la contaminación del aire.
    https://arainfo.org/la-contaminacion-del-aire-es-mucho-mas-mortal-que-el-coronavirus/

  3. Las cosas no pasan porque sì . Un virus que hasta ahora no era conocido y justamente se da a conocer en la economìa màs potente del mundo como es China , que les està haciendo mucha pupa . Vivimos en un mundo conspiranoìco , donde se fabrican guerras por la egeomonìa mundial e intereses èconomicos y atentados terroristas de falsas banderas , que cuestan cientos de miles o millones de vidas humanas . No se va a fabricar un virus , para debilitar a unas de las èconomias màs potentes del mundo , como es China ? . Todo lo que viene despuès son daños colaterales y de paso matan dos pajàros de un tiro . Esos pajàros que van cayendo muertos por el camino , son mayores de sesenta años y con enfermedades crònicas .
    Llamadme mal pensado o conspiranoico , pero la historia nos ha enseñado que està plagada de conspiraciones y , las cosas no pasan porque sì . Cada cuàl que piense lo que quiera ? .

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