Los socios/as escriben
‘Las tres revoluciones que viví’. Capítulo 13.
Decimotercera entrega de la serie distópica de Alejandro Gaita 'Las tres revoluciones que viví'.
Hola mamita:
¿Cómo te van las cosas? ¿Cómo va la salud?
Yo sigo en la escuela comunitaria de Nuevo Tecpatán, como ya te conté en mis últimas dos o tres cartas. Me gusta mi aula, muy alegre, y me gusta mi gente. Muchas sonrisas. Mucho olor a sudor, porque la humedad y el calor de aquí ya sabes cómo son. Y ahorita son un poco peor que cuando tú migraste al norte. Poco a poco, más calor y más inundaciones.
Soy profesora de todo lo que tiene que ver con mi proyecto. Microbiología, Biología Sintética, Fotónica, Computación Cuántica… todo. Si vienen dos personas, doy clase a dos. Si vienen doscientas, a doscientas. El contar lo que creo que ya domino a personas siempre distintas me ayuda a afianzar conceptos. Me planteo preguntas que se me pasaban por alto, y las que no me planteo yo me las plantean ellas.
Lo de dar clase me trae recuerdos de las historias que me contabas de cuando fuiste profesora de secundaria en Yucatán. Las historias más bonitas y las más feas. Una cosa buena de cómo están organizadas las cosas aquí es que es muy difícil que pase lo que te pasó a ti cuando tenías la edad que tengo yo hoy. No me entiendas mal. ¿Puede haber profesores que se líen con alumnas o ex-alumnas más jóvenes? Sí. ¿Y hombres que peguen a su pareja-y-alumna? Cada vez más raro, pero sí. ¿Que maten a su hijo? Llegó a pasar. Problemas hay en todas partes. Rosario es el ejemplo: se crió en una sociedad libre, pero poblada por personas autoritarias. Sus padres eran labriegos, cultivaban ágave para mezcal. Elle desde niñe, intelectual. Incomprensión mutua y violencia. Su mamá le pegaba de chamaquita, y yo creo que eso le marcó en todos los sentidos.
Lo que quiero decir es que aquello que era tan común en tus tiempos puede pasar en todas partes y en todas las épocas, pero aquí y ahora pasa mucho menos. El desequilibrio de poder es un tabú social muy fuerte entre les anarquistes. Esto lo veo yo misma, pero lo veo con otros ojos por cómo me lo cuenta Rosario. Socialmente está muy mal visto, no ya el abuso de poder, que se considera una aberración, sino incluso la apariencia de poder. Para que me entiendas: una de las formas principales de prestigio es ser mejor facilitador o más trabajador que el resto, mientras que el desprestigio más obvio es el de crear o abusar de una diferencia de poder. Y la violencia es un tabú más fuerte aún, porque se ve como la forma de coerción por excelencia. Así que no te preocupes, nunca seré ni una depredadora de alumnos ni una víctima de profesores más altos en el escalafón.
Esa es la parte buena. La mala es que, en realidad, no tengo apenas relaciones sentimentales. Un romance breve con Rosario, poco más. Mi caso no tiene nada que ver con Rosario, que es prácticamente asexual-aromántique. No sé si no tengo mucha suerte, o el exceso de trabajo, o de viajes. A este paso no te daré un nieto. Hay tiempo. Tú no te preocupes.
Te quiere tu hija
María
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Laboratorio de la UL en Chivela, primavera de 2070
Esto merece ponerse por escrito. ¡Lo estamos consiguiendo! Es increíble lo que cuesta hacer las cosas. Es increíble lo cabezona que soy. Llevo 10 años ya con el proyecto, y por fin ya obtuvimos el cultivo básico, la Escherichia coli Q0, con su complejo proteico y con su capacidad para mediar en procesos metabólicos. Este laboratorio de la Universidad Libre es formidable. El paso montañoso de Chivela, en el itsmo de Tehuantepec de Oaxaca, es un punto privilegiado para recoger energía eólica. En pocos sitios es posible el uso intensivo de energía como aquí. No es imprescindible para hacer ciencia, pero desde luego que facilita las cosas.
Ahora hemos de poner a punto a estas colis Q0. Hacer los primeros ensayos de procesamiento de información. Primero, lo que en teoría ya debería funcionar: escribir y leer un único bit clásico, con señales metabólicas. Ver qué fiabilidad tiene, establecer los rangos útiles de concentración, humedad, temperatura. Ver cómo de resistente es nuestro procesador mínimo a las mutaciones y a las condiciones ambientales adversas. Luego hemos de preparar el cultivo para su transporte en la flora intestinal. Para poder transportarlo de forma segura, y para poder seguir trabajando usando mi cuerpo como laboratorio. Además de la alegría del logro científico y vital, qué feliz me hace el equipo de gente maja que encontré para trabajar conmigo aquí en Chivela. Pablo en particular tiene una sonrisa especial. Me hace mucha gracia su barba, con mil o diezmil pelitos dibujando lineas de campo, arcos discontinuos que rodean el lóbulo de la oreja, que fluye de la patilla, cubren la mejilla y se ocultan bajo la mandíbula, desembocando en el punto del cuello donde le beso en sueños. Lo peor, lo mucho que me distrae su tacto: la memoria de los dedos tras cualquier roce leve y casual, pero anticipado y fantaseado. Aún no hubo nada con Pablo, pero me gustan los juegos sanos que practican aquí en las tierras libres. Les migrantes como yo vivimos el sexo como algo menos limpio que quienes se han educado en libertad. A cambio, disfrutamos de la emoción de lo prohibido, al venir de las reglas sociales de la Supremacía. Me imagino que para quienes vienen del fascismo será más intenso, tanto para lo bueno como para lo malo.