Internacional
Coronavirus sin fronteras
'La mirada' de Mónica G. Prieto: "De líderes irresponsables está el mundo lleno, pero esta imagen del gobernante de Camboya es un triple salto, esperemos que no mortal".
‘La mirada’ es una sección de ‘La Marea’ en la que diversas autoras y autores ponen el foco en la actualidad desde otro punto de vista a partir de una fotografía. Puedes leer todos los artículos de Mónica G. Prieto aquí.
A estas alturas, creo que existe suficiente consenso sobre el hecho de que estemos gobernados por irresponsables, en mayor o menor medida. Las infinitas decisiones que podrían haberse adoptado para minimizar el impacto del cambio climático, la polución de los recursos naturales o la despoblación rural, para corregir de una vez por todas la intolerable violencia contra las mujeres o las desigualdades sociales o para promover la tolerancia y la educación, fueron sustituidas hace tiempo por la ambición de unos pocos, más preocupados por su prosperidad a corto plazo que por la igualdad y estabilidad a largo plazo o, incluso, por la mera supervivencia del planeta.
De líderes irresponsables está el mundo lleno, pero esta imagen del gobernante de Camboya, un exjemer rojo que supo abandonar a tiempo la locura polpotiana para hacerse con el poder y no soltarlo desde entonces –casi 40 años lleva Hun Sen aferrado al cargo, en una democracia formal secuestrada por su oligarquía y por un sector judicial sometido y manipulado por el régimen–, es un triple salto, esperemos que no mortal.
El pasado viernes, Hun Sen hizo lo que haría cualquier dictador: aprovechar una medida populista para hacerse fotos, repartir rosas y estrechar manos. Su público era poco común: unos 400 pasajeros del crucero Westerdam autorizados a desembarcar en el puerto de Sihanoukville tras dos semanas a la deriva, a causa del coronavirus. La nave, con 2.257 personas a bordo, había sido rechazada por Japón, Guam, Taiwan, Filipinas y Tailandia por miedo al contagio, pero Hun Sen, curtido en mil batallas, con un ojo de cristal recuerdo de sus combates, no teme a un virus: no solo permitió que el barco anclase por motivos humanitarios, sino que acudió a la cita sin mascarilla. Al fin y al cabo, debió pensar su círculo, 20 pasajeros enfermos a quienes se realizaron las pruebas no presentaban signos de contagio, y ese muestreo del 0,8% pareció suficiente para declarar el crucero libre de virus.
Camboya no ha tomado medidas para impedir el tráfico de población procedente o con destino a China, su principal socio comercial y político. Y además, Hun Sen es un firme detractor del uso de la mascarilla en tiempos de coronavirus. Sus guardaespaldas exigieron a aquellos que sí usaban protección que se la quitaran, para no hacer quedar mal al presidente camboyano en la prensa. “El coronavirus es un desafío global y nuestra humanidad no tiene fronteras”, dijo en un discurso que los analistas consideran un guiño hacia Estados Unidos y Europa, cada vez más críticos con la represión de la oposición, los medios y la sociedad civil en el país del sureste asiático.
El problema es que el virus tampoco conoce fronteras: después de que cientos de pasajeros hubieran desembarcado, después de que Hun Sen les animara activamente a no quedarse en sus hoteles y hacer turismo, después de que 409 de los 2.257 hayan regresado a sus respectivos países en diferentes vuelos destinados a tres continentes, una pasajera norteamericana dio positivo en un test de coronavirus que se le realizó tras llegar al aeropuerto de Malasia: ella no figuraba entre los 20 pasajeros que fueron sometidos a análisis médicos en el Westerdam. Los expertos se han escandalizado. “Es una transmisión parecida a la gripe, es como intentar parar el viento”, explicaba en declaraciones al New York Times Michael Osterholm, director del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota.
Pero el primer ministro de Camboya no considera un problema haber expuesto a su propia población y al resto del planeta al coronavirus. “¿Hay algún camboyano o algún extranjero en Camboya que haya muerto de esa enfermedad?”, se preguntaba a principios de mes. “La verdadera enfermedad es el miedo”, apostilló. Seguramente, el Señor Glorioso Primer Ministro, Comandante Militar Supremo –título oficial que emplea Hun Sen– confíe en que el mundo le agradezca su gesto. Eso, si su gesto no convierte la epidemia en una pandemia que se sirva de Camboya como puerta de entrada al mundo.