Cultura

Diario de trabajo de María San Miguel

De los márgenes al espacio sideral. Apuntes de un proceso creativo de la dramaturga.

Foto: Marcos G. / Cortesía del Centro Dramático Nacional

Vivo dentro de un cuerpo lleno de contradicciones. Lo habitual en una mujer de mi edad, supongo. Con los años, las lecturas y las conversaciones con mi psicóloga y con algunas amigas, he identificado los miedos, tabúes y violencias invisibles que he sufrido en el ámbito sentimental, sexual y social, y que, de alguna manera, conservo como lastre. Tengo un cuerpo heteronormativo: una altura dentro de la media española, tirando a pequeña, un peso adecuado a mi cuerpo, bastante musculado, sin ninguna disfuncionalidad física. Una educación laica y feminista.

Sin embargo, vivo presa de un montón de inseguridades, traumas y violencias cotidianas, algunas de las cuales proyecto contra mí misma en forma de continuado autoboicot. Si yo, que habito un cuerpo que cumple con los cánones fascistas de belleza, alimentados por esta sociedad capitalista y patriarcal, navego con esta carga de contradicciones, siendo y sabiéndome socialmente aceptada, ¿qué ocurre con los cuerpos diversos que desplazamos a los márgenes?

De esta pregunta nace Y llegar hasta la Luna, un proyecto de investigación y creación sobre sexo, violencia y diversidad funcional albergado por el Centro Dramático Nacional dentro de su #Reto2019. Por primera vez en mi carrera tenía la posibilidad de solo pensar, mover y proponer, sin temor al fracaso, a un grupo de actores y actrices con y sin diversidad funcional junto a algunos participantes con discapacidad y sin ninguna experiencia escénica.

Me enfrentaba a un espacio vacío donde, a partir de los cuerpos, iba a poner en común y desde la experimentación algunas ideas y líneas de pensamiento: teatro como espacio de libertad, gran obviedad donde las haya.

Comenzar desarrollando partituras físicas que significaran a los cuerpos diversos como sujetos de acción política, para, después, construir un artificio donde el cuerpo fuera el punto de partida del discurso que se complementaría con la palabra. Palabras procedentes de testimonios sobre la relación de cada una de las personas participantes del taller con sus relaciones sexuales, con su vivencia de la sexualidad, con el consumo del porno y sus experiencias con la violencia. Entendiendo violencia como la que aparece en las relaciones interpersonales dentro de la jerarquía patriarcal.

Como todo proceso documental, el trabajo realizado aquí era un experimento abierto del que fueron naciendo otras líneas de ensayo, nuevas preguntas, constataciones de lo que estaba ocurriendo a partir del ejercicio escénico. Trabajamos desde la práctica teatral como espacio de libertad del movimiento de todos los cuerpos.  

El lugar de las posibilidades, del descubrimiento de territorios, formas, placeres que parten de la conciencia física y de imaginar infinitas capacidades de movimiento. 

Sacar todos los cuerpos que habitan en cada cuerpo, siempre desde una perspectiva poética, igualitaria. Incluyendo todos los tipos de diversidad patentes (cojera, ceguera, sordera, desequilibrios, miedos, cicatrices, complejos, traumas) para traer el margen al centro del escenario. Ser consciente de la propia capacidad de acción política, de transformar en movimiento todas las preguntas. Las miradas propias y ajenas. Las compasivas y las violentas. Las del deseo y las de la dictadura del cuerpo objeto de deseo.

Perder el miedo al otro, a la otra y encontrarse con él, habitando el espacio escénico, el político. Porque la representación del espacio de ensayo atraviesa fronteras en tanto que, como artistas, efímeros o constantes, nos hacemos cargo de la valoración de la diferencia y de la ocupación del territorio. Primero de lo íntimo y, una vez ganada esa batalla, poniendo en valor la potencia de lo privado en el espacio común.

En el terreno de la experiencia, nos dimos cuenta de que convivir en una sociedad altamente sexualizada no se traducía en una práctica de libertad similar para los hombres que para las mujeres. Los parámetros educacionales siguen reprimiendo hasta límites desconocidos a las mujeres, dominando incluso los espacios de confianza. ¿Por qué en un ejercicio los hombres se desnudan integralmente y las mujeres no? ¿De qué manera se puede transformar desde la escena esta ocupación masculina del territorio?

Estas y otras preguntas y numerosos debates se fueron incorporando a las sesiones. 

El teatro, espacio libre y permeable. Lugar en el que lanzar preguntas incómodas como el consumo de prostitución por parte de hombres con diversidad mental. Romper con el hito de las verdades absolutas, incluyendo en ese saco las ideas y creencias propias.

¿Estamos preparados como sociedad para albergar discursos incómodos procedentes de los márgenes? ¿Podemos acercarnos sin miedo y con deseo a cualquier otro cuerpo diferente al nuestro para experimentar el placer? ¿Hablaremos sin tabúes de las prácticas sexuales? ¿Seremos capaces de crear una hiperrealidad pornográfica diferente a la que estamos consumiendo desde hace años? 

Leo uno de los cuadernos de apuntes del proceso y descubro una frase que cogí al vuelo y que, creo recordar, una mujer espetó a otra en una de las últimas sesiones de trabajo. Y pienso que no seremos del todo libres, amantes de la diversidad y de las múltiples formas de belleza hasta que podamos pronunciarla muy en serio, sin temores, ni risas nerviosas o inseguridades.

Entiendo entonces que este es nuestro trabajo como artistas: documentar desde la escena realidades visibles, invisibles y otras posibilidades imaginadas para que podamos avanzar y llegar hasta la Luna.

Porque hoy te quiero así, muy viva, con el coño ardiente.

María San Miguel es creadora y actriz. Dirige la compañía de teatro Proyecto 43-2. Su proyecto Y llegar hasta la Luna ha recibido una beca de Dramaturgias Actuales del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) y de la Muestra de Jóvenes Autores/as Contemporáneos de Alicante. Está en proceso de preproducción y búsqueda de financiación.

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